Edición del Sábado 01 de agosto de 2015

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Orient-Express, un viaje de leyenda - Edición Impresa - Revista Nosotros Nosotros

Orient-Express,  un viaje de leyenda

Orient-Express, un viaje de leyenda

Paisajes soñados, confort y lujo en una formación que conserva todo el encanto de otro siglo, y una atención cuidada en todos los detalles acompañan al viajero en el trayecto entre París y Estambul. Desde su relato, la autora nos suma a una experiencia inolvidable.

TEXTO. NIDIA CATENA DE CARLI.

 
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Tres lujosos restaurantes y el coche bar están a disposición de los viajeros.

El silbato del tren resuena imperioso en la mítica estación Victoria de Londres. Son las doce del mediodía y el Orient-Express se ha puesto en marcha hacia el puerto de Folkestone. Mientras tanto los camareros se apresuran a poner en manos de los pasajeros una estirada copa de champagne “bien frappé”.

El tren llega puntualmente al puerto y los viajeros embarcan en el “Seacart”, un transbordador para vehículos muy rápido según los entendidos en el tema. Sin lugar a dudas lo es, pues casi sin darse cuenta los afortunados pasajeros ya están en el puerto francés de Boulogne. Desde allí deben continuar viaje hasta la Gare de Lest de París.

Es en este punto donde los turistas se dividen: algunos seguirán viaje a Venecia, otros, en cambio, tienen reservado un destino muy excitante: París-Estambul (en seis días), las dos ciudades que unía el tren originalmente en su viaje inaugural el 4 de octubre de 1883.

EL MEJOR DESTINO: PARÍS - ESTAMBUL

Exactamente a las 15.40 el tren parte de la Gare de Lest de París. Con un poquito de envidia y sorpresa veo subir damas muy coquetas, con elegantes trajes de diseño exclusivo e infaltables capelinas o tocados en sus cabezas; los equipajes y carteras de marcas famosas son moneda corriente entre estas aristócratas viajeras. Los señores no le van en saga con sus modernos trajes, o bien con esmóquines.

Algunos de los pasajeros tienen el privilegio de instalarse en el carruaje YBIS, una verdadera pieza de museo construido en 1925. Es el más antiguo del tren y está decorado con medallones de marquetería con motivos de la Grecia antigua.

Otro coche famoso es el Zena, donde se filmó buena parte de la película “Asesinato en el Orient Express”. Los carruajes de este trayecto son todos diferentes, muchos fueron usados por la realeza, altos dignatarios internacionales, aristócratas y artistas.

Todas las instalaciones del tren son un compendio de lujo, refinamiento y comodidad. Cada camarote es una pequeña suite con revestimientos en fina madera, muebles y accesorios de época hechos en cobre, cristal y tapizados en terciopelo.

El baño privado es completo y funcional. Las toallas y albornoces llevan las iniciales O. E.

El legendario tren ofrece al viajero tres lujosos restaurantes donde se sirven menús muy diversos a elección de los pasajeros. Luego, es de rigor ir al coche bar a saborear un trago y gozar de buena música.

RECORRIDO Y PARADAS

De noche, mientras los turistas duermen, el tren cruza parte de Francia y Suiza, deteniéndose sólo en Basilea para recoger pastelería fresca y periódicos.

Continúa brioso por Suiza, atravesando pequeños pueblitos de ensueño diseminados en los verdes valles, envueltos en una atmósfera bucólica tan sólo interrumpida por el silbato del tren, o bien, por el tintinear de los cencerros de las vacas o el grito de los pastores que se comunican de una montaña a la otra.

A la mañana siguiente los camareros tienen todo dispuesto para sorprender a los pasajeros con un suculento desayuno servido en la suite: zumo natural de naranja, panecillos, rebanadas de plum cake, manteca y varias clases de mermeladas, miel, café, leche, crema y un ejemplar del Herald Tribune.

Existe un punto en común entre los viajeros: todos toman fotos y comentan lo exclusivo que es el viaje.

Mientras tanto, los más bellos escenarios de Austria desfilan ante los ojos de los extasiados viajeros.

DE LAS MONTAÑAS A LA LLANURA

Luego de atravesar países montañosos como Suiza y Austria, nos encontramos de pronto con la campiña húngara donde prevalecen los extensos sembradíos de cereales, salpicados de casitas con tejados de colores. Las mujeres dejan por un momento sus quehaceres para saludar alborozadas el paso del tren.

