“Afortunadamente, el tango no tiene fecha de vencimiento”
Adrián Ardit y Orquesta típica subirán al escenario del Paraninfo este lunes 6 a las 21. Es la primera fecha del ciclo Lunes del Paraninfo 2013. Aquí, habla sobre Gardel, los cantores de los 40, la vigencia del tango, las letras y el sonido de la típica.
TEXTOS. MILI LÓPEZ. fotos. gentileza producción.

Los 40 fueron años de brillo para el tango. Fue la época de la poesía de Discépolo, Manzi y Expósito, de escuchar cantar a Casal, Berón y Marin y de las orquestas de Troilo, Pugliese, De Angelis, Tanturi y Di Sarli que tenían sus propios seguidores. Fueron los fulgores tangueros de los 40 los que imprimieron las páginas doradas a la historia del tango.
En 2010, a siete décadas de ese resplandor, el joven cantor de tangos Ariel Ardit hace realidad un sueño que venía imaginando desde hace tiempo: volver a ubicar en el escenario al cantor y la orquesta típica. Ese es el espectáculo con impronta teatral que se presentará este lunes 6 a las 21 en el Paraninfo UNL, Bv. Pellegrini 2750, como parte del Ciclo Lunes del Paraninfo.
Pero ese es el final del cuento. Empecemos por el principio. Cuenta la historia que Ardit desde chico estuvo rodeado de música. En su Córdoba natal abundaban las peñas y guitarreadas familiares. Su madre, Adriana Oviedo, es cantante de folklore y sus tíos hacen lo propio sumando una cuota de humor. “Quizás por eso le pasé al lado al rock, en mi casa se escuchaba folklore, folklore y... folklore”, se ríe el mejor exponente del cantor de tangos actual.
Luego vinieron los años de adolescencia y la vergüenza le ganó a las ganas de cantar, hasta que a los 17 volvió el interés. “Si encerrás una polilla en un cuarto y lo abrís a los dos meses, salen dinosaurios. Cuando uno tiene una vocación tan fuerte como ésta, es cuestión de tiempo”.
Su madre le aconsejó que estudie canto lírico, y en una reunión familiar escuchó una grabación de Carlos Gardel; fue amor a primera vista y entró en un mundo de fascinación por El Zorzal. “Si Gardel hubiese cantado otra música quizás no sería cantante de tangos sino de lo que cantaba Gardel, porque llego al tango exclusivamente por él”.
- ¿Qué fue lo que te cautivó de su voz?
- Me cautivó el canto, más allá del mito, de las frases populares, de su pinta, su voz. Como estudiante de canto lírico, pensando en la técnica, en la colocación de la voz, en la impostación, escuchando mucho a los cantantes líricos, encuentro en Gardel un modelo a seguir que era el gusto por su voz y su interpretación; fue como haber visto algo en una vidriera muy cautivante.
LA TÍPICA
Desde su primera aparición en público en “El Boliche de Roberto” hasta hoy ha corrido mucha agua bajo el puente: fue el cantor de la Orquesta El Arranque en sus años musicales más radiantes; cantó con Rodolfo Mederos, con Vale Tango, continuó su trabajo solista acompañado solamente con guitarra, formó su cuarteto y editó dos discos, “Doble A” y “Ni más ni menos”, hasta llegar a concretar su proyecto más ambicioso hasta ahora: armar su propia orquesta típica.
“El espacio del cantor con orquesta típica es una herramienta muy difícil de mantener porque en el ámbito laboral del tango se hace muy complicado mantener un proyecto orquestal grande. De hecho, hay muchos grupos de tango que comienzan con muy buenos músicos y que después terminan disolviéndose porque no pueden mantener una línea de trabajo”, comenta.
La realidad es que en aquellos años memorables, las orquestas trabajaban de miércoles a domingos, en bailes, cabarets, fiestas sociales, teatros, radios. Esta continuidad no sólo les daba a los músicos una estabilidad laboral sino también que se afianzaba su sonoridad e interpretación. En los tiempos que corren no existen espacios para el baile con orquesta en vivo, ya sea por costos, por falta de escenarios o por cambios culturales del consumo musical. Así, la figura del cantor y orquesta típica están en peligro de extinción.
“La idea está en revalorizar la orquesta típica, para que el público sepa que en el escenario tiene una fuerza y una presencia impactante. Para la gente grande es como devolverles un perfume de algo que los ha hecho muy felices, pero para los jóvenes significa ver una orquesta en vivo en cuanto a la masa de volumen y a la presencia escénica”, enfatiza.
Andrés Linetzky en piano, arreglos y dirección es su socio musical. “Es quien mejor ha interpretado mi psicología como cantor, -(risas)- no escribo la música y sólo doy la idea de cómo me gustaría cantarlo y lo vivo como un gran respaldo; uno se siente una pieza más de la orquesta”.
La propuesta es tomar a la orquesta típica como modelo estético y sonar en consecuencia, pero con arreglos nuevos. La voz del cantor es un instrumento más dentro del grupo. No se busca la imitación ni el cover, sino aportar desde los arreglos una mirada propia sobre estos clásicos.
Así los elegidos para el repertorio fueron Ángel Vargas, Enrique Campos, Raúl Berón, Alberto Podestá, Fiorentino, Jorge Durán, Floreal Ruiz, Alberto Marino, Carlos Dante, Julio Martel, Roberto Rufino, Alberto Castillo y una cantante, Elba Berón. “Si bien mis referentes son los cantores del 40, en ningún caso mi intención es parecerme a ninguno de ellos; la referencia es emotiva, estilística, de formación y a la hora de subir al escenario tengo en claro que soy Ariel Ardit, y que quiero mostrar un sonido tanguero pero con una estética actual”.
