Apuntes de la India (II)
Nueva Dehli, varias ciudades en una
La India integra el grupo de los Bric, sigla constituida por las letras iniciales de los cuatro grandes países que los analistas internacionales proyectan a la cima del mundo cuando promedie el corriente siglo. Por eso, es importante conocer más sobre una nación milenaria, con fuertes contrastes sociales, económicos y culturales, tasas de crecimiento superiores a la media y un vigor tecnológico fuera de lo común. Qué mejor entonces que dejarnos guiar por las vivencias, percepciones y registros de una familia de emprendedores globales -los Grobocopatel- sumergida en la experiencia indiana, narrada grupalmente en un diario de viaje del que extractamos los pasajes que a continuación ofrecemos a nuestros lectores.

Cuerpo central del Taj Mahal (siglo XVII). foto: edición “el patrimonio del mundo”
Olivia, Margarita, Rosendo, Paula y Gustavo Grobocopatel.
Luego de recorrer 1.800 kilómetros por el sur del país, llegamos a Nueva Delhi y a otra India. La ciudad impacta rápidamente por su mayor orden y limpieza, sus parques y bulevares, y su sociedad, muchísimo más cosmopolita. Uno se da cuenta de que hay varias ciudades en una: la vieja, similar a la India que conocimos en el sur, con sus estrechas calles repletas de comercios y un enmarañado cablerío por techo, la Delhi monumental de edificios públicos y amplias calles con frondosa vegetación, y otra más moderna y comercial como Gurgeon, con edificios nuevos de cristales y desafiantes estructuras.
En Delhi, se respira el progreso y el crecimiento de la India. Esa sensación de estar en construcción, de modernización, de cambio, como ocurre con otras ciudades en transformación, como Pekín, Shanghai o San Pablo. También se nota una mayor influencia musulmana en la gente y en sus monumentos. La comida cambia como también los colores. Aquí todo es más marrón y menos colorido, tal vez sea porque es invierno y el frío los incomoda mucho. Salir de noche con el guía, viajar en subte y caminar por los mercados más populares de Delhi es una experiencia única... Eso sí, no hay que dejarse engañar por las apariencias, no se respetan las filas, hay mucho desorden, pero hay eficiencia; en realidad, un orden distinto.
Como a todas las grandes ciudades, a Delhi hay que vivirla y nos quedamos con ganas de estar más tiempo. Nos sorprende la seguridad, hay detectores de bombas y metales en todas partes. A Paula le parecen súper ordenados, el subte es un reloj, todo tiene un sentido y hacen grandes campañas para mejorar la convivencia; se cobran multas por ir en el techo del tren, o por escupir.
En los transportes públicos, las mujeres a su opción pueden ir en vagones sólo para ellas o adelante en el colectivo. Todo tiene un orden como la trama de una tela, impecable. Ir de shopping es un placer, ir de shopping en subte es casi mejor que en París, los comercios están llenos de comerciantes magníficos. Hemos aprendido mucho de ellos, imposible no comprarles. Además, saben de todo, están todo el tiempo tratando de aprender, de pescar cosas del aire, de escuchar conversaciones porque la mayoría aprende en la calle a hablar inglés y los diversos temas del mundo.
Hacia el Taj Mahal
El viaje de Delhi a Agra se hace por una autopista en la que se encuentran camellos, bueyes, motos, bicicletas y gente a pie. No obstante, esta experiencia no resultó demasiado emotiva porque ya en el sur todo había sido primitivo, rural y también caótico. En este tramo, el marco de la ruta ya no fue el arroz sino el trigo, la canola y una actividad industrial más estructurada. Muchos productores separan sus lotes con paredes de ladrillos, de modo que el paisaje se torna un extraño laberinto de paredes rojas tapizado por flores amarillas de colza.
Todo lo que se haya leído o visto sobre el Taj Mahal queda pequeño cuando se llega al mausoleo. La sensación es la de estar frente a algo distinto, mágico. Podríamos explicarlo, si cabe, por su perfecta simetría, su tamaño y proporciones, su marco. Todo eso se conjuga, pero fundamentalmente es el mármol blanco el que le da al monumento una luz y un brillo singulares en contraposición con el verde de las plantas y el césped o rojo de los edificios que lo acompañan.
El Taj Mahal parece suspendido, como si estuviera fuera de la tierra, parece un espejismo, una ilusión. El paseo a Agra se completa con la visita al Fuerte Rojo, de magnífico exterior y muchísimo más impactante interior. La visita de ambos monumentos nos acerca, por primera vez en el viaje, al pasado de la dinastía mogol.
