homenaje a GRACIELA GELLER Y ADRIANA DÍAZ CROSTA por el día internacional de la mujer
Talentosas escritoras en el recuerdo
Una obra arriesgada, profunda, de características poco frecuentes, fue el sello distintivo de estas dos grandes escritoras.

Graciela Geller (centro) y Adriana Díaz Crosta (derecha) junto a Patricia Severín, cuando publicaron “Amor en vano y cien hombres volando”.

Obra de Beatriz Martín. Foto: Archivo El Litoral
De la redacción de El Litoral
En el mes de la mujer, recordamos hoy a Graciela Geller y Adriana Díaz Crosta, dos destacadas voces de la poesía santafesina. Graciela, nacida en Paraná, se radicó en Santa Fe después de haber vivido varios años en la ciudad de Ceres; falleció el 25 de diciembre de 2002. Adriana, nació y vivió en Santo Tomé, donde falleció el 25 de mayo de 1995 a la edad de 35 años.
Ambas fueron amigas, lucharon por los derechos de la mujer y por la Justicia social y, fieles a sus principios, llevaron vidas consecuentes con su forma de ser y de pensar.
Creativas, innovadoras, valientes, desafiaron con sus voces las últimas décadas del milenio que se fue.
Editaron juntas (y con Patricia Severín) “Amor en vano y cien hombres volando”, de donde se extrajo la mayoría de los poemas que hoy publicamos.

“Máscaras”, detalle, de Xul Solar.
Foto: Archivo El Litoral
ADRIANA DÍAZ CROSTA
Obra editada:
“Los puños de la paloma”, Obras Completas publicadas por la UNL contiene los poemas: “Los puños de la paloma”, “Amor en mano y cien hombres volando” y “Obra inédita”.
Te lo digo
despacito
lento
Tengo un suplicio de tulipanes
cruces en el cuerpo
y a Cupido
colgadito del techo
Quiero decírtelo sin vueltas
después de gritar mi desaliento
Me urge hablarte
con hocico de loba taciturna
harta de tanto entierro
porque
entre el gemir de manos apagadas
sos un raspón de nubes
una polvareda de vidrios entre sueños
Y en buena ley y a manos llenas
amor
sos un cachito de cielo
No saben
juntar hormigas en el parque
armar calabozos de malva
subir escaleras
que no van a ninguna parte
caminar con la cabeza
apagar escarabajos con el dedo
tomar del mismo vaso
auscultar con la lengua
y llamar por fax al cielo
No saben

“Desnudo femenino acostado en la playa”, de Antonio Berni. Foto: Archivo El Litoral
Que no me mate la desesperanza
que el amor me empuje leguas
me encabrite
me enduende el aire.
Y me arme de valor.
Pero en pleno combate.
Que no muera
de vejez prematura.
Si he de vivir
que sea de veras
a todo trapo
con un fuego en la cabeza.
Pero ¡por Dios!
que no me encuentre la muerte
mil veces muerta
antes de que venga.
No te quedes
con el sol en bancarrota
en estos días de humo
Si has de quedarte con algo
que no sea
con esta alegría sin pulmones
ni aureolas
Si te quedás con algo
te sugiero
mi ternura en tacos bajos
Te sugiero
este amor de liebre tibia
y de aireados navajazos
Que te quedes
con mis pases mágicos
y con mi mano
que se agarra a la vida
a puro tajo

