Edición del Domingo 30 de mayo de 2010

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El día de la bestia - Edición Impresa - Sucesos | Policiales Sucesos

Atroz asalto y golpiza a una anciana en barrio Santa Marta

El día de la bestia

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“Quedé con mucho miedo... la gente es muy mala”, se lamentó la víctima. Tras el suceso, las heridas a nivel físico y psicológico son profundas.

Foto: Danilo Chiapello.

La víctima tiene 74 años. Sufrió lesiones traumáticas en cráneo, rostro y cuerpo. El ladrón quería llevarse la moto de un familiar.

 

Danilo Chiapello

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Fue un delincuente solitario el que atacó de modo despiadado a una anciana. Eran cerca de las 7 de la mañana cuando Tomasa María Franco (74) escuchó ruidos no habituales en el fondo de su casa.

La mujer vive junto a su tía Josefina (de 91 años) en una modesta vivienda en calle Neuquén al 6100, en el corazón del barrio Santa Marta.

Es obvio señalar que ambas llevaban una vida mansa y apacible, hasta ayer... que fue el día de la bestia.

Apenas abrió la puerta, Tomasa recibió un furibundo golpe en el rostro. “No sé si fue una trompada o si me pegó con una piedra que llevaba en la mano”, dijo hoy mientras recordaba detalles de la pesadilla.

La mujer cayó casi sin conocimiento. Lo que siguió entonces fue la labor de un ser dueño de una crueldad extrema.

Al primer impacto le siguió una andanada de trompadas y patadas propinadas a la indefensa mujer, que seguía tirada en el piso.

Por una moto

“Me decía: ¡vieja de m.... ¿dónde está la moto?! ¡Decí dónde está la moto, porque las voy a matar a las dos!”, relató Tomasa.

El vehículo en cuestión por el que pugnaba el delincuente no sería más que el rodado con el que se moviliza una de las hijas de la mujer cuando la visitaba, según estimaron los pesquisas.

“No podía entender qué estaba ocurriendo. Estábamos lo más tranquilas y de repente todo se transformó en un infierno. Apareció ese tipo y comenzó a pegarme. Estaba como enloquecido. Me pedía por una moto y no paraba de golpearme.

“Comencé a gritar y gritar. Yo en lo único que pensaba era en Jesús... Le pedía por favor que me salvara de ese demente. Para colmo de males aquí no tenemos dinero, y eso me daba más miedo todavía. No tenemos joyas ni nada de valor. Apenas si podemos sobrevivir dignamente. Creo que también se enfureció cuando se dio cuenta de que no podía llevarse nada”, opinó acongojada.

El terror iba a llegar a su fin de la manera más impensada. Josefina (la mayor) sacó fuerzas de la nada. Se incorporó en su cama y le gritó al individuo: “¡Andate de aquí... porque ya llamé a la policía!”.

Quizás por la advertencia o por el tiempo transcurrido dentro de la casa, lo cierto es que el agresor dio por terminado su trabajo y se dio a la fuga.

Fue un ocasional testigo (un camionero que pasó por el lugar) el que vio salir de la casa a un hombre robusto, de unos 25 años, de manera sospechosa. El rufián iba a la carrera y saltó por un portón de rejas. Ya en la calle se subió la capucha de un buzo y cubrió su rostro, montó una bicicleta y escapó raudamente.

Minutos después, esta circunstancia llegó a oídos de los hijos de Tomasa que se hicieron presentes en la casa y se encontraron con el espantoso cuadro.

Miedo y dolor

Con la urgencia del caso, la mujer fue trasladada hasta el hospital José M. Cullen donde le diagnosticaron traumatismos y escoriaciones en cráneo, rostro y golpes en el cuerpo. Tras los exámenes de rigor, en principio, no habría otras lesiones internas.

El episodio dejó sus secuelas no sólo a nivel físico, sino también en el plano psicológico. Ambas mujeres hoy estaban sumidas en el miedo. Superaban el mal momento junto a familiares y vecinos, que siempre acuden hasta la casa para dar una mano.

Personal policial tomó conocimiento del caso y dispuso una serie de rastrillajes en la zona, aunque sin resultados positivos.



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