Edición del Martes 10 de enero de 2012

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Un año sin María Elena - Edición Impresa - Escenarios & Sociedad Escenarios & Sociedad

FALLECIÓ EL 10 DE ENERO DEL AÑO PASADO

Un año sin María Elena

Hace un año nos dejaba definitivamente esta poeta y cantautora, inolvidable creadora de “Manuelita” y formadora del imaginario de varias generaciones de argentinos.

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Una fotografía suya, colocada junto a su féretro, durante las honras fúnebres que se realizaron en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores en Buenos Aires. Foto: Efe

El Litoral / Télam

En tinta, en pantalla y boca en boca, el 10 de enero de 2011 se anunció con pena el deceso de María Elena Walsh, maravillosa creadora argentina. De su puño y letra nacieron “Manuelita”, “El reino del revés”, “La reina Batata” y tantas otras canciones e historias que formaron el imaginario de varias generaciones de argentinos.

Falleció a los 80 años en un hospital de Buenos Aires. Estaba enferma, sufría desde hacía varias décadas un cáncer que la había retirado de la escena y obligado a refugiarse en la poesía, la narrativa y alguna columna periodística. De todos modos, estaba ahí, en su piso del barrio porteño de Palermo, donde seguía siendo testigo.

Su historia había comenzado en Ramos Mejía, el 1º de febrero de 1930, como una chica avispada criada por empleadas sajonas. Su padre era irlandés, jefe de la estación del Ferrocarril del Oeste, y ella pronto empezó a cultivar un mundo interior al que volvería durante toda su trayectoria.

Ese mundo infantil que traducía en sus canciones y poemas, con un humor zumbón que nunca renunciaba a la poesía, fue el que nutrió una obra que despejó para siempre el arte y el teatro para chicos. Hasta su llegada las pequeñas plateas habían sido tratadas como entes a quienes se habla a los gritos y con vocalizaciones escolares, tendencia de banalización de los pequeños modificada en forma crucial por personajes como Manuelita la Tortuga o las canciones de “Tutú Marambá” y “Dailan Kifki”.

Su pluma

Su formación comenzó en Capital Federal, a los 12 años, cuando ingresó en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Allí fue condiscípula de Sara Facio, su compañera de los últimos años, y de otros futuros notables; y a los 15 publicó su poema “Elegía” en la revista El Hogar.

Tras la muerte de su padre, a los 17 sorprendió con el poemario “Otoño imperdonable”, que resultó segundo Premio Municipal de Poesía, con un jurado que confesó no haberle dado el primero -entregado al reincidente Pedro Miguel Obligado- “por ser demasiado joven”.

El volumen fue bien recibido por muchos mayores -Jorge Luis Borges y Pablo Neruda entre ellos- y en 1949 fue invitada por Juan Ramón Jiménez a su casa de Maryland, Estados Unidos. La convivencia con el autor de “Platero y yo” no fue lo plácido esperado. Según el testimonio de María Elena, el español le hizo sentir que el grande y glorioso era él: “Cada día tenía que inventarme coraje para enfrentarlo, repasar mi insignificancia, cubrirme de una desdicha que hoy me rebela; me sentía averiguada y condenada”, recordaba en sus relatos.

Entre 1951 y 1963 formó el dúo Leda y María junto a Leda Valladares, su primera pareja estable, con quien recuperó gran parte del cancionero antiguo español y plasmó temas para los más chicos, en un periplo que abarcó San José de Costa Rica, París y el regreso a Buenos Aires. En aquellos años nacieron sus álbumes “Canciones para mirar” y “Doña Disparate y Bambuco”, que se convirtieron en espectáculos teatrales eternos, representados hasta hoy en muchos países. También canciones como “Manuelita”, “El reino del revés”, “El twist del Mono Liso” y “La reina Batata”, entre muchos otros. Esos títulos dedicados al público infantil se mezclaron con otros para los mayorcitos, como los reunidos en el casi olvidado LP “Juguemos en el mundo” (1968), que incluía “Los ejecutivos”, “Diablo, ¿estás?”, “El 45” y las entrañables “Zamba para Pepe” y “Serenata para la tierra de uno”.

