El hombre que pintó su aldea

En el marco de los cien años del nacimiento de Ricardo Supisiche, que se cumplieron semanas atrás, vale la pena rescatar su palabra, la manera en que describía sus obras y el momento de su creación, pero también su opinión sobre el rol de la mujer en el arte, y los conceptos destinados a quienes pretendan dedicarse a ese metier: “lo más importante es trabajar. Si uno no es capaz de hacerlo intensamente, es porque no estaba hecho para el arte”.
TEXTOS. REVISTA NOSOTROS, SOBRE ENTREVISTA DE MARTA RODIL. FOTOS. DANILO BIRRI Y EL LITORAL.
Este año, más precisamente el 6 de noviembre, se cumplieron cien años del nacimiento del artista santafesino Ricardo Supisiche y también 20 años de su muerte.
En estas páginas se recuperan fragmentos de la entrevista que le hizo la escritora Marta Rodil y El Litoral publicó el 14 de junio de 1986 bajo el título de “Cincuenta años de pintor”. Decía entonces la autora: “la presencia de Ricardo Supisiche no suele pasar inadvertida. Su personalidad puede conmover, encender conciertos o disidencias. Llama la atención la sinceridad sin ambages, su vigor, su genio. A la energía de los gestos o la profundidad con que cala su mirada, les suceden ya la ternura o la nostalgia, ya el fervor con que evoca experiencias de vida o de su frecuentación de la naturaleza. Se conjuga la nobleza de sus canas con el disfrute de un corazón que va al encuentro entusiasta de la vida todos los días”.
- ¿Cómo dibuja, qué materiales emplea?
- Me gusta dibujar con tinta, aunque a veces lo hago con lápiz, con grafito. Elijo papeles que me resulten simpáticos. Uso una astilla de madera, últimamente de madera balsa (compro listoncitos de aeromodelismo de una medida adecuada), le saco punta, la sopo en tinta china y gradúo la carga con una esponja. La técnica es muy sencilla, depende de la velocidad con que se dibuja, de la presión que se hace de la madera contra el papel, y de la carga. Se puede conseguir una gama muy amplia de grises, hasta llegar al negro. Dibujo de manera automática. No me propongo dibujar determinada cosa, sino que juego con la tinta, hago manchas, las muevo en el rectángulo. Que se toquen, que no se toquen; que dos se toquen, que una no; que tres sí; que una toque el borde, o dos... Un juego. Van apareciendo las imágenes, que después me resulta fácil concretar. Tiene mucho que ver con lo que hacíamos de chicos en la “interpretación del mamarracho” de uno, en el que otro trataba de encontrar figuras. También puede hacerse con un bollo de papel: se extiende y se interpretan las formas de las arrugas. Es cuestión de poner en marcha la imaginación.
- ¿Qué influencias reconocería en su obra?
- En cierto momento sentí la influencia de un amigo que estudiaba en la Academia Superior, Gargatagli, quien a su vez la recibía de su maestro Larrañaga. Fue una etapa de ejercicios en la técnica del óleo. Me liberé fácilmente y tuve una época en que no reconozco ninguna influencia. Hasta que fui a Italia y estudié a Carrá y a Sironi, dos pintores metafísicos que me interesaban, pero su influjo no fue muy acusado. En otro momento hice una serie de dibujos con Planas Casas, en los que se nota su cercanía. No encuentro una influencia marcada en mi pintura. Aunque conservo la huella espiritual de Sergi.
- ¿Cómo trabaja una acuarela, un óleo?
- En la acuarela, mojo el papel y mezclo sobre él los colores, no en la paleta. Para la acuarela es importante aprovechar los accidentes que se producen al manchar. Como hace tanto que pinto es un material que domino y sé cómo deben provocarse los accidentes que sirven después. Hago óleo como todo el mundo. Adopté algunas técnicas, que después dejé, como las veladuras y el sfumatto que hacían los italianos. Pinto directamente con el óleo sobre la tela, sin agregarle aceite o aguarrás. También utilicé carbonato de calcio liviano y pesado para dar textura, y un médium que tomé de un libro del profesor Max Doerner, de la Academia de Bellas Artes de Munich.
