Edición del Martes 06 de marzo de 2012

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Varados en los Andes - Edición Impresa - Opinión Opinión

llegan cartas

Varados en los Andes

Facundo Amarú Marangón.

DNI: 34.787.690. Progreso.

Señores directores: El Paso de San Francisco que nos une con Chile fue noticia en el último Dakar, cuando por nieve acumulada, impidió la largada de una de las etapas del mismo. Este paso nace en Tinogasta, Catamarca y después de 250 kilómetros -hoy pavimentados- llega al límite con Chile. Es muy utilizado por camiones de gran porte, debido a que su pendiente no supera el 4 %. Junto con el de Jama, en Jujuy, son pasos naturales, utilizados y conocidos desde siempre. Pero el paso de San Francisco, en 1963 y en el mes de febrero, también fue noticia sobre todo para Progreso y zona, pero por otro motivo, ya que fue el protagonista que por poco se lleva la vida de tres de sus vecinos, cuando intentaron cruzarlo, y quedaron varados en él por 14 días completos.

Todo comenzó cuando un comerciante adquiere una Estanciera nueva y decide llegarse hasta Chile, invitando a dos de sus empleados. Parten el 5 de febrero y para el 10 ya se encuentran en Tinogasta para iniciar el cruce, lo cual le hacen saber a nuestras autoridades para que éstas se lo comuniquen a la chilenas, cosa que nunca hicieron, además aquí les informan que en el límite fronterizo se encontraba un puesto chileno para cualquier eventualidad. Dicho puesto existía, pero estaba abandonado. Para sumar otro agravante, se encontraban escasos de combustible extra, alimentos y ropa de abrigo, el resultado de esta aventura fue que a 4.330 metros de altura, el vehículo se apunó y dejó de funcionar, comenzado así la odisea -la altura máxima del paso es de 4.750 metros de altitud. Todos los días iguales, Los Andes majestuosos frente a ellos y los no menos majestuosos cóndores revoloteando y esperando como aves de rapiña y carroñeros sobre ellos.

La nieve era cosa de todos los días, junto con el frío que iba en aumento, lo cual provocaba quemaduras por principio de congelamiento, secuela que subsiste por el resto de sus vidas. En ningún momento de esos interminables 14 días se cruzó alguien en ningún sentido. En una oportunidad divisaron a lo lejos unos arrieros a los que llamaron desesperadamente, los cuales al verlos, se apresuraban a desaparecer; la razón en primer lugar era que estos arrieros eran, por lo general, contrabandistas, y la segunda es que la Estanciera era el vehículo oficial de la Policía de frontera de ambos países, así que ni en sueños se acercarían a ellos.

Con el correr de los días se iban debilitando, más y más desanimados. Se sentían abandonados, nunca entendieron el porqué de que nuestras autoridades no supieran del puesto abandonaado en un paso de estas características, además de no haber dado aviso a las autoridades chilenas. Uno de ellos, con un absceso en formación, que le generaba alta fiebre, y otro tan deprimido que llegó a escribir una carta de despedida a sus familiares y se acomodó en la Estanciera a esperar su fin. Pero al final lo sí llegó fue la salvación, y creáse o no, debido a la odiada nieve. Un grupo de geólogos enterados de que se avecinaba una tormenta de nieve para el día 24, resolvieron adelantar un trabajo en ejecución y se toparon con los progresinos. Estos fueron rescatados: uno ese mismo día, porque no tenían lugar para más, y los otros dos, después de dejarle comida y ropas, al otro día fueron rescatados mediante un vehículo doble tracción más un chofer para retirar la Estanciera al arrastre. La nieve que efectivamente cayó hubiese sido la mortaja definitiva para los tres, por la gran cantidad. Después de 15 días pasados en Copiapó, entre el hospital y hoteles, regresaron al pago por el Cristo Redentor. Hoy ya no están, se perdieron definitivamente en la nebulosa del tiempo, contaron sus desvelos por muchos años, pero siempre se los recuerda por buenos vecinos que fueron de Progreso, mi pueblo.



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