De la serie Plaza España, de Nydia Andino. Foto: Archivo El Litoral
GRACIELA GELLER
Obra editada:
“El inconsciente en la creación literaria”. Premio Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe, 1980.
“A vuelta de mordaza”. Ed. LITAR Santa Fe, 1985.
“Las cuarenta velas”. Premio Municipalidad de Santa Fe, 1991.
“Amor en mano y cien hombres volando” (junto a Patricia Severín y Adriana Díaz Crosta). Ed. Libros de Tierra Firme, 1993.
“Sobre semen no hay nada escrito”. Primer Premio Certamen Leoncio Gianello, 1993.
Ed. La Cortada.
“Al costado de la luna”. Ed. UNL, 2006.
Te lo diré amiga
Un vals sediento, eso fue él para mí.
Un chapuzón de restos punzantes y encendidos.
Un rincón sin aire.
¿Por qué me apasioné?
Mmmm.
Tenía una cadena arpada de pañuelos verdes. Y nalgas de
mármol quebrado. Y esa luna dura y metálica y coruscante. Luna
sin dientes, es cierto. Pero con barco y montaña y rosas morenas
de Lorca. Con iniciales de danzas. Con lechuzas machaditas...
¿Cuándo lo conocí?
Cuando el hueco de otro hombre me infectaba.
Su voz de larga distancia marcó perlas de cultivo entre mis alas.
¿Cómo fue nuestro amor?
De lengua y habla.
De ácido y bombón de menta.
De sexo con almíbar y agujas de tierra mojada.
¿Al principio?
Luz en el agua que huye al vuelo.
¿Después?
Ir y volver de la tormenta a la noche, de la noche al seno,
del seno al torrente, y a la serranía, y a vientos cambiados,
y a la ronda del sepa zurcir sepa bordar abrir la puerta para no jugar.
¿Cómo? ¿Que lo conociste? ¿Que ni te imaginás mi pasión por él?
Ah. Pero no es el mismo. El que viste, apenas si calza su cuerpo.
No te equivoques: no era viejo el mío. Con pan caliente
salpicaba esquinas y desparramaba flores de café en las siestas
y tenía racimos de palabras, hilos de paréntesis. Que yo tejía
para calentar sus ausencias sin peces, sin calostro, sin anclas.
¿Tridente? ¡Ni por asomo! Cuando partió fue Mefisto. Y el de ahora,
el que miraste: apenas vapor de médula, retazo de cerilla,
palote de jardín de infantes, piedra lamida.
Te lo diré:
El hombre deja de ser cuando el sol lo acuchilla. Cuando el
amor lo convierte en junco. Y cuando derrama tu llave en la banquina.
Entonces sí, entonces tan chiquito, ya alfonsiniano cuando
me preguntás -amiga- cómo caramba. Cómo es posible. Cómo
pudiste de él -y tan luego vos- haberte enamorado.
Con aire a Manrique
Te vi llegar.
Eras un hilo arrugado, huérfano de ovillo.
Hilo sin madeja.
Que no me alcanzaba.
Me dio tanta pena que los amores fueran ríos que van a dar a la
mar. Que es el morir.

“Vampiro”, de Edvrd Munch. Foto: Archivo El Litoral
La familia bien gracias
Sigue sus huellas
huele su olor por las veredas
contrata ojos suplementarios
pacta con dios y con el diablo
gasta su antorcha en extramuros
nada ahorra para sus profundas entretelas
espejo dieta vestidos
pinta sus lágrimas con el exacto color de esta temporada
y aguarda a que él le diga
pero él no dice
¡es que está tan ocupado!
en sus trabajos en sus dineros en su automóvil
en apuntar las brújulas hacia su propio ombligo
por sobre todo
por sobre ella
por sobre todas
-¿y la familia?
ay mujer
que grita su orgasmo de rutina
muy cuidadosa ya que sus niños pared por medio
eso sí: no tan seguido
salteando meses
cuando Rutina manda que sea usada como una esposa
ah mujer
devota y enemiga
tan feliz cuando en el pino de diciembre él le cuelga esa mirada
como cuando lo descubre en falta
porque sólo así puede
porque así se impone y exige y quiebra
y le confía a las amigas
que por fin lo ha apresado de los testículos (en lunfardo)
-bien gracias-
así las cosas espera el clímax
y en medio del loco instante
le pregunta si aún la quiere
y él que sí claro
que como el primer día
Éstos son los amores que le contaba. Amores de los dientes para
Afuera. Amores para toda la vida.
Después de leer a Adriana
Los generales sueltos
Los amantes NN en la fosa común
La niña Ximena de identidad licuada
Y yo.
Aquí.
Vomitando al cielo.
He perdido tu saludable indignación
-amiga-
La perdí en este laberinto de inodoros
en el engrudo de los discursos camuflados
entre almanaque de saliva.
La perdí en medio de esta lona gris y agujereada. Lona áspera
que destripa hasta los viejos llantos. Y que uniforma la cópula de
los esposos: sin champaña, sin ayes excesivos.
Una cópula tristona y silenciosa (antes del horario del trabajo).