Bronquiolitis: cuidemos a nuestros niños
En Argentina, las infecciones respiratorias agudas constituyen uno de los principales problemas de salud de los niños menores de cinco años, ocasionando casi el 50% de las internaciones y de las consultas ambulatorias. Es, además, la primera causa de muerte en menores de doce meses.

Cada año, más del 20% de los niños desarrollan infección respiratoria aguda, y cerca del 3% de los menores de un año se internan por bronquiolitis, su forma más común. En esta nota, Prevención Salud, la empresa de medicina prepaga del Grupo Sancor Seguros, te cuenta todo lo que necesitás saber sobre el tema para cuidar a tus hijos.
La bronquiolitis es una enfermedad frecuente del aparato respiratorio, provocada por una infección que afecta a las vías respiratorias diminutas, denominadas ‘bronquiolos‘, que desembocan en los pulmones.
Suele ser una infección viral, más a menudo por el virus sincitial respiratorio (VSR). Las infecciones causadas por este virus son responsables de más de la mitad de todos los casos de bronquiolitis y ocurren sobre todo en invierno y a principios de la primavera. Otros virus asociados a la bronquiolitis son el rhinovirus, el de la gripe y el metapneumovirus humano.
Conforme estas vías respiratorias se van inflamando, se edematizan y se llenan de mucosidad, lo que dificulta la respiración. Aunque suele tratarse de una enfermedad leve, algunos bebés corren el riesgo de enfermar gravemente y requerir hospitalización.
LOS SÍNTOMAS
Los síntomas pueden variar mucho. Suele comenzar como un resfriado, con moco nasal, tos leve y, a veces, fiebre. En los casos más graves, después de uno o dos días, la tos empeora y el niño tiene una respiración más agitada. Algunos de ellos pueden tener, además, dificultad para respirar y ruidos en el pecho.
El curso natural de la bronquiolitis puede durar entre 7 y 10 días, pero es entre el segundo y tercer día cuando puede tener lugar una desmejora. Es importante que padres y cuidadores sepan reconocer los signos y síntomas de dificultad respiratoria, a fin de adelantar la cita con su pediatra o acudir a una guardia médica.
El niño también puede presentar falta de apetito, no alimentarse bien y/o desarrollar deshidratación. También pueden producirse vómitos después de los episodios de tos. Con menor frecuencia, los bebés, sobre todo los prematuros, pueden tener episodios donde dejan brevemente de respirar (denominados ‘apneas‘) antes de desarrollar otros síntomas.
En los casos graves, los síntomas empeoran con rapidez. Un niño con bronquiolitis grave puede fatigarse por el esfuerzo de respirar y entrarle una cantidad muy escasa de aire en los pulmones debido a la obstrucción de sus pequeñas vías respiratorias. Su piel puede volverse azulada (‘cianosis‘), lo que resulta especialmente visible en los labios y las uñas. El niño también puede deshidratarse por el esfuerzo respiratorio, los vómitos y la reducida ingesta de alimentos.
La mejor forma de evitar la propagación de los virus que pueden provocar una bronquiolitis consiste en lavarse las manos a menudo. También puede ayudar el hecho de mantener a los bebés lejos de personas resfriadas o con tos. Los bebés que están expuestos al humo del tabaco tienen más probabilidades de contraer bronquiolitis más graves, en comparación con los bebés que viven en casas donde no se fuma. Por eso es tan importante evitar exponer a la población infantil al humo del tabaco.
Aunque todavía no se ha desarrollado una vacuna contra la bronquiolitis, existe un medicamento que se puede administrar para reducir la gravedad de esta enfermedad, pero solo es recomendable en bebés con riesgo elevado de contraer bronquiolitis, como los muy prematuros o aquellos que padecen una enfermedad pulmonar o cardíaca crónica.
TRATAMIENTO PROFESIONAL
Por suerte, la mayoría de los casos de bronquiolitis son leves y no requieren ningún tratamiento profesional específico. Los antibióticos no son útiles porque la bronquiolitis está provocada por una infección viral y los antibióticos solo son eficaces en las infecciones bacterianas. A veces se administra medicación para ayudar a desobstruir las vías respiratorias del niño.
Los bebés que tienen problemas para respirar, están deshidratados o parecen fatigados siempre deben ser evaluados por un médico. Los lactantes moderada o gravemente enfermos pueden requerir hospitalización para que reciban una atenta observación, líquidos y oxígeno húmedo. En contadas ocasiones y en casos muy graves, se utilizan respiradores para ayudar al bebé a respirar hasta que empiece a mejorar.
TRATAMIENTO EN CASA
El mejor tratamiento para la mayoría de los niños es darles tiempo para que se recuperen y abundantes líquidos. Asegurarse de que un paciente bebe suficiente líquido puede resultar algo complicado, ya que un lactante o niño con bronquiolitis puede no tener ganas de beber. Por lo tanto, se les debe ofrecer líquido en pequeñas cantidades y con mayor frecuencia de la habitual.
El aire de interiores, sobre todo durante el invierno, puede resecar las vías respiratorias y hacer que la mucosidad se vuelva más pegajosa. Algunos padres colocan humidificadores de vapor frío en la habitación del niño para fluidificar la mucosidad de las vías respiratorias,y aliviar la tos y la congestión. Si utilizás uno, limpialo a diario con lavandina de uso doméstico para evitar la formación de moho. Evitá los humidificadores de vapor caliente, que pueden ser peligrosos y provocar quemaduras.
PREVENCIÓN
MÁS DATOS
CONTAGIO
Las infecciones que pueden provocar bronquiolitis son contagiosas. Los gérmenes se propagan a través de gotitas del fluido procedentes de la nariz y la boca de una persona infectada. Estas son aerotransportadas mediante estornudos, toses o risas, y también pueden acabar sobre objetos que toca la persona infectada, como pañuelos usados o juguetes.
Los bebes que asisten a guarderías tienen mayor riesgo de contraer una infección que podría derivar en bronquiolitis, porque están en contacto directo con muchos niños pequeños.
PARA TENER EN CUENTA
Los factores de riesgo para desarrollar la enfermedad son:
- Edad menor a seis meses.
- Falta de lactancia materna.
- Hacinamiento.
- Presencia de convivientes fumadores.
- Concurrencia a guardería.
- Nacimiento prematuro.
- Padecer previamente una enfermedad pulmonar o cardíaca crónica.
- Sistema inmunológico debilitado por enfermedades o medicamentos.
SEÑALES
DE ALERTA
Tendrás que adelantar la cita con el pediatra o acudir a una guardia si observás que tu hijo/a:
- Tiene ruidos como “silbidos” en el pecho y respira más deprisa.
- Respira con dificultad: se marcan las costillas y mueve mucho el abdomen.
- La fatiga le dificulta tomar alimentos.
- Vomita todo lo que toma y rechaza beber líquidos; apenas moja los pañales. Cuidado con la deshidratación.
- Está somnoliento y quejumbroso.
- Se le nota más pálido, con labios y puntas de los dedos de color azulado.