festejos en miami
“¡Se fue, se fue, se fue!”:
Daniel Garcia Marco
DPA
Arepas, cerveza, bocinas, banderas y cánticos: la población venezolana antichavista asentada en Doral, cerca de Miami, celebró la muerte del presidente Hugo Chávez como una oportunidad del cambio que desea para su país, aunque sin poder evitar una cierta inquietud por la incertidumbre con que se abre esta nueva etapa del país y de la región.
“Es lógico que la gente celebre, en Venezuela no van a poder porque están reprimidos”, dijo a la agencia dpa María Borque, una de los tantos venezolanos que la noche del martes se lanzaron a la calle tras oír la noticia del fallecimiento de quien durante 14 años goberanra su país.
Con todo, esta mujer de 51 años se mostró reticente a mostrar abiertamente su alegría, temerosa, dijo, de que agentes chavistas estuvieran infiltrados en Doral. Y temerosa también, agregó, por lo que ocurra a partir de mañana en Venezuela.
“Tengo mucho temor, esto no es el final. Me da miedo la reacción, que puedan tomar represalias, los saqueos, lo que pueda venir después de la muerte de este hombre. El que mata a hierro no puede morir a sombrerazos. Vienen días duros”, predijo.
Detrás de Borque florecía una indisimulada fiesta improvisada en el restaurante “El Arepazo”, junto a una gasolinera, sede de encuentro de la numerosa población venezolana que dejó el país por su oposición a Chavez y se asentó en Doral.
Las bocinas de los autos, las banderas y las camisetas “vinotinto” hicieron que algún despistado pensara que se celebraba un título deportivo. “Pero es la muerte de una persona”, dijo un taxista haitiano que no comprendía la alegría por un fallecimiento.
Entre festejo y festejo, la mayoría de las decenas de personas congregadas se tomaba unas arepas -la tradicional tortilla venezolana- y bebía cerveza.
Pero a la par, la alegría de muchos era contenida y con un punto de incertidumbre.
“No va a ser la solución, por ahora se fue, si realmente se fue...”, confesó a dpa Miriam Gutiérerz, de 55 años. “No puedo estar feliz por la muerte de nadie, ni de él, pero sí por que va a haber un cambio”, agregó. Eso sí, concedió, éste “no va a ser de un día para otro”.
Reinaldo José, de 47 años, dejó Venezuela y se asentó en el sur de Florida. Hoy criticó la división del pueblo y la emigración que provocó Chávez.
“Soy creyente y no me puedo alegrar de la muerte de alguien, pero (Chávez) ha desmembrado tanto a la familia venezolana, sería demasiado hipócrita decir que estoy triste, estoy contentísimo”, admitió entre el ruido de las bocinas de los autos que atravesaban las anchas calles de Doral y los cánticos de “Se fue, se fue, se fue, se fue”.
“El hecho de que muera Chávez no supone que regrese Walt Disney a Venezuela, lo que viene es fuerte”, alertó cauteloso.
“Quienes tienen las armas son ellos. Se vienen días bien difíciles. No soy tan optimista, puede pasar de todo”.
Muchos consultados dijeron no creer en el chavismo sin Chávez.
“Es un día muy importante. Para salir de ese sistema, tenía que salir el líder, lamentablemente fue de esta manera, hubiera sido preferible salir victoriosos en las últimas elecciones, pero el paso principal está dado”, declaró Carlos Mejías, de 49 años, que coincidió con los otros en la dificultad del periodo que se abre ahora.
“Este país está entre la espada y la pared. Va a llegar la libertad, aunque cueste un tiempo”, agregó optimista.
“No celebro la muerte, sino la oportunidad de cambio”, dijo Mejías con una cerveza en la mano mientras la fila para pedir arepas crecía y crecía en una templada y festiva noche en Doral.

La venezolana Ana Sanjorge ondea una bandera nacional junto a otros compatriotas tras conocer la noticia de la muerte de Hugo Chávez.
Foto: EFE
/// OPINIÓN
Pronóstico reservado
Araceli Retamoso
Ya Venezuela vive su día después de Chávez. Y sabe que no será la misma.
Adeptos y contrarios al gobierno chavista, que lleva casi 14 años en el poder, saben que ya no hay marcha atrás en los pasos que se han dado durante este tiempo. Podrán venir nuevos presidentes, otras políticas, distintos retos internos o externos, pero el camino trazado por Hugo Chávez, es insoslayable para cada habitante del país caribeño.
Viví, trabajé y estudié seis años en Caracas. Llegué creyendo que Chávez era nada más que un presidente carismático y charlatán, que dejaba traslucir su resentimiento de chico pobre de Barinas en políticas asistencialistas y discursos cargados de rabia hacia la clase alta. Que usaba su poder sobre las fuerzas armadas para amedrentar a quienes se le opusieran y su liderazgo en las clases bajas para vestir de rojo el país.
Llegué creyendo eso y era eso, pero era más.
Hugo Chávez era el líder del chavismo y de la oposición. Se estaba con él o se estaba en contra de él. De hecho, nunca escuché otra manera de ser opositor al Gobierno que desacreditando lo que el Gobierno hacía. No había muchas más propuestas. Ni durante las campañas presidenciales, ni en los medios de comunicación, ni en las mesas de café. Era el líder de todo el país, lo hubieran elegido o no.
Hugo Chávez, con sus gritos y su exagerada expresividad verbal, le dio voz a un pueblo que no la tenía. Porque durante años Adeco y Copei, los dos partidos de la derecha venezolana, se alternaron en el poder con políticas que hacían más rico al rico, que diluían la clase media en las villas y le quitaban al pobre cualquier oportunidad de satisfacer sus necesidades básicas. Este presidente que falleció ayer tomó esa olla a presión humeante y le quitó la tapa.
Hugo Chávez, para gobernar, no se rodeó quizás de los más aptos: se rodeó de los más fieles a él. Y fue la burocracia, las sospechas de corrupción en las altas esferas del poder, la necesidad de hacer más eficientes los organismos estatales y las trabas a la libertad de expresión como lo fue el caso del cierre de RCTV, las circunstancias que pusieron una gran nube negra sobre cada acto de gobierno, sobre las “Misiones” de políticas sociales, las expropiaciones repentinas y sobre su liderazgo, para muchos, calificado como dictatorial y asistencialista.
Me cuesta imaginarme a Venezuela sin la omnipresencia de Chávez. Un país dividido entre los rojos rojitos y los que no usan ese color desde hace casi 14 años, entre los que lo apoyaron a muerte y los que se alegraron con su muerte.
Un país que sabe que ya, venga quien venga, gane quien gane en tres meses, que ya no puede volver a poner la tapa a la olla. Que deberá elegir un presidente que lo integre, que lo reconcilie y que los lleve a todos de la mano hacia el futuro. Porque el péndulo estuvo de un lado muchos años, con Chávez pasó al otro extremo, y ahora queda la oportunidad de construir una Venezuela con lugar para todos.
Hugo Chávez murió ayer y con su legado, puede nacer una nueva República Bolivariana.