Señal de ajuste
Una Cenicienta carioca

“Avenida Brasil” es un melodrama épico y contemporáneo. Foto: Gentileza producción
Roberto Maurer
El éxodo de audiencia de la televisión abierta hacia el cable prosigue con tendencia sostenida, revela la Latin American Multichannel Advertising Council en su último informe sobre el período del 2006-2013 en lo que corresponde a la Capital Federal y partidos del Gran Buenos Aires. La televisión abierta ya ha perdido la cuarta parte de su público, en tanto que la afiliación al servicio pago subió un 45%. En realidad, se trata de un pequeño tironeo en el panorama cambiante de plataformas audiovisuales que se disputan el mercado.
Así las cosas, Telefe recurrió, después de muchos años, a un recurso que en el pasado era infalible: una poderosa tira brasileña, de esas que dejan solitarias las calles. Y no es un salvavidas cualquiera porque “Avenida Brasil” (lunes a viernes a las 16.30) fue designada por la revista Forbes como “fenómeno de la televisión mundial” y la ficción más rentable de la historia. Naturalmente, dicha publicación solamente ofrece medidas relacionadas con la riqueza, sin rendir cuenta de su impacto emocional en el público. Fue tal la adhesión que despertó “Avenida Brasil” que, cuando se emitió su último capítulo, se temió un apagón total a partir de que en el momento de su finalización hubieran 80 millones de personas que reanudaran sus actividades al mismo tiempo. Y se suele citar que la presidenta Dilma Rousseff, en esa ocasión suspendió un importante acto partidario.
“Avenida Brasil” se vendió en 109 países y se tradujo a 14 idiomas. A nosotros nos tocó el llamado “doblaje latino”, donde se dice “lana” en lugar de “guita” y “carro” en lugar de “auto”. En otros tiempos estábamos habituados, y habrá que acostumbrarse de nuevo si uno desea abandonarse a esta ficción de tremenda potencia.
DIFERENCIAS
Sin menosprecio de nuestros nobles productos, en “Avenida Brasil” no hay galancitos, al menos en el primer episodio. Antes, a las novelas argentinas les bastaba con un Bebán pero ahora se necesitan por lo menos tres pibes en musculosa cuyos lomos delatan unos pocos meses de gimnasio, con la barba a medio afeitar y mirada de ternero. En el primer episodio no se flechó ninguna pareja central, como estamos acostumbrados: en la Argentina no se puede prescindir del romanticismo como eje y resulta poco común la ficción donde, desde el principio, él y ella se conocen. “Avenida Brasil” es un melodrama épico y contemporáneo.
Para representar al Mal, acá la tele necesita de un ejército de villanos más una secta dedicada a la adoración del Demonio. En “Avenida Brasil”, basta con un personaje en quien cabe toda la perfidia. La maldad de Carminha, Carmen Lucía Moreira de Souza (la electrizante actriz Adriana Esteves), resulta asfixiante. Es una gran simuladora cuyo disfraz cae en segundos y deja al desnudo una perversidad sin límites, como una transformista que puede interpretar varios personajes a la vez, el de pobre viuda doliente o demonio codicioso y sin escrúpulos.
A SUFRIR
El escenario es Divina, un imaginario suburbio carioca, que se conecta con Río de Janeiro a través de la Avenida Brasil. Y la historia empieza en 1999, cuando Rita es una niña maltratada por Carminha, la mujer que se casó con su padre viudo. “Tu mamá está muerta, los gusanos ya se comieron todo su cuerpo y ahora estoy YO aquí, soy la mujer de tu padre”, le grita la madrastra a criatura indefensa, mientras destroza la muñeca que la madre le dejó.
La nena sufre todo el tiempo lo indecible, nadie le cree y su situación empeora cuando su padre muere en un accidente después de ser atacado por Carminha, que quiere quedarse con su dinero. Ahora la pobre Rita está en poder de su madrastra y el amante, que la abandonan en un volcadero de basura gigantesco, en manos de un viejo malvado que vive en una casilla y explota niños.
En tanto, Tifón, ídolo y goleador del Flamengo (tiene el físico del Gordo Casero pero ya sabemos lo que ellos hacen con la pelota al margen de su estado atlético), vuelve del Maracaná por Avenida Brasil. Llueve, un hombre se tambalea en la ruta y lo atropella. Así muere el papá de la pequeña Rita. Tifón lo socorre, llama la ambulancia y huye. Se siente culpable y también teme a los medios: es famoso. Se presenta en el entierro y ante Carminha dice ser un viejo amigo del finado, sin revelar su identidad porque quiere ayudar a la viuda. Cuando Carmihna descubre que su benefactor es el futbolista millonario, lanza gritos de felicidad:
“¡Me voy a casar con Tifón, es como robar un banco, nos lo envía el cielo!”.
NO ME DEJEN AQUÍ
La escena de la nena en el basural, corriendo detrás de la camioneta del amante de Carminha, mientras grita “no me dejen aquí, quiero a mi papá”, es desgarradora para cualquier sistema nervioso. Estamos ante una pequeña Cenicienta que hará la vida de Oliver Twist y, por lo que sabemos, crecerá para convertirse en el Conde de Montecristo y ejecutar su venganza.
Todo va mal, el dolor es inabarcable y su exceso no debe ser rechazado: es el artificio estilizado del melodrama cuyo verosímil sólo se aposenta en los sentimientos. El sufrimiento de la huerfanita no nos debe resultar desconocido.