Gracias a un detector de metales, descubrió en las playas de la costa del Uruguay una cadenita con un crucifijo y una medalla perdidos.
Crédito: Gentileza
Unos 27 años atrás en el verano de 1994, Martín un adolescente que se encontraba disfrutando de sus últimos días de vacaciones. Y como estaba llegando al final del paseo decidió aprovecharlo al máximo.
Si bien durante toda esa semana había practicado saltos acuáticos y zambullidas de mil formas distintas, sentía que aún faltaba la vuelta carnera mortal en el agua de las playas de Colón.
Así que decidió correr al agua desde la caliente arena y realizar una vuelta carnera. Era su último salto y, como tal, debía convertirse en su mejor pirueta veraniega.
El fuerte golpe contra el agua ocasionó la rotura de su cadenita de plata que sus padres le habían regalado tiempo atrás.
Foto: Gentileza
El tiempo pasó y, como generalmente ocurre, ese paso del tiempo se encarga de borrar de la memoria hechos, anécdotas y vivencias. Como las de aquel último verano en el río Uruguay y el extravío de su cadenita, contó el portal El Once.
Una calurosa mañana de enero, pero 27 años después, Martín recibió en su Facebook un mensaje que decía: “Mi nombre es Daniel. Soy de Colón. Me decido a hacer exploraciones en la playa con detectores de metales y encontré algo que te pertenece. Tenía tu DNI grabado y por eso pude llegar hasta vos. ¿Recordás haber perdido algo? Por el estado en que se encuentra, parece que lleva mucho tiempo enterrado”, señalaba el mensaje.
Varios fueron los minutos que tardó Martín en salir de su asombro, hasta que finalmente cayó en la cuenta: el muchacho que le escribía había hallado su cadenita perdida 27 años atrás.
Así lo explicaría luego Martín a NuevaZona: “A la cadena me la habían regalado mis padres. Mi papá, a todo le ponía nombre o DNI. Atrás del crucifijo le había hecho grabar mi número de documento. Y por eso pudieron ubicarme”.
“Con la bajante del río, los detectores de metales logran encontrar pequeños tesoros que por lo general estaban bajo el agua”, explicó el vialense.
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Aquella misma jornada, Martín y Daniel coordinaron el encuentro. A los pocos días, ya estaba rumbo a Colón para reencontrarse con la cadenita.
“Finalmente viajé y me entregó la cadena. Fue una sensación hermosa e increíble: Después de tanto tiempo, volvía a recuperarla”.
Se trata de una cadena con crucifijo que le habían regalado sus padres, y una medalla otorgada por el Concejo Deliberante de Viale en reconocimiento al mejor promedio de la Escuela primaria.
“Tuve suerte que Daniel hallara mi cadena y decidiera devolverla a su dueño. Estoy muy agradecido con él y su familia por su gesto y amabilidad”, explicó Martín al regreso de su viaje.