Edición del Sábado 06 de abril de 2013

Edición completa del día

Picasso y las mujeres - Edición Impresa - Revista Nosotros Nosotros

6.JPG

Jacqueline Roque, la última mujer de Picasso. Se casaron en 1972. Ella se suicidó trece años después de la muerte del artista.

Picasso y las mujeres

Es muy difícil hablar de la vida privada del genial artista sin tener en cuenta la evolución de su obra, ya que una y otra estuvieron íntimamente ligadas. En esta nota, un repaso por las figuras femeninas que acompañaron al malagueño hasta su muerte, en 1973.

TEXTO. ANA MARÍA ZANCADA

 

Su vida entera fue una pasión, un torbellino de obras y sentimientos, un arrollador vendaval que arrasó todo a su paso. Creador por naturaleza, no tuvo reparos en avanzar como un río sin control, un monstruo egoísta y pasional, que tomaba todo lo que encontraba en su camino. Instinto más que sentimiento fue lo que trazó su derrotero.

Su nieta Marina Ruiz Picasso, lo define bien: “Ningún miembro de mi familia pudo sustraerse al suplicio de aquel genio que necesitaba sangre para firmar cada uno de sus lienzos”.

Haciendo una retrospectiva de su vida amorosa, podemos pensar que fue como una lava ardiente que destruyó todo lo que tocó. Él mismo se identificó con la figura del toro que embiste con una fuerza irrefrenable. Él mismo se sentía un Minotauro, dotado de una fuerza extraordinaria, luchando permanentemente contra un Teseo imaginario que lo perseguía en el laberinto de su vida.

EL PRIMER AMOR

Su nombre completo era increíble, tal vez como lo fue su vida: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. Malagueño de nacimiento, lanzó sus primeros llantos el 25 de octubre de 1881. Su madre jamás pudo imaginar que ese bebé que ella acunaba amorosamente cambiaría la historia del arte y sería conocido a través de su apellido.

Fue un niño pícaro, al que le gustaba levantar la falda de las niñas para descubrir un mundo ignoto y misterioso que comenzaba a bullir en su imaginación.

Lo cierto es que las mujeres, desde sus primeros años, formaron parte indiscutible de su mundo. Pero buceando en su vida, tenemos la sensación de que eran objetos imprescindibles que este hombre, egoísta en grado superlativo, no podía dejar de consumir y descartar en la medida en que el hastío colmaba la copa de la rutina. En realidad, era el Minotauro persiguiendo mujeres en el laberinto de su vida.

La primera mujer que sus lápices dibujaron fue, por supuesto, su madre. Tenía 15 años y ya manifestaba una clara disposición que luego fue su única y verdadera pasión. Porque en su obra está la galería de rostros y personajes de todas las mujeres que fueron jalonando su existencia.

En 1891, la familia se trasladó a La Coruña donde su padre obtuvo el puesto de profesor en la Escuela de Bellas Artes. A los siente años podía dibujar como el mejor alumno. De allí la familia se trasladó a Barcelona y fue en esa ciudad donde comenzó su verdadera historia, frecuentando el café “Els Quatre Gats” (Los cuatro gatos), reducto de los intelectuales. Fue también donde hizo su primera exposición individual. A los 19 años ya estaba viajando a París y el mundo se abrió para él.

ARTE, FAMA Y CONQUISTAS

Sus primeros años en París rayaron casi en la miseria. Van apareciendo su período rosa y luego el azul, lo mismo que sus relaciones y el suicidio de su amigo Carles Casagemos -que lo marca a fondo-, Modigliani, Braque, Max Jacob, Juan Gris y la presencia de la primera mujer a ser tenida en cuenta, Fernande Olivier, que, como todas, fue su musa y modelo.

En el verano de 1906, ambos realizaron un paseo por el pirineo Catalán, sin vegetación, con marcado predominio de los ocres y grises. El descubrimiento del arte ibérico lo deslumbra y comienza a realizar esculturas mientras se va gestando lo que sería el gran quiebre en el mundo de la pintura cuando él y Braque descompongan las figuras como si fueran vistas a través de un vidrio quebrado. Tal vez no dimensionaron en ese momento el camino que comenzaban a transitar, pero al menos sirvió por esos días para mejorar su situación económica.

Pero en realidad ésta mejoró cuando conoció a Gertrude Stein, la escritora y coleccionista de arte norteamericana que vivía en París. Gertrude se sintió atrapada por la personalidad del incipiente genio y le compró varias obras.

En esa transición de pinturas, Picasso se enamoró de la amante de uno de sus amigos, Eva Gouet y gozaba azuzando la rivalidad de la pobre Fernande y su nueva musa. La primera se retiró en silencio y Eva siguió la estela brillante del incipiente genio, pero su salud delicada terminó en una tuberculosis que ella ocultó, sabiendo que a Pablo le molestaban las enfermedades. Finalmente, murió sola en un hospital.

Una de las amistades que más favoreció al joven Picasso fue Jean Cocteau. Deslumbrado por la personalidad del pintor malagueño, lo presentó al otro genio caprichoso del momento, Serge Diaghilev, creador de los Ballets Russes que en ese momento encandilaban a París.

Fue en este ambiente que Pablo conoció a la bailarina Olga Koklova, con quien se casó en 1917. A la vez comienza a crear figuras de inspiración clásica, con cuerpos macizos, escultóricos, casi desproporcionados. Trataba de no dejarse impresionar por los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Comenzaba a tener éxito, a ser reconocida su obra. El dinero entraba con facilidad y los conocidos nombres de una bohemia rutilante giraban a su alrededor. Él alimentaba su ego sin importar a quién sacrificaba. En 1921 nació Paul, el primer hijo de Picasso. Pero ya Olga lo aburría.

