Edición del Sábado 24 de noviembre de 2012

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El que se rasca - Edición Impresa - Revista Nosotros Nosotros

El que se rasca

El que se rasca

En todo laburo hay uno -y más de uno también: es tendencia creciente- que se rasca, que la pilotea, que está dispuesto pero no está dispuesto, mezcla de balde de plástico (cuando lo necesitás, se raja) y tortuga de jardín (está, pero nadie sabe dónde), le terminan recargando tareas al compañero. Escribo esto sólo porque no pude encontrar a otro que lo haga...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected].

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Ya está, ya lo dije: en todo trabajo donde hay más de dos personas, uno se rasca. La que empiezo a escribir es una nota innecesaria, de esas que intentan ponerle palabras a lo que ya se formuló poderosamente como imagen en el cerebro de los lectores: ya pensaste en fulanito o fulanita (no hay distinción de sexos para el rascado genital continuo o endémico) que entra perfecto en el modelo del perfecto argentino modelo, valgan las redundancias (estamos ahorrando palabras).

No hablo del que no tiene trabajo, porque sobre ese tema no hay broma posible. Tampoco sobre el que no quiere trabajar, que está bien así, que entre el plan y los rebusques la tira sin transpirar. Hablo del que sí tiene laburo, pero constitutivamente no tiene ganas de trabajar. Suena contradictorio porque se han escrito millones de palabras sobre el valor del trabajo, sobre su capacidad de dignificar a quien lo practica, también sobre el hecho cierto de que más de un tercio de tu vida estás en el laburo, pero aun así, nadie asegura que el sujeto tenga realmente que trabajar a cambio de un salario.

Hay mucha gente que practica y ha ido perfeccionando distintas formas de pasarla, de pilotearla, de manejarla, que es una forma canchera de decir que hace lo mínimo para que no lo rajen o sancionen, o que tiene momentos diferenciados en los que coloca su segmentado esfuerzo.

Hay dos categorías más o menos groseras: los que se ocupan en mostrarse ocupados (y en consecuencia cómo vas a pedirle que haga lo que tiene que hacer) o los que ya pasaron la barrera de la impunidad y no les importa que se sepa que están ahí al pedo, con todo respeto.

Hay tipos y tipas a los que uno les mira las manos con inquisitoria curiosidad, esperando que se agudice la malformación del continuo rascado: ¿cómo puede ser que no tenga muñones todavía? Puede sospecharse que este individuo abunde en reparticiones públicas, pero sería injusto decir que es exclusivo de ese ámbito de promoción de piloteadores profesionales de laburo pendiente. También las empresas privadas tienen pseudo ocupados que te transfirieron su inactividad completa a vos, que lo hacés tan bien y tan rápido. Y tienen mucho de esos que lograron detectar que están bárbaros sobre tus espaldas, ubicándose cómodamente sobre tu laburo, aunque no sean técnicamente tus jefes.

En este rubro, es admirable ver cómo coordinan, sugieren, definen, articulan (son muy capos para inventar funciones y palabras de ese tipo: no trabajan sino que hacen una articulación, o sea que están situados exactamente en el punto entre uno que trabaja y otro que trabaja; alguien tiene que encargarse de la delicadísima tarea de articular esos esfuerzos), promueven, reconducen y otras beldades que tienen la virtud de vaciarse del molesto contenido laboral.

La gran mayoría de los argentinos (por eso somos un pueblo feliz y condenado) está empeñado (vaya palabra) en obtener un sueldo, un buen sueldo, por menos o nada de trabajo. Hasta hace poco tiempo hubiese atacado abiertamente esta línea de pensamiento, pero hoy no estoy tan seguro de que la ecuación no sea la correcta: que trabajen los otros.

Yo quiero dar un pasito más en mi búsqueda del progresivo no trabajo, en la constitución muñónica personal, en la trabajosa construcción de mi propio magister de rascado. A ver si alguno me manda un articulito ya hecho para la semana que viene. Yo lo miro, le agrego algunas cositas, le saco otras, toco aquí y allá -toco y me voy- sale así y todos contentos. Ponele la firma.



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Sábado 24 de noviembre de 2012
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