Edición del Viernes 06 de marzo de 2009

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Esbozos de cambio en la cúspide del poder político - Edición Impresa - Opinión Opinión

EDITORIAL

Esbozos de cambio en la cúspide del poder político

Se va a cumplir un año del descarrilamiento económico del país a causa de la empecinada determinación de la Casa Rosada por torcer las vías del vigoroso desarrollo agropecuario y agroindustrial que motorizaba las actividades de la República, a través de la fatídica resolución 125 que, finalmente, fue abortada en el Senado cuando la Argentina se precipitaba al vacío.

Luego de tensos meses de confrontación entre el gobierno y sus aliados frente al campo, respaldado por una manifiesta mayoría del pueblo argentino, harta de las prepotencias del poder, el supuesto final se convirtió en el comienzo de un nuevo e improductivo ciclo de tires y aflojes. La mínima victoria parlamentaria devino pírrica por la contumaz venganza oficial que bloqueó los caminos que pudieran conducir a una genuina superación del problema a través de una política rural coherente, sostenible y equilibrada respecto de otros sectores y necesidades nacionales.

Poco después se cayó la economía mundial y el problema fue doble. No obstante, el gobierno siguió eligiendo el conflicto sobre el acuerdo, actitud que fue erizando cada vez más las plumas de los gallos de pelea de ambos bandos. Frente al clamor de diálogo que surgía del grueso de la sociedad, al centro de la escena lo ocupaba un amasijo de puazos y desgarraduras propios de toda riña a muerte.

Ahora, los escalofriantes datos de la realidad mundial -en la cual la Argentina está sumida-, receptados por la Cancillería y procesados por los funcionarios más racionales del gobierno, han generado un cambio en la percepción del problema y acelerado un giro político orientado a corregir cuanto se pueda una posición muy vulnerable al tsunami mundial que se avecina y cuyo impacto mayor contra el país se espera para mediados del año.

En este cuadro de situación se inscribe la actitud más receptiva de la presidente e, incluso, de su marido, quien les dedicó ayer un párrafo de reconocimiento a los integrantes de la Mesa de Enlace, amable referencia que encrespó el lomo de los más duros de los autoconvocados, sector al que le cuesta sobremanera integrar el análisis de sus padecimientos al conjunto de un país con muchos sufrimientos.

Como para dejar en claro que esta vez va en serio y con el objeto de empezar a recuperar el crédito político malgastado el último año, Cristina Kirchner urge a sus funcionarios para que la letra de los acuerdos se convierta pronto en respuestas operativas, única manera de dar vuelta la pisada en un terreno empantanado por la desconfianza. La intención coincide con el redescubrimiento de una verdad incontrastable: que el campo sigue siendo el gran motor de la economía nacional y que su aporte es el que conserva mayores niveles de demanda internacional en el conjunto de la producción argentina. El rígido encuadre ideológico que avivó el fuego de la confrontación parece ceder frente a un más práctico y eficaz sentido común.



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