De “Las Confesiones” Palabras divinas La zona indecidida

Por Fabián O. Iriarte
Veo al maestro calígrafo Hamdulah nadando en el Mar Bósforo con un cálamo en la boca. El sultán ha honrado su pericia en copiar las palabras divinas con el trazo más delicado y firme a la vez.
En la observación vespertina, se nota la pasión de los turcos por el ornamento: retorcerse y girar una y otra vez, formas de hojas y perlas, dragones y panteras, granados y cipreses, jacintos y tulipanes, cestas llenas de rosas, intercalados con ramos entrelazados, la cornucopia de leyendas.
Debido a las prescripciones religiosas contra el arte figurativo, la caligrafía se consideraba en el Islam la forma artística más elevada.
El maestro calígrafo va dibujando círculos y cintas en el agua, invisibles e indelebles por siempre en la superficie del mundo.
Lugar lluvia
Cuando llueve, dice
n que la lluvia acaricia el pelaje del mundo,
que el mundo es como un gato que ronronea, como un perro
mojado
que ha perdido el olfato pero deambula feliz porque sin dueño.
Cuando llueve, dicen que la lluvia es caricia,
pero la lluvia destroza los tejados. En Mar del Plata
la lluvia destroza los tejados.
La lluvia es “el lugar en que se juntan
la pasión y la metafísica”: para ganarse la vida a palabras
y la muerte, con silencio. Hay que aguantar la estación de la lluvia.
Indeciso el pintor, no el pincel no la tela
la zona permanece y está en espera
los objetos vacilan, mientras / como si fueran
a ser, a desaparecer / o se llenaran de un cuerpo,
de un impulso vacío que los hace latir
indecisa la zona, no el que escribe / vacilante instrumento,
no elixir de la noche, no párpados cerrados: es la espera
lo que permanece misma
paciente y vacilante, pero seguro al fin