Edición del Lunes 30 de diciembre de 2013

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Annus Horribilis - Edición Impresa - Política | Economía Política

Balance y alerta

Annus Horribilis

  • 2013 ciertamente lo fue, pero si no reacciona a tiempo, el gobierno podría terminar extrañándolo. De la década ganada a la década apagada, de los gritos de Moreno a las planillas de Kicillof, de los derechos humanos a Milani, de los aumentos de precios a la destrucción del peso.
Annus Horribilis
 

Sergio Serrichio

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Sin dudas, 2013 fue un Annus Horribilis para el gobierno: se le escapó buena parte de la tropa partidaria, perdió las elecciones, la economía anduvo a un ritmo anémico, el Banco Central perdió más de 13.000 millones de dólares de reservas, se agrandó el déficit fiscal, se aceleró la inflación, su (falta de) política exterior profundizó el aislamiento del país respecto de sus vecinos y del mundo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) sufrió problemas de salud y, sobre el final del año, un cóctel de rebeliones policiales y saqueos y violencia en tres de cada cuatro provincias argentinas produjo más de una decena de muertos, hubo masivos y reiterados cortes de luz en el área metropolitana y, como frutilla del postre, se consumaron dos desarrollos indigeribles para el “relato”: el ascenso a jefe del Ejército de un militar seriamente sospechado por su rol en los años de la represión y por su inexplicable enriquecimiento de los últimos años, y se conocieron nuevos y escandalosos datos de “negocios privados” entre Lázaro Báez (ex cajero del Banco de Santa Cruz, rey de la obra pública en la era K, millonario inverosímil) y las empresas de la familia presidencial.

Núcleo comprometido

La respuesta oficial al cúmulo de evidencias de latrocinio y corrupción es clara y una parte está en la enumeración anterior: el ascenso del especialista en inteligencia César Milani, quien ya había anticipado su misión: poner el Ejército al servicio del “proyecto Nacional y Popular”. Nunca en 30 años de democracia un candidato a jefe del Ejército realizó una declaración tan facciosa. Y el crisnerismo lo ascendió precisamente por eso.

Otra parte de la respuesta es la no menos escandalosa intervención oficial en la Justicia, con la suspensión del fiscal José María Campagnoli (el que más activamente investigó “la ruta del dinero K” y ahora husmeaba la reventa de entradas de la barrabrava de River, causa que salpica no sólo al ex titular del club, Daniel Passarella, sino también a un hermano de la actual ministra de Seguridad y al entorno de Olivos) y la determinación de la jefa de los Procuradores, Alejandra Gils Carbó, de evitar que cualquier funcionario judicial se atreva a investigar los escándalos oficiales. En vísperas de la Navidad, el “aquí no ha pasado nada”, a más de trece años del escándalo de las coimas en el Senado, es un anticipo de lo que el gobierno se propone. Ahora puede afirmarse que, al menos en un aspecto, CFK querría emular a Fernando de la Rúa.

Los problemas del gobierno, sin embargo, superan largamente aquellos que, como definió en su gongoriana prosa el líder de Carta Abierta, Horacio González, impactan en su “núcleo ético” (supuestamente, el juzgamiento de las violaciones de derechos humanos y una praxis diferente del “Robo para la Corona” menemista).

Es ahí donde volvemos a la lista del principio: inflación acelerada, pérdida de reservas, déficit fiscal en aumento, escasez energética, falta de inversiones, anemia económica e infraestructura prendida con alfileres forman un combo que tiende a retroalimentarse y agravarse. A menos, claro, que lo encare un gobierno eficaz y decidido. ¿Lo tenemos?

Energía

La designación de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete y de Axel Kicillof como ministro de Economía produjo, por unos pocos días, el espejismo de que podía ser. El locuaz Capitanich comenzó a desbarrancarse el día de los saqueos en Córdoba, cuando por órdenes de la presidenta y de su monje negro, Carlos Zannini, y con la excusa de un compromiso sobre el dengue en Paraguay, buscó desentenderse de un problema urgente en el centro de la Argentina. La ola de rebeliones policiales y saqueos posterior lo volvió a la realidad y complicó severamente las perspectivas para 2014.

El todavía gobernador del Chaco (en uso de licencia) volvió a ser desautorizado en los últimos días, cuando habló de “cortes programados” y el ministro de Planificación, Julio De Vido, le enmendó la plana no sólo sobre el concepto, sino también sobre las cifras del aumento de la oferta energética de los últimos diez años.

Aprovechemos de paso para notar que, según los datos de Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico), tanto la oferta como la demanda de energía aumentaron más en la “década infame” del menemismo que en la “década ganada” del kirchnerismo.

Y también para aclarar que los cortes de electricidad por parte de las “distribuidoras” de electricidad (es decir, las empresas que llevan el servicio a casas, comercios, escuelas, talleres, fábricas) no es porque aquéllas se hayan “comido” en vez de invertir los subsidios del gobierno. Éstos se destinaron a cubrir la diferencia entre el precio internacional e interno de los combustibles que se importan para producir electricidad. Es decir, los subsidios están en la etapa de “generación”, para que el costo del combustible importado no llegue (no al menos en forma directa) a los bolsillos argentinos, en especial a quienes habitan el área metropolitana. Para cerca del 70 % de los usuarios, las “tarifas” de distribución están congeladas, en pesos, hace doce años. Y el gobierno pretende que eso no tenga nada que ver con la situación.

Inflación

En cuanto a Axel Kicillof, tras fracasar en la obtención de un préstamo de China para reforzar las reservas del Banco Central, presentó su primera medida antiinflacionaria: un acuerdo o congelamiento de precios de poco menos de 200 productos, cuya lista y valores se conocerán recién el 3 de enero. Allí donde el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, amenazaba a empresarios y supermercadistas a los gritos o exhibiendo una pistola, Kicillof y su secretario de Comercio Interior, Augusto Costa, exhiben buenos modales, reglas escritas y planillas excel. Pero sus medidas son muy parecidas y, con lo desgastadas que están, es probable que tengan peores resultados.

Recientemente, un grupo de economistas consultados por un diario capitalino proyectó, para 2014, una inflación del 30 por ciento. Si la transacción fuera posible, el gobierno firmaría ese pronóstico. Es el mismo gobierno que de un lado niega la inflación y del otro dice que es culpa de empresarios y comerciantes inescrupulosos que aumentan injustificadamente los precios. Pero la responsabilidad clave le cabe al gobierno, que destruyó el único precio que cae respecto de todos los demás, el de nuestra propia moneda.

¿Se decidirá la presidenta a detener esa caída o seguirá echando culpas al voleo? Si en 2014 persiste en su irritante hábito, terminará extrañando su Annus Horribilis.



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Lunes 30 de diciembre de 2013
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