EDITORIAL
El trauma político de la Ruta 1
Excluida de políticas de vivienda y sin recursos para créditos sólo accesibles a quienes no los necesitan, la clase media santafesina financió con su propio esfuerzo el acceso a la casa propia. El corredor de la Costa fue uno de los destinos elegidos para expandir la ciudad; pero pasaron demasiados años desde que el Camino Real se asfaltó con los sueños de Teófilo Madrejón, y el desarrollo se volvió a embotellar.
La gratuidad del corredor provincial sumó el tránsito de camiones que eluden el peaje y el concurrente atraso de la ruta nacional 11; la Nación, que se excusa de subsidiar una autopista provincial por la diversidad cromática de los poderes de turno en cada jurisdicción, corre contra la historia para compensar mejores vías de comunicación desde Santa Fe hacia el Norte.
Turismo receptivo, fines de semana en la quinta o simples tráficos hacia la nueva casa propia, apenas caben en el puente carretero sobre la Setúbal, junto al testimonial aporte del Colgante. La ciudad se expandió hacia Colastiné y emancipó a Rincón, pero no contempló una circunvalación que la alcance y postergó demasiado la actualización del tramo urbano de la ruta, desde la intersección con la nacional 168 hacia el norte.
Las falencias técnicas de una apurada licitación, hace algo más de cuatro años, se convirtieron en postergación cuando -una vez más- las diferencias de colores partidarios postergaron las obras. Las promesas de enmienda todavía esperan que los hechos le hagan honor a los discursos de turno, mientras la oposición provincial aprovecha su momento para remarcar faltas provinciales, más que para gestionar ayudas nacionales.
Desde la jurisdicción municipal, los alineamientos partidarios que alguna vez trajeron aportes directos de la Casa Rosada por afinidad, hoy los postergan sin más excusa que el contraste. No hay caja suficiente en la ciudad para financiar un adecuado desarrollo de la trama urbana, en este caso hacia el distrito costero.
El impacto en la vida de los habitantes del corredor es alto; están afectados sus derechos para ir a sus trabajos, para llevar los chicos a la escuela, para acceder a los centros de salud, para comerciar o simplemente para cruzar a la vereda de enfrente sin exponer sus vidas. Se desprecian valores que deben ser atendidos con prioridad.
Son las políticas de Estado las que tienen que dar respuestas; a cada lado de las fronteras partidarias faltan cuotas de disposición para poner esos objetivos en el plano superador de las disputas menores. No es un problema exclusivo de la ruta 1; en la Argentina sobran las tentaciones de cada turno por refundar la historia y acreditar pretensiones trascendentes.
Atrasada en su infraestructura, la ruta de la Costa está por abrir un nuevo capítulo administrativo en procura del desarrollo. Cuando la gestión política debería estar pensando cómo desafiar el atraso con más puentes urbanos sobre la Setúbal, una circunvalación sobre el terraplén que da a la Laguna u otras alternativas que hagan honor al desarrollo sustentable, apenas está por completar un tramo de lo que debe.