
“No concibo vivir sin expresarme”
La danza, la música y el dibujo conforman en Iris Pantanali la trayectoria de una vida dedicada -desde su inicio- al arte. Su rica memoria desanda ese camino, que comparte en esta nota.
Textos. marina zavala. Fotos. Luis Cetraro y gentileza.
Tenía cuatro años cuando su mamá la anotó en el Liceo Municipal para que se iniciara en la danza clásica. Desde ese momento, Iris Pantanali se encargó de estar siempre involucrada con el quehacer artístico en casi todas sus manifestaciones. Hoy, dedicada especialmente al dibujo y las artes plásticas, recuerda con Nosotros su trayectoria y comienza por sus primeros pasos en el escenario.
“Yo era la más chiquita -rememora- de la clase de danza, estaba la Sra. de Bovo, que era una adolescente por ese entonces, y muchas alumnas que luego hicieron importantes trayectorias. En realidad, fui la primer bailarina de Santa Fe, porque antes había docentes, pero no bailarinas. Mi madre me estimulaba y desde ahí siempre estuve actuando”. Comenzó así un recorrido por escuelas, institutos e instituciones culturales en las que se presentaba los fines de semana.
En la adolescencia, y tras un lapso de más o menos tres años en los que se tomó una pausa, sus “deseos extraordinarios” de hacer danza la definieron para siempre y no dejó nunca más. Profundizó su formación y además comenzó a estudiar música.
Iris recuerda: “Cuando terminé las dos cosas ya era conocida. Puse un conservatorio y un instituto de danza. Comencé a hacer festivales y como la gente me reconocía no tuve problemas para abrirme paso”. A partir del instituto de arte “Iris Pantali”, se formó un grupo de adolescentes que hacía danza y viajaba para actuar en distintas localidades de la provincia como Sunchales, Vera, Rafaela o Reconquista; especialmente en el norte, donde asociaciones artísticas se interesaban por presentarlo.
DOCENCIA Y NUEVOS PROYECTOS
Más tarde llegó el turno de la docencia, como profesora de música. Iris recuerda que en aquel momento la materia se llamaba “Canto y Danza”, pero después cambio y pasó a ser “Educación Musical”. La nombraron en una escuela de Laguna Paiva, donde estuvo dos años. Después, la trasladaron a la escuela “Juan de Garay”, de Santo Tomé. Fue entonces cuando presentó un proyecto para crear un ballet de niños provincial, dado que ya existían una orquesta y un coro de niños. La relevaron de cargo para organizar la propuesta y estuvo por seis años al frente del Ballet de Santa Fe.
La ex bailarina recuerda: “Actuábamos para todas las escuelas, viajábamos con los chicos. Lo que tenía de importante éste ballet es que no seleccionábamos a los niños, se los tomaba a todos y luego se los formaba. Mucho de lo que aprendían tenía que ver con la lírica, con el teatro, acompañado de la danza; hacíamos cuentos infantiles. Después, renuncié y pedí volver a mi cargo porque no me daban personal para trabajar, me tocaba hacer todo sola. Pero al poco tiempo me volvieron a llamar para que reorganizara el ballet, aunque la situación seguía siendo la misma. Entonces, propuse crear otro organismo, que sea más accesible a la escuela. Me dieron el si y fundé el Centro de Recreación Estético Infantil (Crei), donde estuve 12 años a cargo. Luego me ofrecieron la inspección de escuelas privadas en el norte, así que me fui. A su vez tuve que dejar la danza porque me tocaba viajar. Así me retiré de la docencia”.
UN CAMINO DE FORMACIÓN
“Pasaron los años y yo necesitaba expresarme, estaba acostumbrada a hacerlo. En casa sentía que me faltaba el piso, estaba como en el aire. No concibo vivir sin expresarme”, asegura la artista.
