Tribuna de opinión
“Cuando muere el zonzo viejo”
Por Néstor Vittori
El epígrafe de Arturo Jauretche, en su libro “Manual de zonceras argentinas” dice: “Lo que les he dicho, no sirve para nada, porque a la gente azonzada no la curan los consejos. Seguro, que cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada.”
Esta cita viene a cuento de las interpretaciones que le dan a mis notas algunos comentaristas que se manifiestan por la web.
Admito la opinabilidad y contradicción respecto de mis opiniones, a partir de posicionamientos ideológicos que todas las personas tienen derecho a tener, y las respeto aunque no las comparta. De esto se trata el pluralismo al cual adhiero por formación y trayectoria.
El periodismo es un amplio campo donde se vuelcan y reflejan todas las opiniones, en la medida de su valor.
Los periodistas viven diariamente realidades desde su subjetividad, de las que muchas veces no pueden sustraerse o dejar de tomar posición a partir de su pensamiento. Pero a la hora de tratar una noticia, un comentario o una opinión, aun sin compartirla, tienen la responsabilidad de la imparcialidad.
Asombra el paupérrimo grado cultural que ponen de manifiesto muchas de las expresiones o comentarios de algunos de nuestros lectores expresados en las redes sociales, que lejos de agraviar como parecieran sus intenciones, lo que hacen es permitir tener una medida de la educación, cultura y fundamentación ideológica de sus protagonistas.
Cuando las contradicciones y comentarios tienen altura, El Litoral tiene por tradición la publicación de esas expresiones, ya sea como cartas de los lectores o contraeditoriales. De esto se trata el pluralismo.
Pero esto no sería grave, si se contrastaran, como expresión de un mundo estático, y donde la aceleración del cambio, tanto en métodos y tecnologías, no fueran gravitante.
La resistencia a entender, asimilar y asumir las “nuevas realidades” como diría Peter Druker, entraña el drama de que van quedando afuera de las mismas, perdiendo oportunidades, y quedándose al costado del futuro.
Argentina, en el constante pedaleo de sus crisis por no asumir definiciones político-económicas realistas, pertenecientes a la ideología que sea, lo que hace es postergarse cada vez más, perdiendo el tren del mundo. De un mundo cada vez más poblado, más competitivo y con menos márgenes de error.
La huella humana en el planeta, ha superado ya en un 20 %, según estiman los expertos, la capacidad normal de soporte de población. (Ver el informe actualizado de la comisión Meadow).
Ese exceso, que es la causa de las principales tensiones mundiales y cuya resolución solamente llegará de la mano de los aportes que puedan hacer la ciencia y la tecnología, entraña una carrera terrible contra las limitaciones físicas, temporales y del conocimiento.
Argentina, tiene todavía márgenes grandes frente a esa prospectiva negativa por su emplazamiento en el sur del hemisferio sur y su nivel de población; pero no puede, como ningún país del mundo, sustraerse a la globalización, rechazando sus reglas del juego.
El progreso, no está asegurado para ninguna geografía en particular, y es posible que la evolución (tal como la concebía Darwin) no sea progreso. De hecho hay numerosos ejemplos mundiales de situaciones regresivas. Argentina es uno de ellos. Luego de haber tenido durante 50 años un ciclo de crecimiento económico del orden de 6 % anual, a partir de la crisis del 30 y luego a causa del populismo, quedó demostrado que padeció más de 70 años de retroceso relativo, desperdició sistemáticamente las oportunidades que el mundo le ofrecía, como la excepcional década de altos precios internacionales de los “comodities”, que fueron malgastados por el kirchnerismo en un despilfarro de consumo, que fue la coartada con que cubrieron el más escandaloso período de corrupción pública y política de nuestra historia.
Cuando el progreso científico se aproxima cada vez más al control de las enfermedades, cuando la ingeniería genética y la biología molecular se acercan a la eliminación de los limitantes biológicos que condicionan la inteligencia y la capacidad física, cuando nos acercamos con mayor verosimilitud a la “amortalidad”, cuando la mecánica , la electrónica y la informática nos permiten avizorar la combinación con la biología, en verdaderos fenómenos “ciborg”, cuando se pronostican avancen acelerados en la producción de inteligencia artificial, con miles de millones de dólares de inversión; la dirigencia argentina, tanto privada como pública, aún debate fórmulas para impedir que el mundo nos alcance, resignando una mirada proyectiva de organización y de trabajo, de esfuerzo y de restricción, para prevenir los nuevos tiempos.
Nos horrorizamos de que nuestros jóvenes sean captados por la droga y el narcotráfico, nuestras jóvenes sean captadas por la prostitución y la trata de personas, pero somos incapaces de hacer el esfuerzo de sanear nuestra nación, ordenándola y colocándola en el tren del progreso, generando así posibilidades a esos jóvenes.
No puede ser que sean los narcos y los delincuentes, los nuevos emprendedores que, a punta de pistola, de violencia, de crueldad, y saltando todas las normas y regulaciones, produzcan un mundo menos ideológico y más eficaz, para millones de personas que no encuentran destino.
Como cité al principio: “A la gente azonzada no la curan los consejos. Seguro que cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada”.
La dirigencia argentina, tanto privada como pública, aún debate fórmulas para impedir que el mundo nos alcance, resignando una mirada proyectiva de organización y de trabajo, de esfuerzo y de restricción.