Mujer y niña

María Elena fue una mujer que en la peor época de la Argentina moderna sacudió a todos con el artículo “Desventuras en el País Jardín-de-Infantes” (Clarín, 16 de agosto de 1979), y si bien nunca militó partidariamente siempre estuvo atenta al devenir político.

Aparte de sus posturas feministas y de definición sexual, que en su época se citaban en voz baja, Walsh se manifestaba hastiada por las pequeñas bajezas del mundo intelectual, donde se mezclaban las pequeñas almas con obras como la suya. Se dice que en el universo de María Elena Walsh convivía un espíritu romántico casi dieciochesco y europeo con una picardía proveniente de esa niña que no habría dejado de ser, aunque su aspecto adusto y a veces distante intentara ocultarla.

Reeditan su biografía

Télam

“A partir de la muerte de María Elena conversé con Sara Facio y con Emecé, yo quería saldar esa especie de deuda con el libro anterior, que tenía algunos errores y fue escrito muy rápido por un encargo de otra editorial”, disparó Sergio Pujol en una entrevista telefónica con Télam. Sus palabras explicaron las razones de “Como la cigarra”, la segunda versión de la biografía de María Elena Walsh escrita por el historiador y docente. En sus páginas irrumpe la figura de una mujer excepcional en el campo de la canción popular, infantil, y de la literatura de ese género que supo obtener grandes éxitos a partir de un arte considerado menor. Pujol resaltó que si bien María Elena “descubre su primer gran vocación en la literatura”, antes “se había anotado en una escuela de Bellas Artes y tenía una gran facilidad para el dibujo, de hecho en sus poesías y ensayos o notas periodísticas hay una gran preocupación por lo visual”. Aun así, “decidió reconvertir la literatura en una profesión, tenía un gran oído que la ayudó a entender varios idiomas y también a retener coplas anónimas y poemas de grandes autores, todo en un mix original y desprejuiciado en que convive lo popular con la académico y lo culto: una marca en su obra”.A modo de balance general, comentó que la Walsh “fue siempre una mujer innovadora, sin embargo esa poesía neorromántica que había abrazado en su adolescencia iba a contrapelo de las tendencias más modernas. Ella lo resuelve al irse del campo de la poesía oral y popular, donde cosas que tienen siglos suenan muy lozanas”. Para quien reconstruyó en palabras vida y obra de esta autora argentina, hay un pasaje natural del folclore a lo que llamó canciones infantiles de autor, “un invento absoluto de ella”.


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En el año 2000, María Elena posó para el fotógrafo Diego Santede en la Sociedad Argentina de Escritores, sede San Telmo, Buenos Aires. Foto: DPA

/// OPINIÓN

Algo más que Manuelita

María Alejandrina Argüelles

“Es verdad que creó canciones infantiles que perduran generación tras generación con una magia singular, y que escribió cuentos infantiles, y que hay una estatua de Manuelita en Pehuajó. Permítanme recordar que fue algo, bastante más que eso.

Trabajadora de la palabra, ésa fue su herramienta y, cuando hizo falta, su arma: para llegar al corazón de los chicos, sí, pero también para valorizar permanentemente a la mujer y sus derechos, para abogar por una educación creativa, para clamar por democracia y libertad, para llorar por los que no estaban, para recordar a genios caídos en el olvido, para rescatar canciones casi perdidas, para redondear poemas de singular lirismo, para decir siempre lo que pensaba a través de verdaderas lecciones de humor sutil, de metáforas simples, de ironía, esa forma tan elevada del pensamiento, como decía Oscar Wilde”.



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Martes 10 de enero de 2012
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