- ¿Es disciplinado en su labor?, ¿cree en la inspiración o se dispone todos los días?
- Vengo a trabajar todos los días, soy disciplinado. En cuanto a la inspiración, no creo en ella. No viene, hay que salir a buscarla. Si uno se queda esperándola pasa el tiempo y no llega. Es una idea romántica eso de que uno se inspira, se pone frente a la tela y hace el cuadro. No es así. Yo le dispongo el tiempo suficiente al acto de dibujar y de buscar la inspiración; le dedico meses. Como te explicaba antes, juego para que la imaginación se ponga en marcha, para ir anotando las ideas que se me ocurren. La inspiración consiste en ideas, y en el cuadro ellas son importantes: a veces hay una idea que no está muy bien pintada, pero que salva el cuadro. En cambio hay cuadros que están bien pintados y que no tienen idea, y no sé si se salvan.
- ¿Cuándo nace su vocación y cómo decide que ella prevalezca en su vida?
- El niño dibuja hasta que aprende a leer y a escribir, entonces se decide por este lenguaje. Algunos hemos seguido con el lenguaje anterior. Yo dibujé siempre. Pasaron los años y encontré a un escultor, Baldomero Banús, que hizo un retrato de un muerto en el cajón (del padre de un amigo) y yo lo copié. Cuando el escultor, que era profesor de la Academia Reynares, lo vio, me propuso que fuera a estudiar dibujo. En mi casa estuvieron de acuerdo. Concurrí seis años, a partir de los doce. Esa vieja academia santafesina impartía una enseñanza -valga la redundancia- muy académica, no se había modernizado, su sistema no era eficaz. Y cuando salí, me desentendí bastante porque no había logrado cierta técnica y fracasaba en mis intentos. Hasta que me encontré con Sergio Sergi y me invitó al taller que había integrado en esos días. Empecé de nuevo, su sistema era totalmente distinto. Yo tenía dieciocho años. Comencé a pintar mucho después porque no me había sentido atraído. Eso ocurrió cuando alcancé el dominio del dibujo. Sergio nos enseñó los rudimentos de la pintura y el resto lo aprendí mirando, leyendo, viendo exposiciones, preguntando. Cuando llegaba alguien importante a Santa Fe, nos pegábamos a él y lo acribillábamos a preguntas. A veces nos explicaba, a veces no. Así fui aprendiendo.
- Háblenos de la fidelidad a sí mismo por sobre modas o influencias.
- Quien se pone en esta tarea del arte lo hace por una necesidad interior. A nadie se le ocurre que se pueda vivir de la pintura. Esa necesidad era más fuerte que yo, era como respirar. Se trataba de dibujar y pintar porque, si no, no se podía vivir. Si una persona se comporta de ese modo, tiene que ser fiel a sí misma; si no, mejor dedicarse a otra cosa. De no ser fiel a mí mismo, ¿a quién podría serle fiel? Es una cuestión primero de honradez; y de honestidad profesional después, porque al principio no se es profesional.
- ¿Desde cuándo puede decir que vive de su arte?
- No hace tanto, alrededor de veinticinco años. Ahora tengo setenta y cuatro, y hasta los cincuenta debía mantener yo la pintura; tenía otros desempeños: fui empleado del Departamento de Salud Pública, profesor de dibujo publicitario, hice dibujos para publicidad. En fin..., dentro del dibujo hice mucho pero vivía de un empleo o de una cátedra. Fueron años de dura lucha. Eso les pasa a todos, yo no soy una víctima. Algunos pintores no pueden llegar a vivir de su arte.
- ¿Qué importancia le asigna a la crítica, siempre lo ha favorecido?
- No siempre. Para mí la crítica es importante por cuanto educa al público. Un crítico no va a hacer torcer mi verdad. Puedo estar pasando un momento malo, pero me doy cuenta. El crítico no me orienta, pero sí a los demás. Por otra parte, un pintor no siempre es buen crítico. Nosotros sabemos hacer lo nuestro y suele ocurrir que no sepamos por qué lo hacemos. Suceden cosas cuando uno lo está realizando. El cuadro lo lleva a uno, yo no lo mando, él me va ordenando a mí. Entonces, podemos no ser buenos críticos de nosotros mismos.
