Los argentinos salieron a festejar la derrota de Brasil...
La noche en la que Cape Town se pareció a 25 de Mayo y bulevar

Lorenzo Hardoy, Bruno Marconatto, Daniel Chiavello, Fernando Monti (hijo de “Yaco”), Carlos Lanzaro y Germán Poch. El grupo de santafesinos, con un rosarino y un porteño “en sus filas”, vivieron la noche de Ciudad del Cabo con todo.
Una ciudad encantadora, con peatonales, montañas, la unión de los dos océanos, rituales sudafricanos y mucho clima futbolero que recibió a argentinos y alemanes. Pero ayer, nuestros compatriotas se alegraron con la victoria holandesa.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Ciudad del Cabo, Sudáfrica)

“No te podés ir de Sudáfrica sin conocer Cape Town”, me decían desde el mismo momento en que pisé esta tierra. “Si Argentina sale primera y pasa los octavos, va a jugar en esa ciudad”, contestaba. “Ojalá, porque es lo mejor de Sudáfrica, junto con Durban”, me repetían. Y en nada se equivocaron. Ciudad del Cabo tiene una mezcla de paisajes y de tradiciones. El mar, la montaña, la calidez del clima, la noche sudafricana en su máxima expresión, las avenidas con palmeras al estilo Miami o alguna otra ciudad costera norteamericana, la gente que, con la seguridad que no se ve en otros lugares, resuelve darle vida y encanto a Ciudad del Cabo.
Al anochecer sudafricano, los miles de argentinos que ya caminaban por Cape Town dieron rienda suelta a la alegría por la derrota de Brasil a manos de Holanda. Victoria Road pareció bulevar y 25 de Mayo o la misma Costanera después de una victoria celeste y blanca. Y se asociaron los sudafricanos, que por la noche “hincharon” por Ghana en el dramático e inigualable partido que disputaron en el imponente Soccer City.
Hoy por la mañana, desde muy temprano, Main Road pareció Figueroa Alcorta en la antesala de un partido de Argentina. O alguna de las inigualables callecitas de Palermo o Núñez. Pero también se vieron a muchos alemanes enfundados en sus colores amarillo, negro y rojo, todavía la mayoría con la resaca de un viernes que se prolongó hasta muy tarde. En realidad, hasta el sábado mismo.
El estadio es impresionante. Se llama Green Point, queda en pleno puerto de Cape Town y tiene una arquitectura que lo acerca a los mejores estadios del mundo. “Parece el Olímpico de Berlín”, me cuenta el amigo Jorge Estévez de Perú, recordando y añorando otros tiempos, cuando le tocó cubrir el Mundial de Alemania y en ese escenario pudo ver a su selección.
La noche del viernes la disfrutamos en uno de los tantos pub o barcitos ubicados sobre Victoria Road, rodeado de palmeras y del viento húmedo que proviene del mar, que está ahí nomás, cruzando la avenida. Pero con una temperatura muy agradable, que seguramente no habrá descendido más allá de los 12 ó 13 grados a la noche y que esta mañana rondaba los 17 ó 18 grados cuando la gente se trasladaba al estadio, en otro magnífico día sudafricano.
“Bienvenido a mi ciudad”, fue la frase de Paola Grismado, la hija de Juan Carlos Grismado, el ex tesorero de Colón durante la gestión de Vignatti. Paola vive desde hace muchos años en Cape Town, pero está dando vueltas por todo Sudáfrica, junto a su esposo, siguiendo la actuación de Argentina. Ni los siete meses de embarazo la frenan. “Va a salir futbolera la nena”, cuenta emocionada.

Al colega Horacio Pagani lo encontramos esta mañana tempranito en una de las bellas peatonales de Cape Town.

Los Martolio, los Fleming, los Nepote y sus amigos, con la adrenalina bien arriba y esperando con ansiedad la hora del partido.

