En Familia
Mediocridad made in Argentina
Rubén Panotto (*)
Con más frecuencia, estamos escuchando a intelectuales, escritores, sociólogos y comentaristas hacer mayor hincapié en la caída y pérdida de los valores éticos, morales y espirituales de nuestra familia y sociedad, como si se tratara de una plaga sin control. En su lugar, hemos colocado una grilla de dis-valores y desmanes culturales, explicando el cambio cultural por el cambio mismo, sin propósitos bienhechores para las nuevas generaciones. Algo así como la casa del gran hermano a nivel nacional. En este permanente estado sísmico de las normas y códigos de convivencia, surgen como malezas nuevas formas de relacionarse, nuevas palabras, nuevas verdades, viejas dudas, que van conformando un actualizado y refinado modelo del ser mediocre.
El mediocre es aquel que exhibe una personalidad de media calidad, bastante mala. Es incapaz de imaginar ideales para un futuro por el cual luchar. Se vuelve sumiso a toda rutina, formando parte de un rebaño cuyas acciones no cuestiona. También es dócil, ignorante, carente de personalidad, cómplice de intereses creados, que lo transforman en borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no aprende a amar al otro. Es tibio, no obstante entra en lucha contra el idealista por envidia, intentando desesperadamente opacar toda acción noble, porque sabe que su resplandor depende de que el idealista nunca sea reconocido.
Oportunas reflexiones
José Ingenieros, médico, filósofo y escritor argentino del siglo XIX, inspirado en la realidad sociopolítica de su tiempo, escribió el libro “El hombre mediocre”, donde describe con acierto meridiano el perfil del ser mediocre de su época, que más allá del tiempo transcurrido toma vigencia irrefutable en la descripción del hombre promedio de nuestra época. Las siguientes son algunas frases literales extraídas de su libro: “Cada cierto tiempo el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad... los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida. El mediocre rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la descalificación del otro. Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y proyectos. Se comunica mediante el monólogo y el aplauso. Esta actitud lo encierra en la convicción de que él posee la verdad, la luz, y su adversario el error, la oscuridad. Los que piensan y actúan así integran una comunidad enferma y, más grave aun, la dirigen, o pretenden hacerlo. El mediocre no logra liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre desnaturaliza a la justicia. No soporta las formas, las confunde con formalidades, por lo cual desconoce la cortesía, que es una forma de respeto por los demás. Se siente libre de culpa y serena su conciencia con disposiciones legales que lo liberen de las sanciones por las faltas que cometió. La impunidad lo tranquiliza. Siempre hay mediocres: son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia. Cuando se reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al lacayo, porque los valores se acomodan a las circunstancias. Hay más presencias personales que proyectos. La declinación de la educación y su confusión con enseñanza han permitido una sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia de referentes políticos ignorantes y rapaces”.
Toda coincidencia con la realidad cotidiana no es casual ni maliciosa, sino por el contrario es real y preocupante. ¿No cree que es tiempo de abandonar tibiezas y asumir un carácter de excelencia y calidad total?, ¿que las verdaderas transformaciones se producen de adentro hacia afuera? ¿Acaso no ha llegado el tiempo de declararnos auténticos y denunciar las hipocresías que empobrecen el futuro de nuestros hijos?
La palabra profética del libro de la Revelación en la Biblia pone esta expresión contundente en boca de Jesucristo: “Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero como eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
Si nos proponemos el cambio, antes de lo que pensamos estaremos disfrutando los resultados. ¿No le parece?
(*) Orientador Familiar
El mediocre es aquel que exhibe una personalidad de media calidad, bastante mala. Es incapaz de imaginar ideales para un futuro por el cual luchar.