LA VIGENCIA
Luego de la debacle del género a partir de los 60 por el consumo de músicas de otras latitudes, el auge del club del clan y en correspondencia a todo un cambio cultural en las identidades juveniles, los años 90 se marcan como un revivir del tango. Se vuelven a llenar las milongas, aunque con otras estéticas: ya no merodeaban los compadritos sino que los bailarines eran jóvenes de jeans y zapatillas.
En este escenario, surgen nuevos mentores del género. Como en toda su historia aparecen las dicotomías, las veredas opuestas. Por un lado, la investigación, la búsqueda en los cultores anteriores, el cuidado por la estética, el rigor en la interpretación, de la mano de su mayor exponente, la Orquesta El Arranque; y por el otro lo más callejero, priorizando la puesta en escena, mixturando el tango con otros géneros, se imponía La Orquesta Típica Fernández Fierro.
Ardit prefiere reservarse su opinión sobre si las tendencias de tango electrónico o los coqueteos con el rock o salir a escena arengando son códigos del tango, aunque sí inclina sus gustos hacia los arreglos y composiciones de Ramiro Gallo, la voz de Lidia Borda y el respeto por los que forjaron el género.
“El valor que quiero darles es la trascendencia a través del tiempo, el hecho de poder sostener un proyecto. Generacionalmente, más allá de que con muchos de ellos esté desencontrado en el estilo y forma de hacer el tango, siento que muchos jóvenes se han volcado al tango, por lo que hoy en día se puede hablar de autores, compositores y temas nuevos. Después el público elige y hay público para todo: esos experimentos que están dentro de la carpeta del tango, el público mismo se encarga de poner las cosas en su lugar”, apunta.
Desde hace tiempo, hay quienes dieron fecha de defunción al tango y otros que opinan que se vive un resurgir del género. Ardit cuenta que es amigo de Alberto Podestá, próximo a cumplir 90 años y que ya en los ´50 se hablaba de la muerte del tango.
“Un día tomo un taxi y el tipo me dice que el tango está de moda y otro taxista me dice que está muerto: depende de dónde lo mires: si alguien lo compara con la década del 40, el tango no tiene el mismo impulso, ni los bailes masivos, ni la misma discusión, pero afortunadamente el tango no tiene fecha de vencimiento. Sí van cambiando las épocas, el impulso, la convocatoria. Esa es una discusión muy argentina, en Europa, en Japón y en el exterior es el embajador cultural más importante que tiene nuestro país, se baila Piazzolla, se escucha el tango sin prejuicios. Esas discusiones, fuera de Ezeiza, no existen”.

EN comunión con el lenguaje tanguero
Ardit cierra los ojos y canta con el corazón. Se imagina cantando en el lugar de Fiorentino, de Raúl Berón, de Enrique Campos, de Alberto Podestá. Disfruta con todo su cuerpo del imponente sonido de los diez músicos que lo acompañan.
Su manera de “decir” la letra nos introduce en la historia de amor, en los romances imposibles, en las heridas del desamor, en los retratos de otros tiempos, las callecitas, los salones de bailes, los patios. Su canto íntimo y a la vez dúctil, su fraseo, la musicalidad, el amplio manejo de registro, las cadencias, los giros melódicos, los cambios de intensidad, el “arrastre” de algunas frases melódicas, muestran su comunión con el lenguaje tanguero.
“Tuve que aprender a cantar tangos. En el tango no hay una escuela definida, como materias a seguir para ser un cantante de tangos; de hecho hay muchos cantantes del género y no cantan todos iguales. El compromiso con el género es tener una conciencia plena de lo que se está diciendo, algo que tiene que ver con el fraseo, con ‘estar en estilo’ y eso también es en parte por la referencia que uno tenga”, explica. Y agrega: “Luego de Gardel me empecé a meter con las grandes voces del 40 y ese abanico de cantores fueron definiendo un estilo; por una cuestión de gustos uno se va acercando a las voces con las que más se identifica. La intención ha sido siempre encontrar mi propio estilo. Aprender, uno aprende del tango, en el tango uno es lo que escucha”.
MARIPOSITA
Mariposita es un Tango de 1941 con letra de Francisco García Jiménez y música de Anselmo Aieta. “Es igual que si fuera una mujer”, cuenta y se entusiasma: “me acuerdo exactamente el día en que lo conocí a ese tango. Yo estaba en el balcón de mi departamento donde vivía solo, y escuché en la radio un demo de un aficionado que habían pasado en un programa de la 2x4. Me llamó mucho la atención y busqué la partitura, la letra y otra grabación, y lo empecé a cantar, primero con bandoneón y luego lo llevé Al Arranque, y Ramiro Gallo hizo el arreglo. Desde la primera vez que canto Mariposita siempre ha tenido algo especial, no sé explicar por qué; es el tango que mayor química he tenido con una letra o con una melodía”.
Los grandes cantores siempre han tenido su “caballito de batalla”, ese tango que los identifica y los distingue, esa historia que se hace difícil escuchar en otra voz. El público los asocia y los convierte en clásicos. Así como Floreal Ruiz tenía “Marioneta” y Alberto Marino hizo lo propio con “Me están sobrando penas”, en estos tiempos actuales Ariel Ardit “va pegado” a “Mariposita”. “Es muy difícil que un tango quede relacionado con una voz y eso me pasa con este; la gente me identifica con ese tango y tengo que ser consecuente con eso. Está en el disco de la orquesta, me lo piden en todos lados, y lo he podido pasear por todo el mundo. Hasta hay una milonga en Japón que se llama Mariposita y la apertura es mi grabación del tema”.