En Familia

Noche de paz, para un día de respeto y tolerancia

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Rubén Panotto (*)

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Estamos muy cerca de otra Navidad, y los deseos de paz surgen espontáneos como sueños mágicos, como materias pendientes, como la situación extrema de un enfermo que desea que “algo” bueno ocurra en su salud, en un abrir y cerrar de ojos.

Existe una anécdota de un alpinista, que quedó solo y atrapado en una pared de la montaña, y habiendo buscado todas las posibilidades para salir de semejante situación, comenzó a rogar a Dios que lo salvara de una muerte segura. En el transcurrir de su espera, se acercaron equipos de rescate con grupos de alpinistas, helicópteros, cables de acero, etc. A todos rechazó, esperando la salida mágica de su trampa. Cuando ya no pudo resistir más, se dejó caer al vacío, hacia una muerte segura. Ya en la otra vida, el infortunado montañista le reprochó a Dios no haberlo salvado, y la respuesta fue: “Te envié un equipo de rescate, un helicóptero y todo lo necesario para sacarte de aquella situación, pero tú rechazaste todas y cada una de las alternativas para salvar tu vida”. Este simple ejemplo nos lleva a discernir que en el mundo en que vivimos ya no se aprecia el esfuerzo ni la impronta de vivir con los valores éticos y morales imprescindibles para una vida pacífica y proactiva. Todo lo que nos hace falta, lo obtenemos ya y ahora, y sólo es cuestión de buscar alguna promoción que nos cautive: cursos, métodos, prácticas esotéricas, piedras, cristales, cremas, meditación, baños, talismanes, gurúes, etc., todo sirve al momento de buscar lo mágico, lo milagroso, lo instantáneo.

Contribuir a una sana convivencia

¿Existe un método nuevo para enfrentar este estado de cosas? No, es uno antiguo pero que está olvidado: se trata de la práctica del respeto y la tolerancia, necesarios para establecer y disfrutar de una convivencia de paz. El respeto hacia los demás supone tener consideración por las respectivas decisiones y sentimientos. Esto no significa estar de acuerdo ni consentir con otras opiniones, pero sí aceptar el derecho que tienen los demás a sus propios sentimientos y decisiones. El respeto a los otros incluye aceptar diferencias, culturas y puntos de vista distintos a los propios. Significa respetar sus sueños y necesidades, sin tomar determinaciones que afecten a su persona e identidad. Podemos afirmar, por experiencia, que la falta de respeto es la conducta que más rechazamos, porque es lo que más nos hiere.

Toda desaveniencia, pelea o enojo se inicia con un agravio, que no es otra cosa que una falta de respeto a la persona que enfrentamos. En la consultoría matrimonial y familiar, el trato irrespetuoso y la intolerancia son las causas más repetidas en los conflictos de separación y ruptura de las relaciones. Podemos asegurar que se puede volver de muchos errores y falencias y no obstante salir fortalecidos en la convivencia íntima y familiar, pero no es fácil volver de los agravios y la falta de consideración mutuos. La tolerancia surge así como un complemento inseparable del respeto hacia los demás. Tolerar, en términos generales, significa no oponerse pudiendo hacerlo; es aguantar, soportar y aun sufrir en silencio en beneficio de otros. La tolerancia permite la convivencia pacífica de las personas, haciéndola evidente como fruto del amor por los demás. La familia es la primera escuela para aprender a ser tolerante y la que brinda la enseñanza formal para afianzarlo. La tolerancia consiste en una fortaleza interior, que le permite a los individuos afrontar las dificultades y aplacar los sentimientos encendidos de otras personas. Vivir los valores del respeto y la tolerancia es amar la dignidad de los otros. Hoy se habla mucho de estos temas pero muy pocos los practican. No tenemos más que observar cuando se reúne un grupo de personas, todos hablan a la vez y nadie escucha al otro. Se acepta que el que más grita, el que más alto vocifera, se impone y domina sobre la razón de los demás. ¿Cuánto tardaremos en ser una sociedad tolerante? Desde esta columna promovemos que es indispensable, cuanto antes, comenzar a respetarnos y escucharnos como semejantes y necesarios en la convivencia.

Qué hacer

Siempre hemos sostenido que los verdaderos cambios de valores se producen de adentro hacia afuera. No hay ley que pueda cambiar nuestra manera de pensar y de ser, salvo que medie una decisión personal de hacerlo. Debemos procurar ante nuestros pequeños y adolescentes ser referentes de lo que queremos enseñarles. Es un chiste esperar que nuestros jóvenes desechen su altivez como herramienta para conseguir lo que quieren, cuando tenemos funcionarios y representantes

sociales que insultan con groserías a sus contrincantes para descalificarlos y destruirlos como alternativa ante la sociedad.

Concluimos, con toda razón, que no podremos disfrutar de una noche de paz si durante el día vivimos desbordados por la intolerancia, la ira y la agresividad. El Premio Nobel de la Paz Martin Luther King dijo: “Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”. El libro de la sabiduría, la Biblia, enseña: “¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!”.

Qué bueno será poner en práctica en estos días el respeto y la tolerancia, para disfrutar de una verdadera Noche de Paz. Es mi deseo para todos los lectores.

(*) Orientador Familiar