Al margen de la crónica
El cuento de la buena pipa
A nombre del derecho de los futuros jubilados argentinos, el gobierno nacional impulsa la designación de directores públicos en aquellas empresas privadas de las que posee acciones, gracias a la estatización de las AFJP.
“Es para cuidar lo que hacen las empresas con el dinero de nuestros abuelitos”, explican -atentos- los funcionarios.
Penosamente, el mismo gobierno nacional ha olvidado informar a los jubilados lo que está haciendo actualmente con la plata, en particular con la incautada a las administradoras privadas a nombre del progresismo social.
Vale decirlo, el dinero no va a las jubilaciones sino al financiamiento de las cuentas públicas a manera de préstamos a tasa negativa, o para financiar la compra de autos que no se venden. No hay sustentabilidad previsional en la pretensión progresista del gobierno. Pero sí hay -en cambio- una apropiación indiscriminada de los fondos (ahora las empresas privadas temen a los futuros directores públicos) para que la administración estatal tape sus agujeros y exhiba supuestos beneficios del modelo.
Y todo vuelve a empezar. Un nuevo Cavallo vendrá menos tarde que temprano, a explicarnos -no sin razón- que los políticos de turno le meten la mano a la caja y que malgastan sus recursos, y justificará la privatización de los recursos por los cuales los trabajadores en actividad terminarán pagando comisiones ruinosas para el sistema pero jugosas para los administradores.
Condenados a la vana ilusión y a la paciencia sumisa, los activos y los pasivos del país (aquellos que tengan el “privilegio” del trabajo formal y el retiro legalmente ganado) fumarán la interminable Buena Pipa, que convidan los pendulares gobiernos del país.
En la Argentina previsional, el equilibrio llega sólo cuando el reloj se detiene. Y salvo las honrosas excepciones de los precavidos demandantes del mismísimo poder judicial, los resarcimientos por sentencia también llegan cuando ya es tarde.