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“Anotaciones del día y de la noche”

Ernst Jünger, un testimonio ineludible del siglo XX. Foto: Archivo El Litoral
Ernst Jünger (Alemania, 1895-1998) vivió activamente gran parte de las vicisitudes del siglo XX, entre ellas formar parte como capitán del Ejército durante la ocupación nazi de Francia, aunque más tarde renunciaría al cargo y el régimen prohibiría la publicación de sus obras. Su obra literaria, ensayística y memorialista, se erige como un testimonio imprescindible de la moral, el absurdo, los horrores y rescates del pasado inmediato.
Más que autobiografía en el sentido de obsesión por construir una memoria del yo en el universo, Anotaciones del día y de la noche constituye un diario de reflexiones, en el que tienen cabida tanto los ideales (la aventura guerrera, el entusiasmo vital), los sueños, la crítica literaria (sobre el Tristram Shandy, por ejemplo), la exaltación romántica (la creencia en una tropa de solitarios sabios, imperturbables como rocas).
Así, por ejemplo, concibe el alma y la grandeza del arte: “El alma, que de pequeño solía imaginarme como un ratón: si uno está sentado en su cuarto completamente en silencio y a solas, lo verá salir de repente deslizándose desde la oscuridad de su guarida, muy familiar, como un viejo conocido y sin embargo extraño, siniestro y al mismo tiempo un poco repugnante. Pero cuando uno observa sorprendido, curioso y un poco asustado, con suma atención, esa pequeña sombra gris y sigilosa y apenas se atreve a respirar, se siente tenso como un cazador y angustiado como una pieza de caza, allí donde por un breve instante el alma se arriesga a salir de su espesura en la penumbra.
“Éste ha sido siempre para mí el verdadero valor de la obra de arte. Quien se ha ocupado durante largo tiempo y con paciencia de llevar hombres ante la boca de su fusil, ése sabe que esto no es posible más que en instantes muy raros y significativos, pues cuesta mucho que el hombre olvide su cuerpo. Tan raramente y por un lapso igual de breve, la obra de arte revela su sustancia más íntima, su esencia, ante la llamada majestuosidad y singular del alma humana al infinito”.
Estas Anotaciones del día y de la noche constituyen la primera versión de El corazón aventurero, que se publicó originalmente en 1929. La segunda versión, editada en 1938, llevó el subtítulo de Figuras y caprichos, y su traducción al castellano fue publicada por Tusquets.