Fue entonces cuando empezó a dibujar, si bien siempre trazaba los vestuarios y escenografías en forma rudimentaria, nadie le había enseñado. Se decidió a participar de un taller en la escuela Mantovani con el objetivo de pintar y dibujar, sobre todo rostros. “Ya era adulta, no me quería poner a hacer un profesorado. Fui como seis meses, después dejé porque nos empezaban a exigir inglés, bajo relieve, alto relieve, anatomía... Yo no quería todo eso, yo quería algo práctico”, explica.
En esa búsqueda, encontró a Juan Carlos Palacios, que hacía caricaturas, humor y enseñaba a dibujar retratos. Luego de unos meses de formación, Iris decidió seguir trabajando sola en su casa. Más tarde llegó el momento de comenzar a exponer en forma colectiva, en distintos espacios de la cuidad. Pero su camino de formación recién comenzaba.
“Recuerdo que una noche venía de un sanatorio, estaba muy grave mi hermano, y un señor que pasa al lado mío me reconoce y se me presenta: ‘Yo soy Eugenio Wade, un pintor’. Lo quedé mirando, porque no lo conocía. Me dijo que había visto cosas mías y le habían gustado, me invitó a su taller. Le dije que si, porque en ese momento mi cabeza estaba en otro lado, pero pasó un año hasta que resolví ir. Unos meses después falleció mi hijo, me quedé en mi casa, al tiempo retomé otra vez, pero siempre dibujaba”, recuerda.
Continuó tomando clases con distintos maestros, con aquellos que, a su criterio, le podían aportar algo más. Una cosa fue llevando a la otra y decidió sumarse a la Asociación de Artistas Plásticos, esto implicó descubrir un ambiente que no conocía y acceder a nuevas herramientas en su aprendizaje. “El año pasado tomé clases con Álvaro Gatti, por ejemplo. Cada formador tiene su estilo, su forma, uno tiene que tomar lo que viene bien para su manera de ser, de ver el arte, sino pasás a ser una copia del profesor. Hay que tomar lo que uno considera que es apto para su manera de pensar y su preparación”, recomienda.
MIRADA AMPLIA
El trabajo con la comunidad le ha permitido a Iris aprender de los demás y ampliar sus conocimientos y su mirada. “Como bailarina he sido también coreógrafa, ese montar un espectáculo completo hace que se tengan que estudiar muchas cosas. Es como cuando se hace una obra de teatro o una película, hay que ambientar, conocer costumbres, tener en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, no es la misma la cara de la mujer de principio de siglo que la de ahora. Los rostros, las maneras de actuar, todo influye. Yo agradezco haber hecho el arte en distintas disciplinas, porque cada una tiene su particularidad”.
“Miro obras -agrega- y puedo descubrir cuando hay elementos que no coinciden. Me daba risa cuando unas compañeras pintaban bailarinas y le dibujaban las zapatillas con unos moños grandes. Yo les decía que no estaba bien, que quien baila trata de esconder las tirillas y disimularlas lo mejor posible. Se trata de pequeñas cosas que hacen a otra forma de ver, que tienen que ver con la preparación y que propician una visión mucho más amplia cada vez que se encara una obra”.
RECUERDOS DE FAMILIA
Iris agradece a Dios por su familia, que siempre la ha acompañado en su carrera. Con una anécdota recuerda especialmente a su padre, un hombre que no había estudiado, pero que tenía una gran vena artística, tocaba en una orquesta, pero lo hacía de oído, porque no conocía de música: “Recuerdo que cuando era adolescente, los sábados nos juntábamos en casa y hacíamos música popular en familia y con unos amigos que tocaban el violín. Por ahí parábamos y peleábamos por ver quién se había equivocado en algo. Para arrancar de nuevo, nos poníamos de acuerdo: ‘empecemos desde el tercer pentagrama, con el mi’. Entonces mi papá nos pedía que toquemos el mi, porque él no sabía donde estaba, no conocía las notas”.
