Amor y dolor en la obra de Frida Kahlo
Una paleta vibrante que estalla en cada tela; una obra atravesada por el sufrimiento físico y un legado artístico, el de Frida Kahlo, que trasciende las fronteras de su México natal. Mañana se cumplirán 60 años de su muerte.
TEXTO. ANA MARÍA ZANCADA.

“La columna rota”, autorretrato de 1944.
México, tierra caliente de pasiones y revoluciones, tuvo en el movimiento muralista de fin del siglo XIX y principios del XX a grandes maestros que usaron el arte como expresión y propaganda de nuevas ideas para movilizar a las masas, a través de contenidos icónicos que trasladaban mensajes no precisamente subliminales a una clase indígena y obrera que se veía postergada.
Hubo nombres importantes que trascendieron las fronteras y marcaron toda una época. Un imaginario revolucionario del México contemporáneo que unió pasión, color y formas.
MÉXICO, FRIDA Y DIEGO
Hay destinos que parecen unidos desde su nacimiento. Amores inverosímiles y tozudos que van más allá de la lógica.
Tal el caso de Frida Kahlo y Diego Rivera. Tanto en la vida de él como en la de ella hubo muchos otros nombres. Sin embargo era como si un hilo invisible, fatídico y cruel los uniera.
La relación estuvo plagada de mentiras, traiciones, mezquindades, celos artísticos, soledades y dolor. Así y todo, superando el tedio sucesivo de los días, se prolongó en el tiempo. Y en el marco de una tierra, cuna de fuertes pasiones, fue testigo de una época donde el pueblo buscaba cortar cadenas que amenazaban con sepultar ancestrales leyendas.
CADA UNO Y LOS DOS
Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, en ese entonces un pueblito en las afueras del Distrito Federal. Su padre, Wilhelm Kahlo, hijo de judíos rumanos emigrados de Alemania, tenía un pequeño atelier de fotógrafo. Allí comenzó Frida a entrar en contacto con el dibujo, las formas y los colores.
Pero el destino comenzaría muy pronto a marcar la vida de la niña. A los seis años tuvo poliomielitis. Su pierna y pie derecho quedaron resentidos. Superado este trance siguió su vida, disfrutando de una juventud llena de proyectos e ilusiones. En compañía de su primer amor, Alejandro Gómez Arias, planearon estudiar medicina. Pero ese no era el camino trazado para ella. El 17 de setiembre de 1925, ambos jóvenes tomaron un autobús en pleno centro de México que fue embestido por un tranvía. Frida no podía imaginar siquiera el calvario que comenzaba.
Como resultado del choque, ella se partió la columna vertebral, se quebró la clavícula, varias costillas, se dislocó el hombro izquierdo y se fracturó la pierna y el pie derecho. Además una barra de acero le atravesó la cadera izquierda, produciéndole una triple fractura de la pelvis. Pasado un año, los médicos advirtieron otra fractura en una vértebra lumbar lo que la obligó a usar rígidos corsés durante largos meses. Su vida dependía ahora de los facultativos y de los hospitales.
Pero, tal vez, ayudada por la voluntad de la ascendencia alemana, Frida no se entregó. Sus largos períodos de inmovilidad fueron un acicate para incentivar la imaginación, consumir los días con algo y olvidarse del dolor. La ilusión de la medicina quedó atrás.
Dicen que nacemos con un destino marcado. Tal vez sea así. Frida comenzó a llenar las horas de soledad e inmovilidad con esbozos de dibujos, apoyada por su padre. Éste le fabricó un caballete especial para que pudiese trabajar. La joven encontró en ello un escape para su dolor y aburrimiento. Las horas se fueron llenando con dibujos que, a medida que transcurría el tiempo, expresaban toda la soledad y frustración de un destino amargo.
Finalmente su fuerza de voluntad triunfó y hacia 1928, su recuperación era casi milagrosa. Retomó las amistades de la escuela donde nuevos aires revolucionarios agitaban las aulas. En esas tertulias conoció a la fotógrafa Tina Modotti. Integrada al grupo, se afilió al Partido Comunista Mexicano. Es así como el destino la conecta con Diego Rivera, un exaltado artista de 42 años, con un pasado amoroso tan turbulento como su filiación política. Contra la opinión de todos se casaron, y dieron comienzo a una nueva etapa en la vida de ambos.
FRIDA Y DIEGO
