Edición del Martes 06 de marzo de 2012

Edición completa del día

Talentosas escritoras en el recuerdo - Edición Impresa - Artes y Letras

homenaje a GRACIELA GELLER Y ADRIANA DÍAZ CROSTA por el día internacional de la mujer

Talentosas escritoras en el recuerdo

Una obra arriesgada, profunda, de características poco frecuentes, fue el sello distintivo de estas dos grandes escritoras.

Talentosas escritoras en el recuerdo

Graciela Geller (centro) y Adriana Díaz Crosta (derecha) junto a Patricia Severín, cuando publicaron “Amor en vano y cien hombres volando”.

 
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Obra de Beatriz Martín. Foto: Archivo El Litoral

De la redacción de El Litoral

En el mes de la mujer, recordamos hoy a Graciela Geller y Adriana Díaz Crosta, dos destacadas voces de la poesía santafesina. Graciela, nacida en Paraná, se radicó en Santa Fe después de haber vivido varios años en la ciudad de Ceres; falleció el 25 de diciembre de 2002. Adriana, nació y vivió en Santo Tomé, donde falleció el 25 de mayo de 1995 a la edad de 35 años.

Ambas fueron amigas, lucharon por los derechos de la mujer y por la Justicia social y, fieles a sus principios, llevaron vidas consecuentes con su forma de ser y de pensar.

Creativas, innovadoras, valientes, desafiaron con sus voces las últimas décadas del milenio que se fue.

Editaron juntas (y con Patricia Severín) “Amor en vano y cien hombres volando”, de donde se extrajo la mayoría de los poemas que hoy publicamos.

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“Máscaras”, detalle, de Xul Solar.

Foto: Archivo El Litoral

ADRIANA DÍAZ CROSTA

Obra editada:

“Los puños de la paloma”, Obras Completas publicadas por la UNL contiene los poemas: “Los puños de la paloma”, “Amor en mano y cien hombres volando” y “Obra inédita”.

Te lo digo

despacito

lento

Tengo un suplicio de tulipanes

cruces en el cuerpo

y a Cupido

colgadito del techo

Quiero decírtelo sin vueltas

después de gritar mi desaliento

Me urge hablarte

con hocico de loba taciturna

harta de tanto entierro

porque

entre el gemir de manos apagadas

sos un raspón de nubes

una polvareda de vidrios entre sueños

Y en buena ley y a manos llenas

amor

sos un cachito de cielo

No saben

juntar hormigas en el parque

armar calabozos de malva

subir escaleras

que no van a ninguna parte

caminar con la cabeza

apagar escarabajos con el dedo

tomar del mismo vaso

auscultar con la lengua

y llamar por fax al cielo

No saben

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“Desnudo femenino acostado en la playa”, de Antonio Berni. Foto: Archivo El Litoral

Que no me mate la desesperanza

que el amor me empuje leguas

me encabrite

me enduende el aire.

Y me arme de valor.

Pero en pleno combate.

Que no muera

de vejez prematura.

Si he de vivir

que sea de veras

a todo trapo

con un fuego en la cabeza.

Pero ¡por Dios!

que no me encuentre la muerte

mil veces muerta

antes de que venga.

No te quedes

con el sol en bancarrota

en estos días de humo

Si has de quedarte con algo

que no sea

con esta alegría sin pulmones

ni aureolas

Si te quedás con algo

te sugiero

mi ternura en tacos bajos

Te sugiero

este amor de liebre tibia

y de aireados navajazos

Que te quedes

con mis pases mágicos

y con mi mano

que se agarra a la vida

a puro tajo

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De la serie Plaza España, de Nydia Andino. Foto: Archivo El Litoral

GRACIELA GELLER

Obra editada:

“El inconsciente en la creación literaria”. Premio Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe, 1980.

“A vuelta de mordaza”. Ed. LITAR Santa Fe, 1985.

“Las cuarenta velas”. Premio Municipalidad de Santa Fe, 1991.

“Amor en mano y cien hombres volando” (junto a Patricia Severín y Adriana Díaz Crosta). Ed. Libros de Tierra Firme, 1993.

“Sobre semen no hay nada escrito”. Primer Premio Certamen Leoncio Gianello, 1993.

Ed. La Cortada.

“Al costado de la luna”. Ed. UNL, 2006.

Te lo diré amiga

Un vals sediento, eso fue él para mí.