A la mañana siguiente el Orient Express arriba a Budapest. Los pasajeros son trasladados a un lujoso hotel céntrico. Luego del desayuno, el guía tiene preparado un programa de visitas a los lugares emblemáticos de la capital húngara.

El guía comienza explicando a los ávidos turistas: ”Budapest es una urbe separada por el Danubio (Buda y Pest) pero, unidas por infinidad de puentes. El más bello y mítico es el puente de las Cadenas que nos conduce a Buda, la vieja ciudad medieval. Allí se encuentra el Castillo de Buda y el Monte Gellert, desde dónde se puede disfrutar de sorprendentes vistas del Danubio y de Pest, en la otra orilla. Precisamente, ese histórico sitio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En el día de mañana haremos un paseo por las calles de Pest, luego tomaremos el Corso, es un trayecto que va siguiendo el curso del Danubio. Este itinerario nos permitirá admirar los bellos edificios barrocos con vestigios góticos y árabes, las iglesias, sinagogas y los famosos baños termales, entre otras muchas singularidades que caracterizan esta inolvidable ciudad.

LA RUTA DE LOS BALCANES

Luego de dos días en Budapest, los pasajeros arriban al tren para continuar viaje, comentando sus impresiones de esta maravillosa ciudad.

Mientras tanto, el chef con su ayudante preparan los cockteils de preferencia de los exigentes pasajeros. Más tarde los espera un almuerzo que es un clásico ritual: Fondue de pireaux y feuilletté de morilles á la créme; Gratin de fruits frais flambé a la sambuca; luego, selección de quesos y marrons glacés a l’orange; café de Colombia y licores. Todo es tan perfecto que parece un sueño.

El Orient Express se detiene por la tarde en un enclave de los Cárpatos para visitar el Palacio Peles; lo hace no por ser un gran monumento, sino porque es una parada histórica desde el viaje inaugural en 1883.

El tren continúa su marcha por los Cárpatos. ¿Por qué será que cuando los viajeros atraviesan los sinuosos Cárpatos y luego los Alpes de Transilvania, todos comentan las terribles historias de un tal Conde Drácula? Son todas tan escalofriantes que provocan cierta inquietud en el pasaje, sobre todo a los más aprensivos.

Luego de un corto trayecto, el tren arriba a Bucarest.

Una tarde permite a los pasajeros visitar el antiguo Palacio Real, hoy Museo Nacional, el palacio del Príncipe Vlad Tepes -todo un símbolo de Bucarest y la iglesia Stravropoleos, una joya de la arquitectura ortodoxa.

El autocar recorre las calles más representativas de la ciudad y luego devuelve a los trashumantes de lujo al tren, a tiempo para disfrutar una exquisita cena.

Al amanecer del quinto día, el Orient Express cruza el Danubio y entra en Bulgaria. Todo el día discurre por este país, que tiene una rara particularidad: mueven la cabeza de arriba a bajo para decir “no”, y de un lado a otro para decir “sí”.

EL ARRIBO A ESTAMBUL

Atravesar la llanura tracia parece no tener fin, pero todos sienten el inminente final de este viaje de novela.

Tanto es así que muchos pasajeros saborean de antemano saber que se alojarán en el Pera Palace, el mítico hotel donde Agatha Christie escribió parte de la novela que tendría como escenario el tren.

Estambul es la última parada de este viaje del que nadie quisiera bajarse. No obstante, esta ciudad inquieta y subyuga. En primer término, es la única ciudad del mundo que enlaza dos continentes: Europa y Asia o, lo que es lo mismo, Oriente y Occidente.

Con mucho entusiasmo y camaradería, luego de seis días de viaje, los turistas tienen ya planeadas sus visitas a los lugares más emblemáticos: el estrecho del Bósforo, Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Palacio Topkapi, el Gran Bazar, los famosos baños turcos y muchos sitios más.

Estambul atrapa con sus encantos y es un excitante broche de oro en este mítico viaje.

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Entre París y Estambul, la formación atraviesa paisajes de ensueño.

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Cada camarote es una pequeña suite con revestimientos en fina madera, muebles y accesorios de época.

 
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las instalaciones del tren son un compendio de lujo, refinamiento y comodidad.



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