Al margen de la crónica
¡Nos están volviendo locos!
Sumados al adelanto de elecciones, a las marchas pidiendo seguridad, a los cortes exigiendo subsidios, al anuncio aunque tramposo- de coparticipación de retenciones a la soja, a las peleas de Bonafini con Susana y de Moria con Chiche, todo en la misma semana, se sumó que nos enteramos de la llegada del otoño por los diarios.
Resulta que el otoño austral comenzó este año un día antes de lo previsto: el viernes 20, a las 8 horas 45 minutos de Argentina y, según predicciones del Servicio Meteorológico Nacional, será más cálido y menos lluvioso que lo acostumbrado.
El cambio de estaciones obedece -dicho de manera muy rudimentaria- a la secuencia de equinoccios y solsticios que se suceden unos con otros.
Al producirse los equinoccios de otoño y primavera, la duración de día y noche se equipara para después comenzar a alargarse o acortarse, según el caso.
Resulta ser que, desde que empezó el siglo XXI, la estación preferida de los románticos comenzó en tiempo y forma o sea, el 21 de marzo, como Dios manda, sólo en 2003. Pero para nuestro país que siempre muestra diferencias, y porque el equinoccio se produjo a la hora un minuto, también empezó el 20 de marzo, aunque a las 22 horas 1 minuto.
Las estaciones no empiezan en fechas fijas ni duran todos los años lo mismo debido a la inclinación de la Tierra y, entonces, no hay un ajuste perfecto entre el recorrido del Sol y el almanaque.
¿Dónde quedó lo que nos enseñaron en la escuela? ¿Cómo les explicamos a los chicos que el 21 de marzo no empieza el otoño? ¿Cómo les decimos que las vacaciones sí terminaron, aunque el verano no?
Que, por estos tiempos, la confianza está en terapia intensiva no es novedad; pero que en ese paquete vaya incluido el almanaque ya es algo que excede cualquier razonamiento. ¿Y qué pasará con los signos? Si el zodíaco depende de fechas precisas relacionadas con los movimientos del Sol, no podría sorprendernos que, si durante años creímos ser, por ejemplo, de Escorpio, descubramos que somos de Aries, con todos los cambios de personalidad que eso implicaría.
En fin, esta temporada otoñal, en que la moda manda usar escoceses de todo tipo y color, es imperdonable que, por una traición del almanaque, las kilts estén todavía en el ropero y que, por más horas, hayamos seguido tomando sol con bikini en la pileta.