Edición del Sábado 17 de agosto de 2013

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Egipto otra vez al borde del abismo - Edición Impresa - Opinión Opinión

Egipto otra vez al borde del abismo

A la hora de las evaluaciones políticas poco importa saber si las personas muertas en Egipto fueron quinientas o mil, porque lo que se impone en todos los casos es que hubo una masacre perpetrada por el ejército, masacre que coloca al país al borde de la guerra civil.

Las condenas de los principales mandatarios del mundo a los episodios represivos de esta semana, han sido unánimes. Sin embargo, sería un error suponer que este repudio pueda influir de manera definitoria en los acontecimientos internos de ese importante país del Oriente Medio. Lo seguro es que hoy Egipto está partido en dos y que los únicos derrotados en estas jornadas han sido los moderados de uno y otro lado.

Como se recordará, la movilización popular dio lugar a la intervención del ejército, que aprovechó las circunstancias para derrocar al primer presidente electo en la historia moderna de Egipto.

Una vez más las vicisitudes de la política colocan a un país del mundo árabe en un callejón sin salida. Por un lado, un gobierno legitimado por los votos no vaciló en avanzar hacia el objetivo de una república islámica; y por el otro, fuerzas armadas intervienen ahora avasallando la democracia en nombre de la democracia. Los errores y torpezas de Morsi, un mandatario mediocre e incompetente, no justifican un golpe de Estado; aunque al mismo tiempo, pareciera que la única razón que entienden los líderes extremistas del islamismo es la violencia.

Lo cierto es que por un camino u otro, invocando los valores del Islam o de cierta racionalidad técnica, Egipto hoy atraviesa una de las crisis políticas más graves de su historia. La creciente militarización del proceso puede llegar a justificarse en nombre de la consabida razón de Estado, pero el escenario dantesco de muertos y heridos es mucho más elocuente.

Es lamentable que el ímpetu movilizador y plebeyo de la plaza Tahrir, movilización que puso fin a la dictadura de Hosni Mubarak, haya derivado en esta realidad que parece exceder la capacidad de asimilación de los principales protagonistas. La llamada Primavera Árabe está muy lejos de satisfacer las expectativas de quienes hace apenas dos años salieron a la calle en nombre de la libertad y de una vida más digna.

El ex dictador Mubarak está preso, pero también está detenido el presidente Mohamed Morsi. Depuestos los Hermanos Musulmanes, la única alternativa real de gobernabilidad son las fuerzas armadas. Por ese camino Egipto retrocede al punto de partida previo a plaza Tahrir. En efecto, tal como se presentan ahora los hechos, los Hermanos Musulmanes regresan a la clandestinidad y los militares se hacen cargo del poder. El problema es que las experiencias de estos dos años no han sido en vano. Los militares podrán hacerse cargo del poder, pero deberán soportar la oposición de un extremismo islámico que le ha demostrado a sus propios seguidores que por la vía de la democracia es imposible cualquier tipo de cambio. En este contexto, hay buenos motivos para suponer que las masacres de esta semana no son el punto final de un ciclo histórico, sino apenas el punto de partida.

El ex dictador Mubarak está preso, pero también está detenido el presidente Mohamed Morsi. Depuestos los Hermanos Musulmanes, la única alternativa real de gobernabilidad son las fuerzas armadas.

 



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Sábado 17 de agosto de 2013
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