Edición del Viernes 02 de setiembre de 2011

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El patrimonio de la presidenta - Edición Impresa - Opinión Opinión

Editorial

El patrimonio de la presidenta

La presidente de la Nación cobra un sueldo mensual de 17.000 pesos. La cifra es similar -aunque menor, si se la compara a valores constantes- a la que cobraban presidentes anteriores, y mucho menor a la que perciben mandatarios de otros países. Por ejemplo, el presidente de EE.UU., Barack Obama, cobra una suma equivalente a 140.000 pesos mensuales, y se considera que atendiendo a las responsabilidades que ejerce se trata de un sueldo mediano. En nuestro país, los ministros del Poder Judicial tienen una remuneración bastante superior a la de la presidente.

En la Argentina existe el prejuicio de que es necesario que el presidente exhiba una imagen de austeridad tal que sus sueldos estén por debajo de lo que gana el gerente de una empresa importante. El prejuicio no es inocente. Se trata de alimentar la idea del sacerdocio político, en la que el conjunto de la ciudadanía cree cada vez menos porque sabe cada vez más.

Por cierto, en la vida real los hechos son diferentes de lo proclamado. La reciente declaración de bienes de la presidente da cuenta de una fortuna respetable, fortuna que, como resulta obvio, no proviene del ahorro de su sueldo como funcionaria. Es verdad que la acumulación de bienes de los Kirchner empezó antes de su llegada al poder, pero también es visible el impresionante incremento patrimonial operado desde su primera declaración pública hasta ahora.

Lo sucedido con Cristina no difiere demasiado de lo ocurrido con otros presidentes. Baste mencionar el caso de Carlos Menem, cuya familia se enriqueció durante sus dos mandatos, aunque los números siempre fueron menos explícitos que los de la actual mandataria. Lo incontrastable, en ambos casos, es que se multiplicaron durante el ejercicio de sendos gobiernos. Los antecedentes históricos de presidentes que se empobrecieron haciendo política hoy parecen leyendas irreales o afiebradas fantasías. En cualquier caso, ejemplos como los de Yrigoyen o Illia solo provocan sonrisas condescendientes cuando no burlonas.

En el caso que hoy nos ocupa, la fortuna de la presidente -la más alta entre quienes han ejercido ese cargo- es motivo de comentarios periodísticos que rápidamente fueron descalificados como malvadas maniobras destituyentes. La sociedad, por su parte, no ha dado señales de sorpresa y, mucho menos, de indignación. Respecto de los millones de pesos ahorrados por los Kirchner, importa señalar que no provienen de ahorros salariales sino de jugosas inversiones inmobiliarias y tasas de retribución de depósitos a plazo fijo en dólares que exceden con holgura las que se ofrecen a los mortales comunes, lo que no obsta para que Cristina recomiende a la sociedad que apueste a la moneda nacional.

Como suele ocurrir con frecuencia, una cosa es lo que se dice y otra, muy diferente, lo que se hace. Lo novedoso, sin embargo, es la tácita aprobación de esta suerte de doble discurso expuesto a la luz pública, y la falta de reacción ante una realidad que parecer importar muy poco, al menos mientras las variantes del consumo se mantengan en los altos niveles de los días que corren.



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Viernes 02 de setiembre de 2011
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