
En lugar de tambos... ruinas
Historias, en primera persona
La crisis global puede ser el golpe de gracia para los pequeños y medianos sistemas de producción lechera en la cuenca santafesina. Dos productores de Rafaela cuentan porque salieron del negocio.
Federico Aguer y Gastón Neffen
Enviados especiales a Rafaela
No fue fácil convencer a Luis Peretti para volver a su tambo. “Me hace mucho mal”, confesó este hombre de 71 años a Campolitoral. Igual nos lleva. Su campo está cerca de Presidente Roca, a unos 10 kilómetros de Rafaela.
“El viernes 16 de mayo fue el último día que funcionó”, recuerda. Y se notan los seis meses de abandono. Las pezoneras están sucias y con telarañas, la bosta está reseca —parece tierra— y en la manga que llevaba las vacas al ordeñe ahora hay bidones vacíos de glifosato y cajas de fertilizantes (una parte del paquete tecnológico de la soja).
El tambo era parte de la historia familiar de Peretti. Su padre producía leche desde que él nació y a este tambo lo armaron cuando él tenía 25 años. “Cerrarlo fue un dolor terrible, mi familia me apoyó mucho”, cuenta.
Era un tambo chico. Con 83 vacas en ordeñe y unas 30/35 secas. Producía entre 1.200 y 1.500 litros de leche por día (en promedio unos 15 litros por vaca). En esta escala, los tambos son mucho más vulnerables.
Ahora, Peretti se emociona al contar como se organizaba su tambo. Explica las mejoras que le había hecho con el paso de los años y se pregunta una y otra vez porque no pudo sostenerlo. “Acá hay infraestructura. Tengo asfalto, energía eléctrica y agua”, reconoce. Además, sus 260 hectáreas están en una de las mejores zonas de la cuenca lechera argentina.
¿Qué pasó entonces? “La baja rentabilidad fue la principal causa”, afirma este productor, pero en realidad está apuntando al gobierno porque en mayo los precios internacionales de la leche eran los mejores en muchos años.
“Lo peor es que creen que están haciendo las cosas bien. No entienden. Nos estamos quedando sin leche y sin carne”, opina, Peretti, que hace 17 años que es concejal del PDP en Rafaela.
En el campo de Presidente Roca ahora hacen algo de ganadería —con novillos holando— y sobre todo agricultura (soja, maíz y trigo). Este familia siempre se había dedicado a las tres actividades —“desde que existo”, agrega Peretti—, pero el tambo ya forma parte de la historia.
“Hicimos todos los deberes”
Miguel Blázquez y Estela Sapino son dos profesionales de Rafaela (contador y abogada). Hace 15 años decidieron encarar la actividad tambera y lo gestionaron como una verdadera empresa agropecuaria.
“Tomamos un tambo chico de 1.400 litros por día y los llevamos a 3.800, con más de 200 vacas en ordeñe”, cuentan. La receta fue asesorarse con un ingeniero agrónomo (Norberto Calcha), con dos veterinarios y contratar un equipo de trabajo eficiente y responsable para el tambo.
Además, invirtieron en las instalaciones del tambo. “Cambiamos la sala de ordeñe, hicimos una bajada para 12 animales tipo espina de pescado”, cuenta Blázquez.
“Nuestras metas fueron mejorar la genética de las vacas —con inseminación— y su rendimiento en litros de leche”, afirma Sapino. Los resultados fueron muy buenos. El año pasado, el rinde promedio del tambo se ubicó en los 23 litros por día. “Con picos de 36/38 litros en las vacas de punta”, destaca Blázquez.
Estos profesionales se reunían todas las semanas con el ingeniero y los veterinarios. La guachera en la que se criaban las futuras vacas era atendida exclusivamente por una persona. Los veterinarios se dividían las tareas. Uno hacía clínica general y el otro reproducción. Y además, los terneros y las terneras estaban inscriptas en la Asociación de Criadores Holando Argentina (ACHA).
A pesar de todo este esfuerzo, la familia Blázquez remató todo su rodeo lechero el 8 de marzo de este año, sólo tres días antes de que el gobierno anunciara el esquema de retenciones móviles.
“Se me caían las lágrimas de los ojos. No podía creer que mis vacas estuvieran ahí”, recuerda Estela.
El remate se realizó en la Sociedad Rural de Rafaela. El afiche de la Cooperativa Guillermo Lehman lo vendió como una gran oportunidad: “240 vacas Holando Argentino. Más de 20 años utilizando semen de los centros de inseminación artificiales más importantes del país. 100% rodeo registro de cría”
— ¿Por qué las remataron?, pregunta Campolitoral.
— Lo pensamos durante un año, asegura Blázquez. Fue una decisión muy fuerte, muy dura. Los márgenes eran muy escasos. Y no queríamos dejarle este problema a nuestros hijos. También era una cuestión de ser responsables con su futuro.
Sapino dice que habían realizado un estudio de mercado para saber que otra cosa podían hacer para seguir. “La conclusión fue que había que estabular las vacas y aumentar todavía más la escala del tambo. Era una inversión muy importante y sentimos que había demasiada incertidumbre como para arriesgar todo ese capital”, explica.
En el campo de los Blazquez, el tambo se convirtió en un galpón. Pero guardaron todas las instalaciones para ordeñar. Es que todavía no pierden las esperanzas de poder volver a producir leche.
La familia Blazquez remató todo su rodeo lechero el 8 de marzo.“Se me caían las lágrimas de los ojos. No podía creer que mis vacas estuvieran ahí”, recuerda Estela Sapino.
Foto: Mauricio Garín

Es lo que hay. En la manga que usaban las vacas para ir a la sala de ordeñe ahora hay bidones de glifosato usado y cajas de fertilizantes. Un símbolo que refleja el avance de la agricultura en detrimento de la lechería. Una postal que se repite.
Foto: Mauricio Garín
El tambo era parte de la historia familiar de Peretti. Su padre producía leche desde que él nació. “Cerrarlo fue un dolor terrible, mi familia me apoyó mucho”, cuenta Luis Peretti.

Decisión difícil. Miguel Blázquez (en primer plano) y Estela Sapino cerraron su tambo luego de hacer estudios de mercado.
Foto:Mauricio Garín

Los recuerdos de un tambero. Luis Peretti cuenta con emoción como se organizaba su tambo.
Foto:Mauricio Garín