Edición del Martes 14 de junio de 2016

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Un protagonismo olvidado - Edición Impresa - Opinión Opinión

El mes de julio y las mujeres

Un protagonismo olvidado

Por Ana María Zancada

Casi no figuran en las crónicas, pero ellas estuvieron allí, prácticamente desde el comienzo, dentro o fuera del ejército, enfermeras, aguateras, cocineras, empuñando las armas y por las noches, silenciosas y amantes, sofocando los ardores de una nostalgia cargada de ausencias. Pero siempre invisibles. Avanzadoras, troperas, lavanderas, soldaderas, vivanderas, pero siempre un sostén para la soledad. Muy pocos fueron los nombres que vencieron el olvido. La mayoría de las veces eran mujeres del pueblo, sin instrucción, humildes, pero bravas como el que más, dueñas de sentimientos encontrados, que mostraron el coraje de sus miserias y cuyos nombres se perdieron en el anonimato de la historia.

En la formación de los distintos países, que conformaron lo que hoy es la América, hubo avances y retrocesos, pérdidas, llantos, amargura y muerte. Enfrentamiento épico de fuerzas opositoras, dando cauce a la naturaleza conquistadora del más fuerte. Sin embargo, existe una injusticia tan antigua como el hombre mismo.

La mujer defendió su tierra con el mismo coraje, valor y empuje que el hombre, pero ellas prácticamente no figuraron en las crónicas, salvo como figuras fantasmales recorriendo el campo de batalla luego de la contienda, buscando sus muertos, curando los heridos. Pocas veces se menciona el fuerte protagonismo que tuvieron en el devenir de los acontecimientos. No quisieron quedar al margen. Sus sentimientos eran iguales al de sus compañeros, tal vez más fuertes ya que defendían su lugar en el mundo y sus hijos, como hembras embravecidas. Legiones olvidadas que silenciaron sus gritos, ahogaron su dolor, borraron sus debilidades para desempeñar un rol importantísimo en esa batalla que sabían de antemano que les llevaría la vida, pero que no podían eludir.

Recurrieron a la astucia, prestaron sus oídos, refugiadas precisamente en la inferioridad de su presencia, usaron su condición de invisibles para estar presentes en el lugar indicado, llevando y trayendo información. Su aparente fragilidad fue el escudo que las protegió para estar presentes donde nadie las veía o consideraba, sombras silentes en los lugares indicados, oídos atentos para las noticias que pudieran ser importantes, ahogaron su llanto y su desesperación, recorriendo los campos de batalla, socorriendo a los heridos o dando sepultura a los que quedaban definitivamente en el suelo encendido de tanta muerte y rencores.

También estuvieron en los salones, sitios diferentes pero muy importantes, donde eran los oídos atentos de todo lo que se comentaba. Con su sonrisa, sus dulces palabras, eran la presencia delicada y sutil que recogía o sonsacaba información que luego convertían en valiosas para ser transmitidas a quien correspondía. Su barniz de belleza era usado como arma de seducción, también eran capaces de dejar oír su opinión inflamada de un ardor patriótico que crecía sin parar. Hubo damas que gozaban de una buena posición económica y que dieron precisamente apoyo a las mermadas arcas de la causa patriótica.

De una y otra forma, patricias, señoras linajudas, mujeres humildes, analfabetas, todas a su manera y desde su lugar, formaron legiones anónimas, que en ningún momento pensaron en la inmortalidad, pero sí soñaron con una patria libre, insufladas de un sentimiento difícil de definir, pero intrínsecamente fuerte y arrollador, defendiendo su tierra, su lugar, sus pertenencias, esa entelequia que luego llamarían patria.

Los herederos de esas historias, miramos ahora hacia atrás, tratando de reconstruir aquellos lejanos días en que seres humanos iguales pero diferentes, fueron protagonistas de instancias que a la luz del presente suenan inverosímiles, cargados de injusticias y crueldades, pero tal vez necesarios para ir construyendo un presente que todavía no ha logrado perfiles propios y definidos.

La mayoría de las veces eran mujeres del pueblo, sin instrucción, humildes, pero bravas como el que más, dueñas de sentimientos encontrados, que mostraron el coraje de sus miserias y cuyos nombres se perdieron en el anonimato de la historia.

Ahogaron su llanto y su desesperación, recorriendo los campos de batalla, socorriendo a los heridos o dando sepultura a los que quedaban definitivamente en el suelo encendido de tanta muerte y rencores.



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Martes 14 de junio de 2016
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