Edición del Jueves 05 de setiembre de 2013

Edición completa del día

Siria, Francisco y el llamado a la paz - Edición Impresa - Opinión Opinión

Siria, Francisco y el llamado a la paz

  • Es sintomático que a esta convocatoria al diálogo y al entendimiento la haga el Papa para una región donde fanáticos asesinan a cristianos, queman sus templos y persiguen a sus pastores.

Ante miles de fieles congregados en la histórica plaza de San Pedro, el Papa Francisco lanzó un vibrante llamado a la paz y una condena categórica a la guerra. Para este sábado 7 de septiembre está convocada una jornada mundial de ayuno y oración a favor del cese de la guerra en Siria, contra todo tipo de intervención militar y por el entendimiento entre las partes.

La proclama convoca a creyentes de todas las religiones y a los hombres de buena voluntad, una manera elegante de dirigirse a los agnósticos y ateos. El objetivo es la paz en Siria y la crítica a la guerra en cualquier parte del mundo. “La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia”, dijo.

La convocatoria de Su Santidad recuerda la que en 1964 realizara Pablo VI exigiendo la paz en Vietnam. El llamado a la paz y la condena a la guerra entonces era un gesto valiente y oportuno porque se realizaba en el contexto de la Guerra Fría y en el momento en que comenzaban los bombardeos.

Hace poco más de una década Juan Pablo II realizó un llamado parecido en ocasión del atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Nueva York. Digamos que Francisco se apoyó en una honorable tradición pacifista de la Iglesia Católica para insistir en uno de los temas que considera cruciales para el siglo XXI.

Su convocatoria está en sintonía con declaraciones, homilías y encíclicas de la Iglesia en la materia. Pertenece a un pasado que los historiadores continúan dilucidando, los tiempos en los que, al decir de Jorge Luis Borges, la Iglesia Católica bendecía ejércitos y armas. Incluso el debate entre guerras justas e injustas ha perdido actualidad ante la insistencia de los últimos pontífices en defender la paz en todas las circunstancias o considerar a la guerra como intrínsecamente perversa.

Con motivo de la movilización promovida por la paz en Siria, Francisco sostuvo que “hay un juicio de Dios y un juicio de la historia del que los hombres no podremos escapar”. La explicitación de este juicio planteado en dos planos diferentes tampoco es novedosa, pero es promisorio que en un mundo donde los fanatismos religiosos parecen instalarse con su carga de intolerancia y muerte, se insista en ello.

Asimismo, no deja de ser sintomático que a esta convocatoria al diálogo y el entendimiento la haga el Papa para una región donde fanáticos de diferentes signos asesinan a cristianos, queman sus templos y persiguen a sus pastores. Las denuncias en Siria y en Egipto son elocuentes al respecto, y han dado lugar a protestas y reclamos por el martirilogio al que son sometidos algunos cristianos en nombre de un Islam guerrero, fanático y enemigo del diálogo.

En un tiempo de relativismos morales y creciente escepticismo, siempre queda pendiente el interrogante acerca de la efectividad de estas convocatorias. El tema da lugar a reflexiones que exceden las posibilidades de este editorial, pero no está de más recordar que las oraciones movilizan conciencias que operan en la historia como lo han demostrado numerosos acontecimientos del siglo pasado. Asimismo, a pocos escapa que no es lo mismo una guerra que se despliega ante la indiferencia o el consentimiento de las multitudes que el escenario de una guerra condenada sin atenuantes por las principales autoridades espirituales del mundo y por cientos de millones de personas.

No es lo mismo una guerra que se despliega ante la indiferencia de las multitudes que el escenario de una guerra condenada por las principales autoridades espirituales del mundo y por cientos de millones de personas.



Imprimir:
Imprimir
Jueves 05 de setiembre de 2013
tapa
Necrológicas Anteriores