A su vez, toda la familia, participaba de los espectáculos de danza, en el diseño y construcción de la escenografía y el vestuario. “En ese momento -explica- no estaba la posibilidad de comprar las cosas hechas, no había. Entonces mi madre me ayudaba y yo hacía pelucas, jorobas, uñas, manos, orejas, todo. Mi hermano era técnico constructor, él trajo por primera vez la luz negra a Santa Fe, la usamos cuando hicimos la historia de Blancanieves”.
Finalmente, Pantanali también reconoce el aporte que el escenario cultural de época en la que vivió le supo brindar: “Tengo tantos aportes que han llegado a mi y me han enriquecido, no me puedo quejar. Viví una época muy linda de Santa Fe, mi época de oro fue también la de los Catania, de Paolantonio, de Carlos Tiel, Los Mamelli. Fue un período de esplendor en la que surgieron los teatros independientes. Después todo se vino abajo y ahora todo ha vuelto a resurgir con una movida muy grande. Creo que la ministra (María de los Ángeles) González le ha dado una importancia muy grande al arte. Quien no se acerca es porque no quiere, hay propuestas para todo gusto y gratis”.
Trayectoria
Iris Pantanali se desempeñó como artista de la danza, coreógrafa y docente. Fundó y dirigió el “Instituto de Arte Iris Pantanali”.
Fue pianista y maestra en Educación Musical. Fundó y dirigió el conservatorio “Franz Liszt” y se desempeñó como maestra de la especialidad en escuelas primarias y secundarias, de la provincia.
Creó y dirigió el “1º Ballet del Litoral” compuesto con jóvenes bailarines locales. Fue directora fundadora y coreógrafa del “Ballet Infantil” dependiente del Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia.
Fue Directora fundadora del Centro Recreativo Estético Infantil (Crei) dependiente del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia, hoy Escuela de Música Nº 9.902.
Desempeñó distintos cargos oficiales en representación del Consejo General de Educación o Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia.
Además, fuera del ámbito artístico, trabajó en pos de los pacientes con diabetes desempeñándose como presidenta y secretaria de la Asociación Santafesina de Diabetes (Asdi) y de la Federación Argentina de Diabetes (FAD).
Fue miembro de la Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos y actualmente participa de la agrupación Amigos y Preservadores del Patrimonio Cultural de la Casona de Sor Josefa Díaz y Clucellas.

La serie “Ensamble”, de Iris Pantanali, presenta obras que la artista realizó inspirada en textos de Mario Benedetti.
COMPROMISO CON LA REALIDAD
“Con las obras se deja constancia de la realidad”, repite Iris Pantanali, convencida de la responsabilidad que todo artista debe asumir en su trabajo frente a la sociedad en la que vive. “En mis obras trabajo mucho los temas sociales, me parece que los artistas debemos dejar asentado nuestro paso por la época en que vivimos. Si uno se fija en las obras de los grandes maestros, en ellas siempre está presente el vestir, las costumbres, lo que pasa. A mi esto me llega muy de cerca, tal vez porque fui docente y trabajé con niños carenciados, esas cosas te afectan y te forman a la vez”.
La artista donó al Hospital de Niños “Orlando Alassia” una de sus obras titulada “Los otros”, la misma fue presentada en un acto por el director de la institución. “Es el retrato de un niño carenciado -explica- en el fondo se ve la ciudad; en un camino adyacente aparece un rancho, el horno, una mujer embarazada con un niño en brazos; a la distancia se ve el carro basurero en el que vienen padre e hijo cargando la basura. El día del acto, el director del hospital me preguntó porqué le había puesto ese nombre; le contesté que los del cuadro no éramos nosotros, que no los vemos como iguales, él entendió lo que quise decirle”.
Otra de las obras de Pantanali, “Los nadies”, fue donada a la Casa de Santa Fe en Buenos Aires. “Esa obra -relata- refleja la inundación de 2003, en una escena en la que las personas aparecen sin rostro, en una posición que habla de tristeza y angustia. Cuando la done, escribí atrás: ‘Para que no se olviden de la inundación’, después me enteré que está en la oficina del gobernador”.
