Edición del Martes 06 de marzo de 2012

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“Tiempos del corazón. Correspondencia Ingeborg Bachmann-Paul Celan” - Edición Impresa - Opinión Opinión

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“Tiempos del corazón. Correspondencia Ingeborg Bachmann-Paul Celan”

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Ingeborg Bachmann en Roma, en 1962.

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Paul Celan en su casa de París, en la Rue de Longchamp, en 1958.

Paul Celan uno de los más grandes poetas del siglo XX, nación en Rumania, en 1920, de origen judío y habla alemana. Fue recluido durante el nazismo en un campo de trabajo, mientras sus padres murieron en un campo de concentración en 1942. En 1948 se estableció en Francia. Probablemente su poema más celebrado sea “Fuga de la muerte”, que comienza rezando (en la versión de José Ángel Valente): “Negra leche del alba la bebemos al atardecer/ la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche/ bebemos y bebemos/ cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él/ Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe/ escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete/ lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines/ silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra/ ordena tocad para la danza// Negra leche del alba te bebemos de noche/ te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer/ bebemos y bebemos/ Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe/ escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete...”.

Paul Celan murió suicida en 1970, arrojándose al Sena.

Ingeborg Bachmann nació en Austria, en 1926. Poeta, narradora y ensayista, formó parte del movimiento Grupo 47, que buscaba un renacimiento de la poética “manchada por los nazis”. Tras ligarse sentimentalmente a Celan, en 1953 se mudó a Roma, con su compañero, el escritor suizo Max Frisch. Falleció en Roma en 1973.

Acaba de editarse en castellano la correspondencia de estos dos notables poetas de lengua alemana, en una edición que incluye también la correspondencia entre Bachmann y la mujer de Celan, y entre Celan y Max Frisch, el compañero de Bachmann.

La correspondencia se inicia en 1948, cuando Celan envía un poema a Bachmann, y ella en una carta a su familia les cuenta que “el poeta surrealista Paul Celan [...] se ha enamorado” de ella, que la cosa le resulta magnífica y su habitación es “un campo de amapolas”. Y las misivas continuarán hasta 1967.

Son cartas llenas de datos y revelaciones. También de frases amorosas: “Hace diez días que llegó tu primera carta. Desde entonces todos los días quiero responderte, y no lo hago por las horas que paso en conversación desesperada contigo”, escribe Ingeborg Bachmann en octubre de 1957. “¡Cuánto camino tendré que cortar ahora en la carta! ¿Me entenderás igual? ¡¿Podrás reconstruir mentalmente los momentos en que tengo presentes sólo los poemas, o sólo tu rostro, o ‘Nous deux encore’?!”.

Entre los conflictos y cimbronazos de la posguerra no podía faltar el caso Heidegger. En 1959 se proyecta un homenaje al filósofo. Paul Celan aparece en una la lista de oradores sin haber sido consultado. Le escribe a Bachmann: “Veo también que no está Martin Buber, de quien Neske en su momento me dijo que también había prometido una colaboración. Hasta ahí lo inmediato. Queda Heidegger. Sin duda yo soy el último, tú lo sabes, que puede mirar para otro lado con respecto al discurso del rectorado de Friburgo y algunas cosas más; pero también me digo, sobre todo ahora que tengo mis experiencias sumamente concretas con antinazis tan patentados como Böll [Heinrich, Premio Nobel 1972] o Andersch [Alfred], que aquel que tiene sus errores atragantados, que no hace como si jamás hubiera fallado, que no disimula la mácula que lleva adherida, es mejor que aquel que se ha instalado en la intachabilidad que mostró en su momento (tengo que preguntarme, y tengo razones para hacerlo: ¿realmente y en todas sus partes fue intachabilidad?) con toda comodidad y lucro, con tanta comodidad que puede permitirse aquí y ahora -claro que sólo ‘en privado’ y no en público, porque eso daña el prestigio, como se sabe- las bajezas más notorias. En otras palabras: puedo decirme que Heidegger tal vez comprendió algunas cosas; veo cuánta infamia hay en un Andersch o un Böll...”.

Ella deja entrever ....: “Te agradezco que le hayas dicho todo a tu mujer, ya que ‘ahorrárselo’ sería agrandar la culpa, y disminuir a tu mujer. Porque ella es como es, y porque tú la amas. ¿Pero tienes una idea de lo que significan para mí su aceptación y su comprensión? ¿Y para ti? No puedes abandonarlos, a ella y a vuestro hijo. Me contestarás que ya está, que en el fondo ya ha sido abandonada. Pero por favor no la abandones. ¿Tengo que darte las razones? Si tengo que pensar en ella y en el niño -y siempre tendré que hacerlo-, no podré abrazarte. Es todo lo que sé”.

Pero es el agobiante peso de la historia, algo que sobrevuela sobre su amor y ensombrece sus vidas lo que probablemente sea el aspecto más expresivo de esta nutrida correspondencia. Publicó Fondo de Cultura Económica.


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