¿Cómo una mujer tan delicada pudo enamorarse de un hombre así? El corazón maneja sentimientos que no tienen nada que ver con el sentido común. Frida amaba a Diego y Diego amaba a todas las mujeres que caían subyugadas a su fuerte temperamento de hombre feo y atropellador. Y mientras crecía su fama de artista revolucionario, mensajero icónico de los movimientos obreros e indígenas, Frida veía frustradas sus ansias de maternidad. Su precaria salud, la debilidad de sus huesos y un destino marcado provocaron varios abortos. El mundo de Frida se iba volcando en sus dibujos: insensibles, crueles, mujeres de grandes ojos fijos, alucinaciones casi surrealistas que iban llenando las telas, cual hojas de un libro de vida.
Entre 1930 y 1933, viajaron a Estados Unidos. Diego era un hombre famoso, deseoso de engrosar su lista de amantes. Frida no encontraba cabida en ese país al que sentía ajeno a sus costumbres.
Sus dibujos son reflejo de sus estados de ánimo. A través de sus pinturas va reflejando lo que para ella era una fría sociedad donde crecía su soledad. Sumado a su frustrada maternidad, un aborto natural la obligó a una internación que no hizo más que aumentar su desasosiego, documentado en su trabajo “La cama volando”, de 1932.
Para felicidad de Frida, en 1934 ya estaban de vuelta en México, pero una nueva traición de Diego le laceraba el alma: los devaneos de su hermana Cristina con Diego que por supuesto no rechazaba nada. Su vida era una mezcla de dolor físico, desencantos amorosos y desenfrenada necesidad de volcar en el arte su desánimo.
Así, sus trabajos son como las páginas de un diario donde las imágenes van relatando su soledad, pérdidas, frustraciones, su calvario de enfermedades con un innegable protagonismo en primera persona.
Una paleta vibrante estalla en cada tela, fuerte y agresiva como la voluntad de vivir de quien, con rabia, empuña los pinceles.
Frida es el personaje central de prácticamente todas sus pinturas. Frida doliente, Frida esposa pequeña y sumisa al lado de su enorme esposo, Frida con su colorida ropa campesina que disimulaba su deformidad. Grandes ojos que parecen interrogar al destino. Nunca una sonrisa, sí el dolor de la pérdida en una muda expresión que busca una respuesta sin encontrarla. Sólo en su retrato “Furlang Chang y yo” su expresión se dulcifica un poco. Pero no volvemos a encontrar a esa Frida.
AMORES Y AMISTADES
Claro que en la turbulenta vida de este matrimonio hubo episodios variados y atípicos. Elementos y condimentos de espíritus libres, sin tapujos ni ataduras mediocres de ciudadanos comunes.
Frida y Diego tuvieron muchos amigos y amantes. A veces compartidos, como el caso de la actriz Dolores del Río que -decían- pasó por el lecho de ambos, a pesar del enojo de Diego que no permitía rivalidades y no ocultaba su corpulenta contrariedad, como en el caso de las relaciones de Frida con el japonés Isamu Noguchi. O la ya conocida relación con Trosky en el exilio de éste en México. O su romance con el fotógrafo Nicholas Murray, y tantos más.
EL ESPÍRITU DE FRIDA
Si bien no se puede hablar de la pintura de Frida sin conocer su enfermedad, sus trabajos reflejan el camino de su tortuosa vida, sus dolores físicos, sus frustraciones de maternidad, la volubilidad de su corazón abierto a todas las sensaciones y por qué no, su vanidad exasperadamente humana, necesitada del halago permanente; tal vez una desesperada necesidad de llenar vacíos profundos que en el fondo de su ser racional sabía que no cambiarían. Podemos adivinar sus padecimientos, siguiendo las fechas de sus pinturas. En ellas hay dolor, sufrimiento físico, soledad y frustración. Pero también un reflejo de ese ser mexicano rodeado de una naturaleza exuberante y abonado con la fuerza de leyendas ancestrales. Por más que busquemos en sus autorretratos nunca hallaremos una sonrisa, sólo la oscura y profunda mirada de su autora que parece interrogar al destino el por qué de tanta negación.
Frida Kahlo murió el 13 de julio de 1954. Fue velada en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, donde recibió el homenaje de todo un pueblo que le manifestó su admiración. A pedido suyo, fue cremada. Sus cenizas están contenidas en un jarrón precolombino, en la Casa Azul, en Coyoacán.

Frida Kahlo y Diego Rivera.

“La cama volando”, de 1932.