En Familia
La grieta

El remedio existe, la grieta puede cerrarse hasta el olvido, y podemos lograr una comunidad pacífica y armoniosa para vivir un tanto felices.
Rubén Panotto (*)
Una rajadura, una brecha abierta, una boca o abertura que separa y divide la estructura de una misma materia. Terremotos importantes muestran su intensidad destructora por medio de las grietas que producen en cualquier lugar y terreno. Siento mucho pesar al observar que una brecha se ha producido en nuestro querido país, que está de la peor manera dividiendo amigos, familias, vecindarios, comunidades sociales, políticas y religiosas, etc. Siento pesar porque esa rajadura sigue fagocitando personas de toda condición y nivel, sin importar su grado de inteligencia, capacitación o buenas intenciones. Muchos acusan a “los otros” como responsables de tamaña tropelía, mientras otros niegan tener alguna responsabilidad mientras aceptan que no está mal que haya discusión para establecer cambios radicales en la cultura y la sociedad. Algo está mal, pero muy mal, porque lejos de lograrse los cambios felices que se proponen, las diferencias se agigantan, y la violencia verbal, gestual y física es moneda corriente y en la mayoría de las veces por nimiedades. ¿Qué nos está pasando a los homo sapiens?¿No estamos acaso en el momento más importante del avance tecnológico, de la ciencia, de la exaltación de los recursos y derechos humanos? ¿No es la paz entre los seres humanos y las naciones el objetivo mayor de pactos y tratados mundiales? Siento pesar, porque en nuestro respeto y consideración por el bien común estamos involucionando, aunque no hayamos perdido la visión de una restauración moral social y política. Muchos lo desean, no obstante algo falta, algo impide un nuevo amanecer en nuestras relaciones.
Detectando impedimentos
La primera piedra es nuestra persistente falta de no reconocer nuestros propios y personales errores. Cuánto hace que no nos escuchamos confesar: perdón, me equivoqué. La segunda piedra es la arrogancia, el orgullo personal, que nos convence de que si reconocemos nuestros errores, seremos declarados perdedores y débiles fracasados desestimados por los demás. El tercer escollo es la hipocresía individual y colectiva, de creer que nosotros somos los dueños de la verdad, que mostramos conductas cuasi perfectas, dignos ejemplos de honestidad, moralidad y sujeción a las leyes. Soportamos la hipocresía, porque esta actitud nos hace sentir generosos y comprensivos de la conducta y pensamiento “del otro”. No comprendemos que en realidad “los otros” son parte del “nos-otros”. La cuarta piedra es la incredulidad. La real academia la define como “repugnancia o dificultad en creer una cosa. Falta de fe y de creencia en Dios”. La desconfianza es una actitud inherente a la naturaleza humana, no obstante, se puede modificar hacia una práctica racional y benigna de la confianza. El ser absolutamente desconfiado es despectivo, solitario e improductivo. Por otra parte, el que sabe brindar confianza con responsabilidad y sabiduría es un ser amigable, creíble y digno de asignarle importantes misiones para la vida de los otros. El remedio existe, la grieta puede cerrarse hasta el olvido, y podemos lograr una comunidad pacífica y armoniosa para vivir un tanto felices.
En el libro de Crónicas, versión latina hecha por Jerónimo, se relata una promesa escrita 500 años a.C., en un tiempo de sequías, cosechas arrasadas por la langosta, etc.: “... si el pueblo que respeta mi nombre se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado, restauraré y sanaré su tierra”.
(*) Orientador Familiar