Llegan cartas
“La Dama de Hierro”
Enrique A. Escobar Cello.
Señores directores: Los cines estrenan una película, propuesta para el Oscar, que pretende hacer, de una mediocre gobernante y criminal de guerra una suerte de prócer “churchilliano”. “La Dama de Hierro”.
Mi propuesta a mis compatriotas, frente a esta deformación histórica, es muy sencilla: No ir a ver esta película. No pagar para ver esa parodia. Hacerle el más absoluto repudio mediante el vacío y el silencio.
La señora Thatcher demostró, es cierto, tener algo de hierro al ordenar el traicionero ataque a una nave argentina fuera del área de exclusión, matando a sangre fría cerca de trescientas treinta persona. Demostró que su corazón es de hierro.
La Justicia internacional no juzgó esto como un crimen de guerra. Pero la historia no olvidará.
Los argentinos podemos rendir un silencioso homenaje a nuestros muertos, con el simple acto de no pagar por ver una impostura.
Una buena
Andrés Cavallari.
DNI: 23.375.124.
Señores directores: Me dirijo a ustedes a los efectos de relatarles una breve historia que me ocurrió el día miércoles 15 de febrero ppdo., y que, pese a todos los pronósticos a los que lamentablemente estamos acostumbrados, ha tenido un final feliz.
Vivo en Buenos Aires y, por motivos de trabajo, viajo continuamente por el país. Ese día me dirigí desde Buenos Aires a la ciudad de Santa Fe en el vuelo 2712 de la compañía Austral Líneas Aéreas.
En el camino desde el Aeropuerto de Sauce Viejo a la ciudad recibí un llamado en mi teléfono celular. Una persona se presentó muy cordialmente y me comunicó que se encontraba junto a personal de la tripulación del vuelo y tenían en su poder una computadora del tipo tablet (muy costosa) de mi propiedad, cuya falta no había notado hasta ese momento, pues descuidadamente la había dejado en el avión. Esta persona, que dirige un reconocido negocio de fabricación y venta de alfajores regionales, se ofreció a acercarme la tablet al hotel donde me hospedo, dado que se encontraba camino a su casa.
Sorprendentemente, y en menos de una hora, recuperé mi preciada propiedad de sus manos.
Vaya entonces mi reconocimiento a la honestidad de todas las personas que participaron en el “operativo de devolución”, desde la tripulación del avión hasta el empresario que fue capaz de obtener mi número, llamarme y alcanzarme el artefacto. Estas actitudes constituyen una cabal demostración de que una sociedad mejor es posible mientras existan personas que, con inteligencia y buena voluntad, se esfuercen por lograrlo.
Quedará en mi corazón el mejor de los recuerdos por la empresa aérea y las buenas personas de Santa Fe.