Corría el año 1927, cuando se cruzó en la calle con una adolescente, Marie-Thèrése Walter, que lo deslumbró: “Tú y yo vamos a hacer grandes cosas juntos”, le dijo tomándole las manos y clavándole sus grandes ojos desorbitados. A partir de allí. Olga era el pasado. No tuvo inconveniente en engañarla alevosamente durante varios meses. Es más, gozaba provocando escenas de celos entre ambas. Pero cuando Marie-Thêrése quedó embarazada, Olga optó por retirarse. Cuando nació Maya, la hija de Marie Thèrése, Picasso conoció a la que sería la sucesora de su amante, la fotógrafa y pintora Dora Maar, mujer joven, impetuosa, inteligente, que compartió y documentó con su cámara todo el proceso de creación del Guernica.

Él, sin remordimiento, casi ufanándose, declaró: “Cada vez que cambio de esposa, debo quemar a la anterior”. Adorable señor...

Tampoco lo conmovía su hijo, el joven Paul, que robaba para drogarse. Durante esos años negó su ayuda para salvar a su amigo judío Max Jacob, que murió en una celda. Su egoísmo crecía en la medida de su popularidad.

En 1943 aparece en su vida otra jovencita que lo encandila, Francois Gilot, bella y talentosa. Ella tenía 22 años, él ya 62. Dora Maar enloquece de celos. Francoise, deslumbrada con el genio; Picasso, feliz. El drama a tres puntas duró casi dos años. Dora llegó a tener un ataque de locura y tuvo que ser tratada por Jacques Lacan.

LOS ÚLTIMOS AÑOS

A todo esto, la Segunda Guerra terminaba y Picasso ya era el genio reconocido en el mundo entero. Francoise, pasado el enamoramiento inicial, comenzó a ver a Picasso como lo que era, egoísta y frío. Pero el gran artista no podía permitir que una mujer lo abandonase antes de que él la suplantase por otra, así que la embarazó. Así nació Claude. Luego vino Paloma y al poco tiempo su primer hijo, Pablo le dio su primer nieto, Pablito. Mientras tanto, Francoise, cansada de tanta tiranía, huyó de su lado.

Picasso se sentía humillado, no concebía que una mujer lo abandonase. Él era el genio. Él disponía el momento, él manejaba la vida y la muerte. Se volcó a una producción frenética. Y por supuesto esperaba el momento de atrapar a otra mujer para borrar el recuerdo de la anterior y, sobre todo, demostrar que seguía imponiendo su voluntad.

Dibujaba la vida y el destino, como lo hacía con sus cuadros, que se sucedían unos tras otros.

Su furia no tuvo límites cuando se enteró de que Francoise se había casado con un joven y bien parecido pintor. Por primera vez una mujer no sólo lo abandonaba sino que no se sentaba en un rincón a llorar su desamor. Fue entonces que apareció en su camino la figura de la dulce Jacqueline Roque, que ocuparía los últimos veinte años de su vida. Jacqueline mujer, Jacqueline musa, compañía, inspiración, ángel tutelar y finalmente resguardo de una humanidad que a pesar de su genialidad, egoísmo y egolatría, era un humano al que pacientemente aguardaba Caronte.

María del Carmen Caputto, en un excelente artículo publicado en El Litoral el 16-10-1988, da una completa semblanza de la mujer que acompañó al genio en sus últimos años.

“Ella tenía 23 años, era ciudadana de París, también ceramista y excelente fotógrafa... Ella le tributó una generosidad callada... Picasso, con 92 años, era un anciano impetuoso, malhumorado y senil que sólo deseaba pintar...”.

Ella fue la fuente de inspiración de muchas de las litografías de esa época. Tal vez el trabajo más conocido sea “Retrato de mujer basado en Lucas Cranach, el joven”.

A medida que se acercaba el fin de su vida, su producción se hacía más frenética. Las imágenes se volvieron más eróticas pero también más crueles. ¿Tuvo conciencia Picasso de la muerte que lo devoraría finalmente o en algún momento se creyó inmortal?

Finalmente rindió sus pinceles un 8 de abril de 1973 en la villa de Mougins. Tenía 91 años. A su lado estaba la fiel Jacqueline Roque.

¿Cuáles habrán sido las últimas imágenes del genio? Habrá tenido un recuerdo para todas las mujeres que pasaron por su vida? ¿Habrá sido capaz de amar sinceramente a alguna o solamente habrá colmado su satisfacción de Minotauro incansable devorando juventud y belleza?

Luego el destino, la vida, la leyenda, la coincidencia de la tragedia hizo lo suyo. Jacqueline Roque, la última, se suicidó trece años después envuelta en la capa que él usaba en sus últimos años. Marie Thèrése se ahorcó a los 68 años, su nieto Pablo se suicidó bebiendo lejía, en 1973, con una agonía atroz, porque no le dejaron ver a su abuelo muerto y Pablo, su hijo, murió alcohólico en 1975.

Una estela de tragedias que no hicieron más que contribuir a la leyenda de uno de los más grandes creadores del S.XX.

1.JPG

Retrato de Picasso a Gertrude Stein, escritora y coleccionista de arte a quien conoció en París.

5.JPG

Picasso junto a la joven Francois Gilot. Ella tenía 22 años, él ya 62.

2.JPG

La bailarina Olga Koklova, con quien el genial artista se casó en 1917. En 1921 nació Paul, el hijo de ambos.



Imprimir:
Imprimir
Sábado 06 de abril de 2013
tapa
Necrológicas Anteriores