Edición del Sábado 05 de abril de 2014

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La apertura de la economía cubana - Edición Impresa - Opinión Opinión

editorial

La apertura de la economía cubana

  • Las empresas que se instalen en la isla no pagarán ganancias durante ocho años y podrán girar dividendos sin límites.

Fue necesario un proceloso aprendizaje de casi sesenta años para que los hermanos Castro se convencieran de las bondades de la propiedad privada y las inversiones extranjeras. El precio de este prolongado y tortuoso curso histórico fue alto para Cuba: dos millones de exiliados; paredones y cárceles para los disidentes; conculcación de las libertades públicas y privadas y degradación ambiental y económica. A ello habría que sumarle el sacrificio de dos o tres generaciones inmoladas en el altar de la patria socialista y la lucha guerrillera en América Latina.

La decisión de abrir las puertas al capital extranjero fue aprobada por unanimidad por la Asamblea Nacional, el supuesto organismo democrático de Cuba llamado a sustituir a los despreciables parlamentos burgueses. Curiosamente, cada resolución de este organismo es aprobada por unanimidad. Llama la atención al respecto que luego de décadas de propaganda comunista y partido único, el régimen promueva un cambio tan radical y nadie haga objeciones. No obstante, cabe consignar que los Castro en ningún momento han dado explicaciones acerca de los motivos reales del cambio. Digamos que la economía se modifica pero el sistema de dominación política se mantiene intacto, incluida la infalibilidad de los dictadores.

Queda claro que han sido las acuciantes necesidades de una economía postrada y una sociedad privada de la satisfacción de sus más mínimas necesidades, las que precipitaron una decisión de este tipo. Cuba importa más del ochenta por ciento de los productos que consume; su infraestructura económica depende de la generosidad del petróleo venezolano como antes dependía de los créditos y los aportes no reintegrables de la URSS. Curiosamente, una de las fuentes decisivas de ingresos proviene de los exiliados en los EE.UU., quienes con sus remesas periódicas abastecen a sus familiares residentes en la isla. No deja de llamar la atención que a quienes en otros tiempos se los calificó de “gusanos” ahora se los presente como salvadores de la patria.

Por su parte, los capitales extranjeros dispondrán a partir de ahora de garantías que, por ejemplo, no brinda la gestión de los Kirchner en la Argentina. Las empresas que se instalen en Cuba no pagarán ganancias durante ocho años y podrán girar dividendos sin límites. A este auspicioso panorama, se le suma la seguridad que brinda la dictadura a los inversores respecto de la disciplina interna de la mano de obra. Un empresario que invierta en Cuba sabe que no tendrá que lidiar con sindicatos, huelgas y coimas. Alsogaray, Krieger Vasena y Martínez de Hoz no se hubieran animado a tanto.

Como en la URSS, China, Vietnam o Corea del Norte, la experiencia histórica enseña que lo único que perdura del comunismo luego de su derrumbe, es la dictadura y su formidable sistema de control y espionaje. La duda hacia el futuro es si el régimen cubano seguirá el camino de la URSS con una burocracia corrompida y autoritaria decidida a enriquecerse con el saqueo y rapiña de las empresas públicas, o si imitará el ejemplo de Vietnam, es decir, el establecimiento de una economía de mercado con dictadura política. En cualquiera de los casos, lo seguro es que las utopías de la sociedad feliz y el hombre nuevo han sido derrotadas por el rigor de los hechos. Lo lamentable es que el precio pagado por estas elementales lecciones políticas haya sido tan alto.

La duda es si el régimen cubano seguirá el camino de la URSS o imitará el ejemplo de Vietnam.



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Sábado 05 de abril de 2014
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