Edición del Lunes 28 de junio de 2010

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Sobre seres sobrenaturales míticos argentinos

Luis Guillermo Blanco

En su libro “Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina”, el antropólogo tucumano Adolfo Colombres describe a 261 de ellos. Ligados a la región geográfica en donde se dice que moran (compartidos con algunos países limítrofes en ciertos casos) y transmitidas estas creencias generacionalmente por tradición oral, muchos de esos seres reciben un culto, se les venera, se les hace pedidos y se les dedican ofrendas, y, en general, a todos ellos se les teme, pero, por sobre todo, se los respeta.

Varios de estos mitos provienen de religiones nativas y de culturas indígenas, y algunos aluden a seres divinos, como la Pachamama (una diosa de origen aymara), que es tal vez la más difundida de todas las deidades de la tierra, porque la representa, rindiéndosele culto en muchas provincias del noroeste argentino, en Bolivia y en Perú. Es una diosa protectora y proveedora, por lo cual se la convoca en la siembra, en los viajes, en las enfermedades y en los trabajos artesanales, y en reciprocidad, se le brindan diversas ofrendas (vino, lana, hojas de coca, etcétera), celebrándose ceremonias rituales. Pero, si se la ofende, ella no particulariza su enojo sobre quien lo generó, y provoca enfermedades, tempestades o temblores.

En tanto que otros mitos se refieren a entes extraños, como el Curupí (de origen guaraní), un hombre pequeño de cuerpo mal formado, torpe y con un miembro viril descomunal que da varias vueltas a su cintura (que le permite enlazar a las personas que quiere llevar consigo), que se dice que anda por el monte correntino y la selva misionera en las tardes de siesta calurosa, que ataca a las mujeres y es capaz de enloquecerlas con su presencia (también se lo acusa de antropofagia). De allí que se explique que los guaraníes idearon a este personaje para alejar a las mujeres de la selva peligrosa o para frenar a las muchachas ardientes.

La Luz Mala (una luz movediza, de brillos extraños) es uno de los mitos más difundidos de la llanura argentina. Algunos dicen que son almas en pena -fantasmas (El litoral, 26/4/10)-, por no haber recibido sepultura cristiana o porque sus pecados no les permiten entrar al cielo pero tampoco son tan graves como para merecer el infierno, que busca compañía humana hasta que algún familiar realice algún acto que las redima. Científicamente se explica que este mito tiene su origen en el fenómeno real del fuego fatuo (fosforescencias producidas por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo o enterradas a poca profundidad). Originaria de México, la Llorona es más bien propia de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, diciéndose que es el alma en pena de una mujer cuyo eterno padecer se debe a que busca a su hijo recién nacido, fruto de una relación “clandestina” y al que mató arrojándolo al río, que deambula de noche y que, a más de causar espanto por sus insistentes gemidos, quien la ve o la escucha puede llegar a enloquecer, siendo que la mayoría de los relatos la consideran señal de mal agüero. Al parecer, este mito tendía a atemorizar a las muchachas, para que resistiesen ante el llamado de sus impulsos amorosos, a fin de que no fueran aprovechados por varones inescrupulosos.

En tanto que el sur del país tiene a los duendes en su bagaje mítico, sobre todo en algunas ciudades como El Bolsón. Se dice que habitan en los troncos de los árboles del bosque y que son pícaros, silenciosos y a veces groseros. Que salen para asustar a los niños durante la siesta (una forma de obligarlos a dormirla) y que esperan la noche para hacer travesuras, a modo de bromas pesadas: apagar el fuego, cambiar cosas de lugar, etcétera. Además, suelen hacerles regalos a las mujeres bonitas, observándose que viene su tradición de los gnomos de Europa.

Y si bien no es autóctono ni forma parte de esta pléyade de seres míticos, cabe mencionar al Chupacabras (se dijo que era un ser demoníaco o de procedencia extraterrestre, un mutante o el producto de un experimento genético, etcétera), según algunas descripciones, una criatura pequeña, de piel verduzca y escamosa, cabeza ovalada y ojos saltones, que hizo su aparición en el poblado de Moca (Puerto Rico) a principios de la década de 1990, que atacaba al ganado y le extraía la sangre. Surgieron luego casos similares en diversos países norte, centro y sudamericanos, entre ellos, el nuestro (en la zona comprendida entre las provincias de Río Negro y Santa Fe), dónde se dice que mutilaba vacas. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria señaló que las mutilaciones fueron llevadas a cabo por zorros o ratones hocicudos.

Así las cosas, abstracción hecha del Chupacabras, cuando, según estas creencias (ideas aceptadas en forma colectiva, como una verdad de fe), algunos de estos entes son o se tornan peligrosos o molestos, las medidas para protegerse de ellos son diversas: oraciones, crucifijos, dientes de ajo, etcétera. Creencias que, para algunas religiones, no son más que supersticiones (extrañas a la fe religiosa, y aun pecaminosas). Pero, como puede advertirse, algunas fueron originariamente empleadas para transmitir determinadas normas de conducta o valores morales.

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“La llorona”, ilustración de Luis Scafati, para “Seres mitológicos argentinos”, de Adolfo Colombres (Colihue, Buenos Aires, 2008).

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“La Pachamama”, ilustración de Luis Scafati, para “Seres mitológicos argentinos”, de Adolfo Colombres (Colihue, Buenos Aires, 2008).



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Lunes 28 de junio de 2010
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