análisis
Exceso mediático
Gustavo J. Vittori
Los argentinos vivimos un ciclo de estados alterados. Se percibe a diario en las calles de nuestras ciudades y en las crónicas de los medios de comunicación. Santa Fe no escapa a esta tóxica ola de agresividad. Por eso, el momento reclama especial prudencia del periodismo.
En este contexto, alarma el hecho ocurrido ayer en una radio local, donde dos comentaristas deportivos dieron la dirección del estudio jurídico de Germán Lerche, ex presidente del Club Colón, fijándolo como blanco de la ira que anida en los pechos de muchos hinchas de la divisa rojinegra. Como era de esperar, la información se viralizó rápidamente en las redes sociales potenciando el riesgo de semejante imprudencia. Los periodistas involucrados deben saber que al haber incurrido en un acto de instigación a la violencia, si algún hecho grave o irreparable llegara a ocurrir, quedarán encuadrados en el lugar de la autoría intelectual.
Promover la violencia en medio de una oleada de linchamientos que nos devuelven a los tiempos previos a la constitución del Estado, produce alarma y obliga a un comentario. Por grande que sea el sentimiento de enemistad con el sujeto atacado, nada justifica poner en peligro a una persona y su familia; y, peor aún, por mano de otros.
No hay duda que Lerche cometió errores, de lo contrario no estaría viviendo esta situación de repulsa luego de haber ganado la última elección en la que participó con el 85 por ciento de los votos. En este sentido, nadie obliga a los dirigentes a luchar por obtener el poder de los clubes, máxime cuando se habla de fútbol, la pasión popular por excelencia. Y nadie ignora que en estos escenarios dominados por la emoción, se puede pasar de la gloria al infierno -y a la inversa- en muy poco tiempo. Hoy Lerche lo vive en carne propia. En pocos meses pasó de ser un presidente exitoso a la persona más detestada por los colonistas. Son los riesgos de quienes buscan satisfacer las demandas de sus egos en espacios impregnados por pasiones resbaladizas y logros siempre transitorios.
Con fundamentos o sin ellos, el ex titular de Colón ha sido expulsado junto a otros dirigentes del club que presidió hasta hace poco. Se trata de una sanción político-institucional, pero habrá que ver en el futuro si el volumen de los errores o vicios adjudicados a su conducta alcanzan el tamaño de precisas tipificaciones penales.
En un país civilizado, las acusaciones se canalizan a través de procesos judiciales que aseguren la debida neutralidad del magistrado actuante y el derecho de defensa del acusado; y en los que se exige la producción de pruebas consistentes y pericias técnicas solventes que permitan una razonable aproximación a la verdad.
Entre tanto, el derrumbe de una institución habilita sospechas y reclama explicaciones y respuestas. Y no cabe duda de que en estas instancias los medios de comunicación son un directo foro de resonancia del problema. Pero en ningún caso estas consideraciones autorizan el desboque de primitivos instintos de aniquilación.
Como ex presidente y actual integrante del consejo directivo de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), institución que desde su creación defiende la libertad de prensa y el ejercicio responsable del periodismo, no puedo permanecer impasible ante un exceso que pone en peligro a una persona y, por extensión, causa daño a una actividad muy importante para el funcionamiento de una democracia republicana.