Edición del Lunes 25 de octubre de 2010

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¿Quién nos quita lo escuchado? - Edición Impresa - Escenarios & Sociedad Escenarios & Sociedad

90 AÑOS DE LA RADIO

¿Quién nos quita lo escuchado?

Sergio Ferreyra

Vamos a hablar de tiempo y vamos a hablar de memoria: a los efectos, esa metafísica irredenta, esa simbiosis positiva, nos permite practicar un ejercicio necesario: el de recordar para ser. Días pasados, en el salón auditorio de ATE San Luis, tuvieron su espacio la radio y la memoria. Las que no se ejercen sin trabajo, voluntad y ganas. Esos atributos se lograron a partir de un proyecto del periodista Ricardo Serruya, quien convocó a estudiantes y graduados del Instituto Superior Nº 12, ahora llamado Gastón Gori.

Fue como la caída de una piedra en el agua, porque cada convocado, a su vez, provocó una multiplicidad de círculos concéntricos expansivos, cumplió con la responsabilidad de convocar a más gente, incluso a aquellos que ya no están entre nosotros, pero que no se fueron sin dejar la marca de su voz como la huella de un pie en la arena del tiempo.

Y de eso se trata la memoria, de compendiar, de sintetizar la huella psíquica que nos dejaron los programas de radio grabados imprescindiblemente no sólo en la mente (perdón, Saussure), sino también en el corazón.

Ponernos de acuerdo en el qué fue y qué es la radio, cómo se hizo y quiénes la hicieron durante tantos años en el país, y principalmente en esta ciudad, nos llevó a la desmesurada tarea de apretar en una valija de doce horas, noventa años de trabajo, pasión y aventura; porque la radio no se hace como un trabajo, sino como una profesión, un atrevimiento, un juego, bueno..., todo sustantivo que nos lleve a entender que se trata de laborar con la imaginación desde la voz, la música y los efectos especiales.

Julio Cortázar explica el fenómeno en su novela/cuento “El Perseguidor”, en aquella charla increíble entre Johnny y Bruno: “... Bueno, si te contara en detalle todo eso, pasarían más de dos minutos, ¿eh, Bruno?”

“Si realmente escuchaste y viste todo eso, pasaría un buen cuarto de hora le he dicho, riéndome.

Pasaría un buen cuarto de hora, eh, Bruno. Entonces me vas a decir cómo puede ser que de repente siento que el metro se para (...) y veo que estamos en Saint Germain-des-Prés, que queda justo a un minuto y medio de Odéon. Apenas un minuto y medio por tu tiempo, por el tiempo de ésa (...) Y también por el del metro y el de mi reloj, malditos sean. Entonces, ¿cómo puede ser que yo haya estado pensando un cuarto de hora, eh, Bruno? ¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio?”.

La silueta

Se pudo, sí se pudo: como dejábamos expresado un rato antes del cierre del programa, imposible confeccionar el retrato de la radio, es mucho el grado de detalle requerido para eso, pero sí pudimos, con cuatro líneas dibujar la sensual y poderosa y elegante silueta de la radio: con el apoyo de los muchos invitados que concurrieron a decir, a bajar los barriletes del cielo del pasado. Con los muchos oyentes que vinieron a ver la radio en vivo, desde las tribunas del auditorio. Con este equipo de trabajo de quince personas (en realidad, fueron muchas más) que empezamos dos meses y medio antes como un puñado de entusiasmos y terminamos conformando un verdadero grupo, con roles asumidos, funciones cumplidas y objetivos claros.

Hicimos radio para comunicarnos con la gente, para contarles y contarnos quiénes somos, también para dejar un archivo ineludible para aquellos que, en el futuro, necesiten recurrir a él en busca de información (se chocarán con insalvables vallas emotivas). En suma, hicimos radio con orgullo, con sacrificio y con alegría, simplemente porque no hay otra forma de hacer radio.



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Lunes 25 de octubre de 2010
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