La agricultura y sus desafíos
Punjab es un Estado de gran liderazgo en agricultura y producción de leche -vemos muchas búfalas pero no en los campos, sino en las veredas o en los bordes de rutas y caseríos-. El 70 por ciento de los cereales que compra el gobierno de la India (trigo y arroz) es producido entre este Estado y Haryana. En esta región, se realizan dos cultivos por año: trigo en invierno y arroz en verano. Nos preguntamos qué sería de la India y los indianos sin la revolución verde. Hacemos un pequeño y sentido homenaje a Norman Bourlag. Gracias a é la India no sólo se autoabastece de alimentos sino que exporta. Se necesitará una nueva revolución verde en tiempos cercanos. Subir un 20 ó 30 por ciento la producción implicará abastecer a una población que consume más y proveerá más trabajo a casi 1.000 millones de personas que viven en las áreas rurales.
Vistamos la Facultad de Agronomía de la Universidad de Punjab, un conjunto de edificios y un campus que se asemejan a los norteamericanos. La universidad, administrada por el gobierno, muestra un caos de libros, escritorios, retratos y estanterías. Por dentro, los edificios parecen en construcción pero no estamos seguros si será así siempre. Hay 850 profesores que dan clases a 4.000 alumnos y dedican mucho tiempo a la investigación. La facultad está en un predio enorme. Nuestro anfitrión es extensionista, no visita a los productores, es responsable de la página web y sus contenidos y de editar una revista que imprime 100.000 ejemplares por semana que llegan a la casa de cada productor de la zona. Nos dice que no han podido exportar porque nunca alcanzan estándares de calidad ni aseguran la cantidad.
Le preguntamos al vicedecano sobre los desafíos de la agricultura en India y nos responde que deben aumentar la productividad. Tenemos que mejorar el manejo de plagas y enfermedades, nos dice, y agrega que está pendiente el desarrollo de la biotecnología.
Además, continúa, tenemos un problema de logística e infraestructura: cada año se pierde el 10 por ciento de la producción por no poder almacenar los granos. Y está pendiente la agenda de la sustentabilidad ya que los suelos se agotan. Es que desde hace más de 40 años se realizan dos cultivos cada año. Tenemos una agricultura muy dependiente del agua, y no sabemos cómo nos impactará el cambio climático.
Por otra parte, como tratan de minimizar el movimiento o desplazamiento de granos y vegetales, tratan de lograr autosustentabilidad en cada Estado. Por eso, vemos cañaverales, mostaza, y hortalizas en la rotación. También silvicultura y suinos.
Durante la reunión con unos 20 líderes agrícolas del Estado (agrónomos, profesores y productores) el interés es creciente y hay deseos de viajar y conocer más a la Argentina y su sistema productivo.
Información e innovación
Durante nuestros 30 días en el país, los diarios anuncian que se han firmado MOU (Memorandos de Entendimiento) por 462.000 millones de dólares, en su mayoría para hacer nuevas Pymes o fusionarlas. La mayoría de los negocios se da en los rubros de la energía, los servicios financieros, el cemento y los puertos.
Hay gran preocupación por la “agflación” -inflación generada por el aumento de los precios agrícolas-, los alimentos han subido el 40 por ciento en el último año y el gobierno está alerta para evitar daños en la población. Esto es duro para un Estado que, en general, castigó a la importación de alimentos. Ahora deberá abrir las fronteras e importar más para hacer bajar los precios (de hecho los aranceles de importación bajaron a 0% de los 40 u 80 % tradicionales), pero admiten que la solución de fondo está en aumentar la productividad agrícola.
Hay muchos anuncios, todos los días, sobre encuentros de management, innovación, tecnologías, educación, creación de universidades abiertas. Los títulos son muy atractivos, dan ganas de ir a escuchar.
Caen las ventas de servicios de tercerización de las industrias de TICs por la crisis en Europa y USA. Se habla con preocupación del crecimiento del consumo de drogas en la juventud en los Estados más ricos.
La asociación de psicólogos de la India presenta sus estadísticas: los padres del 42 por ciento de los niños cuya “encarnación” anterior sufrió una muerte violenta practican estrategias para que los niños mejoren.
Cada Estado tiene su diario, nos resultan de muy fácil lectura, relatan los acontecimientos pero tienen muchas notas de opinión. Son cortos. Nos supera la sección matrimoniales, es genial el marketing que los padres hacen de sus hijos.
Sobre la pobreza
En general, se ve el progreso en la India: construcciones por todas partes, nuevos subterráneos en las grandes ciudades, nuevos aeropuertos, autopistas en construcción. La gente está un poco mejor, hay más trabajo. Sin embargo, hay pobreza en muchos lugares, por ejemplo, en el oeste de Rajastán.