Un chapuzón de restos punzantes y encendidos.

Un rincón sin aire.

¿Por qué me apasioné?

Mmmm.

Tenía una cadena arpada de pañuelos verdes. Y nalgas de

mármol quebrado. Y esa luna dura y metálica y coruscante. Luna

sin dientes, es cierto. Pero con barco y montaña y rosas morenas

de Lorca. Con iniciales de danzas. Con lechuzas machaditas...

¿Cuándo lo conocí?

Cuando el hueco de otro hombre me infectaba.

Su voz de larga distancia marcó perlas de cultivo entre mis alas.

¿Cómo fue nuestro amor?

De lengua y habla.

De ácido y bombón de menta.

De sexo con almíbar y agujas de tierra mojada.

¿Al principio?

Luz en el agua que huye al vuelo.

¿Después?

Ir y volver de la tormenta a la noche, de la noche al seno,

del seno al torrente, y a la serranía, y a vientos cambiados,

y a la ronda del sepa zurcir sepa bordar abrir la puerta para no jugar.

¿Cómo? ¿Que lo conociste? ¿Que ni te imaginás mi pasión por él?

Ah. Pero no es el mismo. El que viste, apenas si calza su cuerpo.

No te equivoques: no era viejo el mío. Con pan caliente

salpicaba esquinas y desparramaba flores de café en las siestas

y tenía racimos de palabras, hilos de paréntesis. Que yo tejía

para calentar sus ausencias sin peces, sin calostro, sin anclas.

¿Tridente? ¡Ni por asomo! Cuando partió fue Mefisto. Y el de ahora,

el que miraste: apenas vapor de médula, retazo de cerilla,

palote de jardín de infantes, piedra lamida.

Te lo diré:

El hombre deja de ser cuando el sol lo acuchilla. Cuando el

amor lo convierte en junco. Y cuando derrama tu llave en la banquina.

Entonces sí, entonces tan chiquito, ya alfonsiniano cuando

me preguntás -amiga- cómo caramba. Cómo es posible. Cómo

pudiste de él -y tan luego vos- haberte enamorado.

Con aire a Manrique

Te vi llegar.

Eras un hilo arrugado, huérfano de ovillo.

Hilo sin madeja.

Que no me alcanzaba.

Me dio tanta pena que los amores fueran ríos que van a dar a la

mar. Que es el morir.

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“Vampiro”, de Edvrd Munch. Foto: Archivo El Litoral

La familia bien gracias

Sigue sus huellas

huele su olor por las veredas

contrata ojos suplementarios

pacta con dios y con el diablo

gasta su antorcha en extramuros

nada ahorra para sus profundas entretelas

espejo dieta vestidos

pinta sus lágrimas con el exacto color de esta temporada

y aguarda a que él le diga

pero él no dice

¡es que está tan ocupado!

en sus trabajos en sus dineros en su automóvil

en apuntar las brújulas hacia su propio ombligo

por sobre todo

por sobre ella

por sobre todas

-¿y la familia?

ay mujer

que grita su orgasmo de rutina

muy cuidadosa ya que sus niños pared por medio

eso sí: no tan seguido

salteando meses

cuando Rutina manda que sea usada como una esposa

ah mujer

devota y enemiga

tan feliz cuando en el pino de diciembre él le cuelga esa mirada

como cuando lo descubre en falta

porque sólo así puede

porque así se impone y exige y quiebra

y le confía a las amigas

que por fin lo ha apresado de los testículos (en lunfardo)

-bien gracias-

así las cosas espera el clímax

y en medio del loco instante

le pregunta si aún la quiere

y él que sí claro

que como el primer día

Éstos son los amores que le contaba. Amores de los dientes para

Afuera. Amores para toda la vida.

Después de leer a Adriana

Los generales sueltos

Los amantes NN en la fosa común

La niña Ximena de identidad licuada

Y yo.

Aquí.

Vomitando al cielo.

He perdido tu saludable indignación

-amiga-

La perdí en este laberinto de inodoros

en el engrudo de los discursos camuflados

entre almanaque de saliva.

La perdí en medio de esta lona gris y agujereada. Lona áspera

que destripa hasta los viejos llantos. Y que uniforma la cópula de

los esposos: sin champaña, sin ayes excesivos.

Una cópula tristona y silenciosa (antes del horario del trabajo).



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