Los muchachos están vestidos y alentaron a Argentina, pero no son argentinos: son de Argelia. Claro, ellos no se olvidan de aquel partido entre alemanes y austríacos en el Mundial de España, cuando jugaron un escandaloso encuentro en el que se dio un resultado que perjudicó a los argelinos. De fondo, el Green Point, escenario del partido.

La señora tenía que quedar bien con las dos hinchadas para vender sus productos; por eso, la peluca fue celeste y blanca y la bandera fue con los colores alemanes.
Una ciudad con muchos matices
Ciudad del Cabo, escenario hoy de las semifinales entre Alemania y Argentina por el Mundial de Sudáfrica, es considerada una de las ciudades más hermosas del mundo. Pero comparte también la mala suerte de muchas bellezas: admirada, envidiada, deseada y cortejada, no termina de ser realmente amada, por lo menos en Sudáfrica.
“Paraíso de la diversión”, “Costa Azul de África” y “caos de turistas” son algunos de los epítetos despectivos que dedican en Johannesburgo a la ciudad, emplazada a los pies del magnífico monte Tafel y rodeada de playas de ensueño. Ciudad del Cabo mantiene hoy, como en toda su historia, una enorme importancia política, económica y cultural para Sudáfrica y todo el continente. Y sobre todo: es un lugar donde se puede vivir.
Los blancos la llaman afectuosamente la “Ciudad Madre”, puesto que Ciudad del Cabo fue el primer asentamiento colonial del país. “Aquí comenzó la fusión de los pueblos de África, Europa y Asia”, dijo Nelson Mandela al asumir la presidencia en 1994. Ciudad del Cabo, la más rica del continente, sigue siendo la sede del gobierno sudafricano, aun cuando el gobierno se asienta en Pretoria.
Desde el balcón de la casa de gobierno de la ciudad, Mandela pronunció el 11 de febrero de 1990, tras 27 años en prisión, su primer gran discurso en libertad. Aquí también se halla la sede de la industria fílmica de Sudáfrica, frecuente fábrica de candidatas al Oscar, y una de las principales universidades del continente, la UCT. Y sigue siendo la ciudad de grandes médicos, donde en 1967 Christiaan Barnard efectuó el primer transplante de corazón.

En plena peatonal de Ciudad del Cabo, un baile con mezcla de ritual sudafricano.

Los vendedores ambulantes estuvieron también a la orden del día. El clima en los alrededores del estadio y en la zona céntrica se parece mucho al nuestro.

Todo en celeste y blanco
Miles de hinchas argentinos se movieron en los alrededores del estadio de Ciudad del Cabo esperando que se abran las puertas para presenciar el partido ante Alemania, por los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010.
Ciudad del Cabo se convirtió, según afirman los propios lugareños, en “Argentina del Cabo”, debido a que estiman la presencia de unos 25 mil hinchas para alentar al equipo de Diego Maradona.
Ciudad del Cabo amaneció con una temperatura agradable, con pocas nubes en un cielo celeste y blanco, lo que permitió que se contagie a las miles de camisetas de la Selección Argentina.
La zona del puerto, Waterfront, fue el lugar elegido por los simpatizantes argentinos para pasar la previa, algunos almorzando y muchos desayunando al mediodía, llenando muchos pubs y bares. A las 8 de la mañana (13 hora local) se abrieron las puertas de la cancha y los hinchas comenzaron a ingresar al estadio más imponente de Sudáfrica, el Green Point -como lo llama la Fifa- que, desde la alcaldía, se informó que no tiene ese nombre sino que es, simplemente, el estadio de Ciudad del Cabo.
La ciudad se vio invadida por los argentinos, al punto que la capacidad hotelera de uno de los lugares más lindos de Sudáfrica se encuentra totalmente colmada. “Vinimos de Rosario y nos tenemos que volver después del partido. Somos diez. Quisimos cambiar los pasajes pero nos cobraban tres mil dólares para volvernos después”, dijo Jorge, un argentino que está desde el jueves en Ciudad del Cabo.
Otro tema fue la reventa de entradas (muchos argentinos buscaban tickets para el partido): las más baratas se cotizaban en más de 200 dólares y las más caras en 1.000.