Edición del Lunes 25 de octubre de 2010

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La Argentina como proyecto - Edición Impresa - Opinión Opinión

La Argentina como proyecto

Jaime Abut

En un mundo y en un tiempo cada vez más caracterizados por la multiplicidad de sus variables, resulta indispensable que, tanto a nivel macro como micro, deba asumirse que la necesaria aspiración a algún protagonismo exige el compromiso de no dejarse limitar por la inmediatez, ni siquiera por el complacismo. Por el contrario, deberíamos proponernos no resignar una proyección de mediano y largo plazo.

En “el caso argentino” trataremos de analizar y sintetizar nuestro posicionamiento en este mundo y en este tiempo, tanto en su actualidad y efectividad cuanto en su potencialidad y probabilidad de ocurrencia, con el fin último de abordar, lo que suponemos, y hasta imaginamos, que podría y, por qué no, incluso, debería ser.

Es menester que esa construcción metodológica se sustente en señalar las propias fortalezas competitivas, que nos identificarían y caracterizarían, en su referencia con las oportunidades aprovechables, detectadas o creadas, y particularizadas en los destinatarios o blanco del esfuerzo, en el afán de servirlos, y frente a los competidores, actuales o eventuales, con quienes las disputamos o podríamos disputarlas.

Ese ejercicio, que intentamos sea de planeamiento estratégico, debería concluir con la fijación de objetivos y metas, ambiciosos pero factibles, para cuya consecución se asignen los recursos necesarios (humanos, económicos, financieros, tecnológicos, organizacionales y temporales) y hasta se planteen las oportunas y pertinentes alianzas, todo ello, sustentado en la productividad y eficiencia comparativas, que alimenten la competitividad requerida, para poder atraer y retener convenientes inversiones, que potencien las capacidades y los recursos mencionados.

La Argentina de hoy es productora y oferente de commodities, es decir, de bienes genéricos e indiferenciados, con no poco contenido de “naturaleza intensiva”, cuyo precio de comercialización, tomamos y no fijamos en el mercado.

Partiendo de ese dato nos permitimos formular, como propuesta estratégica, la búsqueda de dos objetivos fundamentales y compatibles: “descommoditizar” nuestra producción y nuestra oferta y aspirar a ejercer alguna influencia sobre el precio que negociamos en el mercado, como finalidad de mínima, aunque realista, dado que suponemos no factible y, menos aún, a corto plazo, formar o fijar dicho precio de nuestra producción y oferta.

Los alcances del plan

Esa “descommoditización” de nuestra producción y de nuestra oferta implica alguna diferenciación, real o simbólica, de esos bienes, agregándoles valor, en procura de hacerlos menos fácilmente sustituibles por otros similares con la pretensión y el propósito de que se los reconozca, y hasta aspirando a que se llegue a denominarlos con el nombre propio de su procedencia, todo lo cual obliga a que su cadena de valor se comprometa a competir más con calidad diferencial percibida por el mercado que con el precio más bajo, descartando también la hipótesis de su irreemplazabilidad.

Tal acreditación de identificación y reconocimiento exige confiabilidad en nuestra oferta. Debemos recordar que la competitividad es una función multivariable de calidad, servicio y precio, pero, también, de confiabilidad en el cumplimiento previsible de lo pactado habitual, para poder retener clientes actuales satisfechos y atraer nuevos en el futuro, consolidando y hasta ampliando nuestra participación en el mercado.

En cuanto a nuestra condición de “tomadores” de precio del mercado, estamos persuadidos de que la factibilidad, si no de ser “formadores” o “fijadores” de precios, por lo menos de influenciar en él, depende de que se logren concretar alianzas de oferentes, además de conseguir la calidad diferencial percibida por el mercado y dada por la “descommoditización” apuntada.

Esas alianzas de oferentes resultan no sólo necesarias, sino que son viables en el caso real de la producción y oferta oleaginosa y forrajera, principalmente referida a la soja, que es la que más caracteriza, identifica y representa nuestra oferta exportable, condición que compartimos con nuestros vecinos y socios del Mercosur. Esto debería posibilitar que nos referenciáramos menos en el precio del mercado de Chicago, aspirando incluso a implementar y operar un “Contrato de soja sudamericana”, que nos complemente en la región y hasta llegue a integrarnos más con el sector Asia-Pacífico y con Europa.

Dispongámonos, sin más dilación, a planear estratégicamente nuestra producción y nuestra oferta exportable, con emprendimiento, iniciativa e innovación, para consolidar y mejorar nuestro posicionamiento competitivo, preservando y acentuando nuestra identificación y representatividad en materia oleaginosa y forrajera, que hoy ya no sólo se califican como agroalimentos, sino también como agroenergía, desarrollando productos y mercados.

Acrecentemos y desarrollemos la inversión necesaria para preservar, actualizar y acrecentar nuestra eficiencia y rentabilidad, sinergizando los avances tecnológicos y productivos logrados, con los inherentes a la comercialización, interna y externa, en operaciones de contado, futuros, opciones y de cobertura.

Si nos atreviéramos a formalizar un plan estratégico, que derive de un proyecto ambicioso, pero factible, con su necesaria y consecuente formulación e implementación sustentaríamos las bases perdurables de un crecimiento sostenido y, por qué no, de un desarrollo pleno, integral, armónico y equitativo, que no debería agotarse en lo económico, sino que debería integrar también, secuencial y sinérgicamente, lo social, lo cultural, lo político, lo institucional, y hasta lo normativo, cimentando en valores compartidos, para poder aspirar a una convivencia social y humana pacífica, respetuosa y tolerante, con inclusión, pertenencia y empleabilidad, que compatibilice en igualdad de oportunidades y movilidad social ascendente los proyectos y objetivos individuales y colectivos, públicos y privados, interregionales e intersectoriales, con visión estratégica, estructural y de largo plazo, comprometidos a hacer realidad para todos la Argentina que soñamos, queremos y deseamos.

La Argentina de hoy es productora y oferente de commodities, es decir, de bienes genéricos e indiferenciados, con no poco contenido de “naturaleza intensiva”, cuyo precio de comercialización tomamos y no fijamos en el mercado.

Si nos atreviéramos a formalizar un plan estratégico, que derive de un proyecto ambicioso, pero factible, con su necesaria y consecuente formulación e implementación sustentaríamos las bases perdurables de un crecimiento sostenido.

Dispongámonos, sin más dilación, a planear estratégicamente nuestra producción y nuestra oferta exportable, con emprendimiento, iniciativa e innovación, para consolidar y mejorar nuestro posicionamiento competitivo.



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Lunes 25 de octubre de 2010
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