“PITBULL, EL SAJÓN”
Una hazaña hilarante

José Ignacio Serralunga, Fabián Pinnola, Érica Vázquez y Jimena Medina conforman el elenco de la obra, que está dirigida por el mismo Serralunga.
Foto: Gentileza producción
Juan Ignacio Novak
Arranca la acción y a la usanza de los antiguos poemas épicos se brindan al público las, no del todo precisas, coordenadas espacio temporales: heladas tierras anglosajonas, siglo VIII, tiempo de oscuridad y oscurantismo. Así, de entrada se percibe una clara referencia (como se verá muy pronto, con el avance de la trama, con intenciones paródicas), al poema épico que narra las hazañas de Beowulf. Se intuye un pueblo acechado por un ogro (que se llama Haendel, así como aquella criatura del poema respondía al nombre de Grendel) que espera con ansias la llegada de alguien que los pueda librar de sus acechanzas.
Acto seguido, se construye un encadenado de estrafalarios buscavidas, que parecen ofrecer soluciones mágicas, que no son tales, a los aterrados aldeanos. Tras lo cual surge un personaje -con muchas características antiheroicas- de furibundos cabellos colorados, elevada autoestima y sobre todo muy afecto a las alabanzas hacia su persona, quien tras un ¿legendario? ¿elegíaco? enfrentamiento vence al ogro y acaba así con los padecimientos de los habitantes del desolado paraje. Todo eso con un formato operístico, con cuatro actores que cantan en vivo y sazonado con toques de humor.
Esta elección representa todo un desafío para los actores, que asumen una fuerte exigencia, pero de la que salen airosos, que demuestra la buena preparación vocal de Cecilia Arellano. Tanto José Ignacio Serralunga como Fabián Pínnola (responsables a su vez de los textos, la dirección, el diseño lumínico y la composición de la música original, respectivamente) realizan una buena y divertida labor en sus roles interpretativos del ogro, que se lleva algunos de los momentos más cómicos y del locuaz guerrero Pitbull. En tanto, Jimena Medina y Érica Vázquez otorgan a la pluralidad de personajes que les corresponde, entre los que figuran aldeanas, una estrambótica psiquiatra y la pérfida madre del ogro, la gracia y vivacidad necesarias.
Para reír
“Pitbull, el sajón”, encuentra uno de sus principales aciertos en los toques de humor delicioso. Como ejemplos, la sesión de psicoanálisis a que someten al ogro, que permite desvelar un complejo edípico irresuelto que define la difícil relación del monstruo con su entorno; la llegada de un estrafalario exterminador de ogros de acento germano y pócimas tan complejas como inútiles o las recetas culinarias a cargo de un ogro inesperadamente convertido en animador mediático. Es precisamente en estos tramos donde la propuesta alcanza sus mejores y más logrados momentos.
En los apartados técnicos tanto el vestuario como la escenografía, las máscaras y la utilería denotan el buen trabajo de Abel Monasterolo con asistencia de Paula Monasterolo. Y hay un buen trabajo de iluminación que realza el trabajo escénico de los actores. Queda sin embargo, en una visión de conjunto, cierta sensación de que se podría haber aprovechado más el potencial humorístico del texto y las posibilidades de los actores. De todas formas, el producto final es entretenido y ofrece al espectador justo lo que que promete, desde el momento en que los hacedores presentan la obra como un “cuento para grandes”: un momento para la evasión, con música de buena calidad y retazos de humor blanco.