En la combi, comenzamos a discutir sobre la pobreza, su origen y cómo resolverla. Las comparaciones con la Argentina son inevitables. La gravedad de la pobreza aquí es mayor por la falta de agua, vemos en el camino el esfuerzo de la gente por una lata de agua, por intentar sacar la última gota de un río o un mallín, y ponérsela a la pequeña parcela de trigo que han sembrado.
Hay pobreza rural. El paisaje es muy bonito -se parece a nuestro norte-, el aire es puro, no hay hacinamiento como en las grandes ciudades, hay limpieza, hay energía eléctrica y rutas asfaltadas; medio rotas, pero todavía transitables.
Pero, ¿hay pobreza digna? No hay agua, ni trabajo, ni posibilidad de elegir, ni de sociabilizar, ni de salir del círculo carencias y marginalidad que padres y familias vienen transitando por decenas de años. ¿Cuál es la salida? ¿Resignarse y esperar una nueva vida? Si hago las cosas bien, ¿tendré mi recompensa más adelante?
¿Se puede confiar en los cambios positivos que trajo la globalización y pensar en que esta oportunidad será para muchos y más rápida en dar frutos? Quizá valgan algunos ejemplos. Muchos comentan que en Bihar, el Estado más pobre de la India y donde nació el budismo, ahora hay un buen gobierno, y que su gobernador es soltero, sin hijos y que ha puesto todo su foco en servir a los demás. No es corrupto y el progreso del Estado es fantástico. Otro tanto ocurre en Gujarat, el Estado de los Patel y de Ghandi. Son ejemplos determinados pero que alientan la esperanza.
Los emprendedores y la transformación
Sin duda, hemos pasado emociones diversas durante el mes de viaje. Cuando interactuamos con diversas personas tenemos opiniones contrastantes acerca de lo que ocurre. Tratamos de ver la película, cómo era India hace cinco años y cómo será en los próximos cinco. Sin duda, el país cambiará muchísimo, estamos seguros de que la historia recordará este proceso cuando promedie el siglo XXI. Releyendo lo escrito creemos que allí se refleja esta sensación; sin embargo, es fundamental decirles que nos vamos con esperanza. No con un sentimiento de optimismo zonzo, como diría nuestro paisano Oscar Terán. Vimos cómo crece la India. El gobierno sabe que no se puede mantener un 9 por ciento de crecimiento anual si no hay inversión. Y a pesar de que la inversión pública es insuficiente e ineficaz, vimos nuevas autopistas y carreteras, nuevos aeropuertos y subterráneos que crecen como topos en algunas de las grandes ciudades. También vimos nuevas construcciones a la vera de los caminos y nuevas escuelas y universidades. En general, la gente que está mejor cada año.
Pero, ¿cómo seguirá este proceso? Sin duda, hay muchos interrogantes y desafíos. Sin embargo, ante la incertidumbre, ante la dimensión de su problema, la India prefiere mirar hacia adelante y tomar un compromiso con el pasado y el futuro.
Los indianos piensan en sus 100.000.000 de emprendedores, que utilizarán la plataforma de la Sociedad del Conocimiento para crear productos y servicios innovadores. También ponen el foco en los millones de obreros que seguirán haciendo la obra pública, en los agricultores que tendrán el desafío de alimentar a una población creciente en número y en demandas, y en los millones de artesanos de la seda, de la lana, así como en industrias iniciales tales como la textil, la minería y la química.
Es fundamental que el Estado y el sistema político hagan una profunda reforma para reducir la corrupción y aumentar la eficiencia. Hace falta una especie de movimiento gandhiano del siglo XXI, en pos del servicio y la generosidad en sus funcionarios públicos. Decimos gandhiano, por sus ideas de descentralización; y dijimos del siglo XXI, porque hay que recordar que Gandhi no estuvo abierto a la sociedad industrial, y muchos creen que éste fue su más grande error.
No obstante, también piensan en las redes globales y se afianzan en ellas. Cientos de miles están en Dubai, Qatar, los Estados Unidos y Gran Bretaña integrando empresas globales en razón de sus inigualables competencias. Esas que les vienen de sus más profundas creencias y valores: adaptación a los cambios, manejo de la incertidumbre, la creatividad, la capacidad de comunicarse empáticamente. Los indianos ocupan lugares de privilegio en la gestión de empresas de trading, de finanzas y de logística globales. También miran a África como lugar de inversión, desarrollo y negocios. Todavía no tienen demasiado en su radar a Latinoamérica. Es una pena. Tenemos mucho para aprender de ellos y mucho que ofrecerles desde el sur de nuestra América. Nosotros aportamos un granito de arena.

Murallas del Fuerte Rojo, que comenzó a construirse en 1638.
foto: edición “el patrimonio del mundo”

Vista nocturna de la Delhi moderna.

Gustavo Grobocopatel comparte actividades académicas en la Facultad de Agronomía de la Universidad del Estado de Punjab.