Edición del Lunes 25 de octubre de 2010

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Censistas: entre el miedo y el desprestigio del Indec - Edición Impresa - Educación Educación

El testimonio de docentes con experiencia en censos anteriores

Censistas: entre el miedo y el desprestigio del Indec

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De Fazio, Fischer y Claude pidieron a los vecinos que colaboren con el censista. “Nunca tuvimos una agresión física ni verbal, pero sí gente que no nos quiere contestar”, dijeron. Foto: Guillermo Di Salvatore.

Tres docentes santafesinos -que forman parte de los 600 mil censistas que recorrerán los hogares del país el próximo miércoles- relatan con qué se encuentran cuando visitan los domicilios y qué esperan de este Censo 2010.

 

De la redacción de El Litoral

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“Este año, para mí el censo va a tener un combo extra: el miedo de la gente por la inseguridad y la desconfianza en el Indec”, anticipó la maestra Ana María de Fazio, con la autoridad que le da la experiencia de haber participado de dos censos poblacionales anteriores (en 2001 y 1991), y de incontables relevamientos escolares.

Junto a sus colegas Cristina Fischer y Edgardo Claude, la educadora participaba esta mañana del curso de formación dirigido a censistas que se realizó en la escuela primaria Nº 809 Estanislao López, del barrio Santa Rosa de Lima. Sumamente apretados, en un salón de clase, unos 100 censistas se instruían sobre cómo llenar el cuestionario, a pocas horas del relevamiento poblacional del próximo miércoles.

La sensación de inseguridad socava la confianza que todo encuestador requiere. “Mucha gente tiene miedo de que no sea realmente un censista el que toca a la puerta. Es entendible ese sentimiento, aunque por lo general hay buena predisposición del encuestado y más si llevamos puesta la chaqueta o el guardapolvo”, dijo Fischer.

“El temor de atender a gente extraña es fuerte”, coincidió Claude, que en 2001 relevó la zona residencial de la avenida Costanera y se encontró con edificios donde el portero no le permitió la entrada por la inseguridad. “Tuve que tocar portero por portero, y algunos directamente no quisieron contestar. Creo que este año va a ser peor el miedo”, estimó.

En cambio, De Fazio, que siempre censó en Santa Rosa de Lima -un barrio periférico de la ciudad- aseguró que en esa zona el clima es distinto. “Acá la gente ya nos conoce porque somos maestras del barrio, nos hacen pasar y nos invitan con mates, torta, nos esperan y hasta nos espían si ya fuimos a la casa anterior. El vecino es muy cordial y solidario con nosotras”, destacó la maestra, y advirtió que está previsto que un agente policial acompañe al censista únicamente en la denominada “zona roja”.

Desprestigio

Otro inconveniente que podrían encontrar este año es el descrédito que padece el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), organismo encargado del censo poblacional. “Esta vez va a ser más complicado. La opinión del común de la gente es que el censo no sirve para nada, que son datos que ya están dibujados por el Indec y que no se van a ajustar a la realidad”, sostuvieron los docentes.

Una campaña vía e-mails está promoviendo no participar del relevamiento. Hasta se puede bajar un formulario donde se le avisa al censista que esa familia no va a contestar el cuestionario. Además, se generó un grupo en Facebook (“Censo Nacional 2010: no le abras”) que tenía más de 7.500 adherentes, al cierre de la edición.

“Este año, el censo va a estar cargado -graficó Claude-. Ya estamos viendo cómo la pérdida de confianza en los datos va creciendo año a año, en los censos educativos”.

De la fiesta al “plantón”

En más de un hogar, durante los censos anteriores, los docentes fueron recibidos con expectativa y con ese aliviador vaso de agua fresca o mate que les permitió continuar la larga faena. En otras viviendas, todo lo contrario: debieron formular las preguntas de pie, con el sol a pleno sobre el cuestionario y con encuestados reacios a contestar.

Las anécdotas son representantivas. “Una vez me tocó censar en el barrio de los jubilados de Santa Rosa, y fue como una fiesta. Nos estaban esperando con el mate y todos predispuestos a contestar”, contó De Fazio, que en otra oportunidad demoró más de la cuenta en una casa porque “la mamá tenía tantos hijos que se les confundía las edades”.

Claude, en cambio, más de una vez tuvo “plantones”, principalmente, en los edificios donde debía volver hasta 3 veces porque no lo atendían. Contó también que, en alguna oportunidad, se dio cuenta de que el encuestado escondía o tergiversaba los datos. “Por lo general, a la gente no les gusta las preguntas relacionadas con lo socioeconómico. Creo que tienen miedo a que les cobren Ganancias”, se rió el maestro.

En la zona de bajos recursos, tienen el mismo temor pero por otra circunstancia. “Me dicen que si contestan le pueden sacar el subsidio”, señaló una de las maestras.

Somos docentes y tanto al censo como a las elecciones de autoridades, los consideramos una carga pública; por eso ni los ponemos en duda”.

Cristina Fisher,

maestra Esc. 80.



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Lunes 25 de octubre de 2010
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