Autorretrato de una bella dama

Escena de la película de Agnès Varda (en el centro), “Las playas de Agnès”.
Foto: Agencia Télam
Laura Osti
Agnès Varda (Bruselas, 1928) hace gala de sensibilidad, creatividad, inteligencia, humor, coraje, buen gusto... y muchas otras virtudes en su película titulada “Las playas de Agnès”. Es una autobiografía, un género muy frecuentado entre los intelectuales del siglo XX, pero siempre en la literatura. La audacia de Varda es llevar el género al cine y lo hace con una gracia verdaderamente admirable.
La cineasta es considerada la precursora de la nouvelle vague, porque su primera película, La Pointe-Courte (1954), fue “muy rara para la época” y “mezclaba ficción con documental”, un estilo que fue luego ahondado por los representantes de esa corriente cinematográfica como Godard, Truffaut, Rohmer, Chabrol... El caso es que Varda se lanzó a filmar sin conocimientos previos de cine, buscando hacer algo según su gusto particular. Y después siguió trabajando en cine y fotografía, hasta nuestros días, siempre intentando encontrar cosas nuevas, experimentando y logrando un lenguaje propio.
En “Las playas de Agnès” decide hacer una especie de racconto de su vida al cumplir ochenta años. Para ello utiliza su forma artística “favorita” que es el collage. Parte de un dato, una anécdota, ya sea de su vida familiar, de su trabajo o de sus relaciones amistosas, y desarrolla una pequeña trama que luego se ensambla con otra y otra y otra, sin seguir un orden necesariamente cronológico. Con lo cual, en casi dos horas, logra ofrecer un pantallazo del mundo del arte, la cultura y la política de la última mitad del siglo XX hasta ahora, con ella como testigo y protagonista.
Agnès vivió y creció rodeada de artistas, así que muchas personalidades, e incluso estrellas, han tenido algo que ver con su vida y/o con sus filmes. Pero un lugar especial tiene en todos esos territorios quien fuera su marido, colega y amigo, Jacques Demy, a quien le dedicó varias películas y el emotivo capítulo final de ésta, por ahora, la última.
Un paisaje preferido
La artista toma como eje las playas que frecuentó durante su vida y que son su paisaje favorito, porque considera que cada persona tiene su paisaje preferido que de algún modo la representa. No obstante, recorre también otros espacios y locaciones que tienen alguna trascendencia en su historia personal. Apela a todo tipo de recurso fundamentalmente visual para recrear climas, situaciones y hasta para documentar parte de su existencia. Se mueve como pez en el agua entre la realidad y la ficción y aunque parece improvisar a cada paso, da la sensación de que todo encaja en su justo lugar, como un mosaico, para formar un retrato fiel de su personalidad que gusta de lo fragmentario, sin perder la noción del todo.
Tratándose de una autobiografía, la mirada que alguien ofrece de sí mismo, se corren muchos riesgos que Agnès sabe sortear con solvencia y elegancia. Esquiva la autoindulgencia y el divismo, y es muy generosa con todos los “otros” que aparecen a lo largo de su trayectoria.
Transmite una sensación amigable, de confianza y respeto, y consigue seducir con sus encantos a un espectador que se ve embelesado por su infinito y ameno despliegue de recursos.
Es una película encantadora, que agrada, entretiene e informa, al mismo tiempo, como un relato de abuela.
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MUY BUENA
Las playas de Agnès
Les playes d’Agnès, Francia, 2008. Documental. Dirección, guión y montaje: Agnès Varda. Iluminación: Alain Sakot, Hélene Louvart, Julia Fabry, Jean-Baptiste Morin, A. Varda. Música: Joanna Bruzdowicz, Stéphane Vilar, Paule Cornet. Duración 110 minutos. Se exhibe en el América.