- ¿Cree en Dios?
- Sí, creo. Pero soy un creyente un poco extraño, así que te digo que creo y nada más.
- ¿Comparte los conocimientos adquiridos en tantos años de experiencia?
- Digo todo lo que sé. Una persona más aprende cuando más gente que sabe tiene alrededor. No debe haber ocultamientos. Y es tonto querer hacerlos respecto del oficio. Si alguien inteligente mira un cuadro y lo analiza, se da cuenta de cómo fue realizado. Por otra parte hay libros, como por ejemplo ése del Prof. Max Doerner que te cité, cuyo equipo de colaboradores está munido de la tecnología necesaria como para estudiar la pintura de siempre. Explican cómo fue hecho cada cuadro, y los resultados de cada técnica. Aunque sea aburrido leerlo, uno llega a saber cómo se llevaron a cabo todos los cuadros. De manera que no hay secretos. El intercambio de conocimientos es muy frecuente. Entre los pintores nos mostramos y comentamos lo que hacemos y cómo lo hicimos.
- Su pintura va más allá del paisaje. ¿De qué manera lo real impresiona su sensibilidad y cómo luego se expresa?
- Ciertos elementos reconocibles hacen que una mancha se transforme en un paisaje. No me interesa la realidad sino el espíritu del paisaje; su huella, que enciende mis fantasmas. La coincidencia de determinados factores hace que, por ejemplo, el esqueleto de un pescado o el agujero de unas tablas cobre una dramaticidad que el paisaje en sí mismo no posee.
- ¿Qué más les diría a quienes lo siguen en el arte?
- Mi experiencia es que los consejos, las opiniones, no sirven demasiado. Pero creo que lo más importante es trabajar. Si uno no es capaz de hacerlo intensamente, es porque no estaba hecho para el arte. El arte no es fácil, ni algo a lo que uno pueda dedicarse de vez en cuando. Ha habido alguna excepción, pero se trata de casos muy extraños.
“SANTAFESINO EN SERIO”
- ¿Qué valora de Santa Fe?
- Santa Fe posee algo fundamental: la tranquilidad, la calma. Aquí el día tiene veinticuatro horas de verdad. En Santa Fe, se da el tiempo, que es imprescindible para mí. Amo el río, amo todo Santa Fe. Soy santafesino en serio. Este es mi lugar.
- ¿Y de las cualidades humanas?
- La lealtad, que nos hace merecedores de la confianza del otro: la opinión vertida en su presencia y la defensa en su ausencia. Tengo viejos amigos -algunos, de la infancia- con quienes nos tratamos siempre diciéndonos la verdad. Creo esto primordial. Soy antidiplomático. Por eso, volviendo al tema de la crítica, la respeto porque se trata de la verdad del otro. Puede doler, pero con el tiempo uno va recapacitando y se queda con lo válido.

“no me interesa la realidad sino el espírtu del paisaje, su huella, que encierra mis fantasmas” decía el artista.
EL ROL DE LA MUJER EN EL ARTE
“La mujer -decía Ricardo Supisiche 26 años atrás- tiene grandes desventajas, sobre todo en nuestra sociedad. No está ubicada como debería, está un poco relegada. Lo más importante para ella es, quizá, la maternidad, y cuando llegan los hijos se le va el tiempo y no puede dedicar su esfuerzo al arte. Es talentosa, tanto como el hombre. Tiene menos posibilidades. En algunas artes puede descollar más. En pintura es más difícil porque requiere la constancia de todos los días. Y porque necesita un espacio, un taller, una serie de elementos que no siempre se tienen. En mi caso, tuve un taller después de mucho. Ha habido mujeres que descollaron. Para darte sólo un nombre, en la Argentina tenemos a Raquel Forner. En el mundo se han destacado muchas: ya en el tiempo de los impresionistas Berta Morisot era una de las grandes figuras. En este momento, la condición de la mujer es mejor. Porque el hombre la está comprendiendo; ya no es el patrón -como antes-, es el compañero. De todas maneras, la mujer es quien se hace cargo de los hijos.
