Edición del Lunes 30 de diciembre de 2013

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Sin el velo de la costumbre - Edición Impresa - Opinión Opinión

Sin el velo de la costumbre

Arturo Lomello

El velo de la costumbre impide que percibamos la riqueza y la belleza inagotable de la realidad.

Nos quedamos con las apariencias, por supuesto, con los tonos grisáceos del hábito.

La realidad se entrega solamente a quien se enamora de ella. Pensemos en la diferencia abismal que existe entre lo que resulta obvio y aquello que responde la gratuidad de la creación.

Nuestra existencia de todos los días es un milagro constante, pero preferimos verla como algo que no puede ser de otra manera. Así es como destruimos sin advertirlo, la gracia que nos ha sido donada con nuestra existencia.

Asomados al cielo de la noche si nos dejamos ganar por su misterio enseguida nos invade un asombro sagrado. Es imposible no percibir nuestra pequeña y asombrosa historia, ocurre en medio de un pasmoso universo poblado de infinitos astros y además los protagonistas de esa aventura vivimos en un planeta pequeño que también milagrosamente ha sido poblado por criaturas autoconscientes, por lo menos parte de ella. Surgen inacabables preguntas, ¿por qué somos lo que somos y no otros? ¿Por qué vivimos aquí y no en otro lugar? Y así podemos continuar interrogándonos sin terminar nunca creciendo en la conciencia del misterio de la vida. Y no obtenemos respuesta alguna salvo el silencio. Como decía Shakespeare: “Lo demás es silencio”.

¿Las preguntas comentadas son ociosas? Creemos que no, porque percibir el misterio, por el contrario, es percibir la presencia de Dios que, por otra parte, se ha acercado a nosotros, según pretende el cristianismo, por medio de la Encarnación de su Hijo, que se ha hecho familiar para que advirtamos su amor y la profundidad del misterio, del bello y anonadante misterio del ser.



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Lunes 30 de diciembre de 2013
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