¿Un corte al desaliento?
La sucesión errática de decisiones oficiales pone en jaque a una de las agroindustrias con mayor proyección a futuro: Los biocombustibles. A contramano del discurso, los hechos vuelven todo a foja cero.
Campolitoral
Al cierre de este suplemento, se estaba a la espera de alguna decisión que rectifique las últimas medidas para el sector industrial de los biocombustibles.
Actualmente, por la Ley 26.093, el gasoil debe ser cortado con el 7% de biodiésel. La norma prevé un plan de incremento gradual de ese corte a futuro, lo que fomentó un esquema creciente de desarrollo productivo en el que las pymes productoras les vendan a las grandes petroleras, abasteciendo así al mercado interno.
Sin embargo, en una franca contradicción del discurso político que arengaba a favor del agregado de valor en origen y de industrializar lo rural, el Gobierno duplicó las retenciones a las exportaciones, y fijó un precio de $ 4.661 la tonelada. Según explicó la Bolsa de Comercio de Rosario en un estudio, no alcanza para sostener los costos de una pequeña y mediana empresa productora de biodiésel, el que debería ser al menos de $ 5.112. Hoy, la falta de rentabilidad frenó la producción y la apertura de nuevas plantas. Las pymes abiertamente denuncian estar por debajo de los costos de producción.
Se trata de la decisión del mismo Gobierno que tiempo atrás había concedido a la industria del biodiésel un importante incentivo merced al diferencial arancelario entre el aceite y la harina, para hacerlo más competitivo. Esta movida generó la ampliación de esta novedosa rama de la industria y la radicación en zonas alejadas del complejo portuario.
La semana pasada destacábamos en nuestro informe central el ejemplo de Brasil respecto del etanol para pequeñas cooperativas agropecuarias. Más allá de las dificultades estructurales que implicaría la adopción de este combustible específico en nuestro país, resulta penoso comprobar la diferencia a nivel político entre un país y otro respecto del apoyo necesario para la producción en todas las escalas.
En su momento, algunos analistas, embargados por el optimismo, anunciaban que en poco tiempo habíamos llegado a una capacidad instalada en funcionamiento de alrededor de 3,2 millones de toneladas anuales, la que se ampliaría con algo más de 2 millones de toneladas de plantas en proyecto.
Sin embargo, se vuelve a imponer -una vez más- la lógica de igualar para abajo, castigando a uno de los sectores de mayor crecimiento, y desalentando cualquier tipo de inversión en este sentido.