De domingo a domingo
Los cuatro jinetes que acechan a los K
Hugo E. Grimaldi
DyN
La presidenta se asoma a un escenario diferente y novedoso para el accionar kirchnerista, signado por la pobreza política y económica, que hoy tiene a la vista a cuatro peligrosos jinetes vestidos de negro que evolucionan a su alrededor, con sus espadas todavía en ristre.
Número uno: por primera vez, en los siete períodos legislativos en los que le tocó gobernar y tras la diáspora partidaria de los últimos meses, al oficialismo le falta el apoyo de una clara mayoría en ambas Cámaras. Número dos: por primera vez también, los Kirchner intentarán timonear la economía sin una de sus armas predilectas: muchísimo dinero en la caja. Más allá de las debilidades que han sabido acumular por errores propios que hacen más vulnerable el futuro, el año 2009, y éste es el importante número tres, viene enmarcado por pesados nubarrones derivados de la crisis global, que los expertos ven descargándose implacables entre marzo y abril, en cuanto al nivel de actividad y el empleo, lo que va a impactar también en los dólares que deberían ingresar al país y, obviamente, en las cuentas públicas. Finalmente, la presencia -o la sombra- del vicepresidente Julio Cobos, justo en un año electoral, impone el decisivo cuarto jinete y talón de Aquiles que le faltaba al matrimonio para combinar la tormenta perfecta.
Todas estas restricciones no significan que, finalmente, la pareja gobernante no redoble la apuesta y talonee el animal para fugar aun más hacia adelante y ésa es la gran duda que desvelará a los argentinos desde aquí hasta octubre: ¿habrá prudencia para manejar la crisis o un salto al vacío? En este último aspecto, con plata y con apoyo legislativo, hasta ahora -salvo en el caso de la resolución 125- no se le han reconocido límites a la audacia que suele tener el matrimonio presidencial para avanzar a fondo, de acuerdo con sus estándares ideológicos.
En estos últimos días, desde la bajada de línea intelectual o desde el tejido político, la presidenta y su esposo han dado más de un ejemplo de que están decididos a defender su modelo hasta las últimas consecuencias y habrá que ver si reparan que sobre las ancas del mismo jumento van 40 millones de personas más y que buena parte no piensan como ellos.
Pero a veces la realidad suele encapsular las decisiones y por eso a veces los gestos y los discursos para la tribuna tienen que darle paso a ciertas herejías, derivadas de la necesidad. Éste ha sido el caso de la relación con el Fondo Monetario Internacional, que esta misma semana se puso sobre el tapete, a partir de ciertos dichos del ex presidente o la motivación del cacareo que usó la Cancillería para atacar a la CIA, porque su nuevo jefe repitió en un informe al presidente Barack Obama lo que le había dicho un espía local, que la Argentina era vulnerable a la crisis, tanto como Venezuela y Ecuador.
El episodio FMI ha sido patético, no sólo por la afirmación de NK que “ni regalado” quiere ese dinero, sino porque después él mismo abrió una puertita para aceptarlo, si el organismo se rediseña. En relación con este tema, la presidenta asistirá el 2 de abril a la Cumbre del G-20, en Londres, donde se discutirá precisamente la nueva arquitectura financiera mundial y en el gobierno se fantasea con que de esa reunión saldrá un FMI mucho más laxo, que permitirá a los países tomar dinero sin condicionamientos. En esa reunión londinense estará el presidente de los EE.UU., al igual que en la Cumbre americana de Trinidad-Tobago de mediados de abril, frente a quien la Administración local se mantiene ambigua y desconcertada. Lo que le ocurre a los Kirchner con el presidente Obama es que imaginaron de él una cosa y no pueden entender cómo no se pronuncia por recetas alejadas del odiado consenso de Washington.
Por un lado, elogian su mayor propensión hacia el multilatelarismo, pero por otro no tragan que siga aferrado a los preceptos del libre comercio, la iniciativa privada y la economía de mercado. De allí que, cuando se puede, haya referencias al involucramiento del Estado en el salvataje de empresas y bancos en los EE.UU.
Son mucho más leves, es verdad, pero tan socarronas como aquel memorable y burlón exhabrupto presidencial anti-Bush del “efecto jazz”. Si aquello no fue una injerencia en asuntos internos, tampoco esta vez lo fue la referencia tangencial del jefe de la CIA que aquí cayó tan mal. La reunión del canciller Jorge Taiana con el embajador Wayne por este tema sirvió, entre otras cosas, para que la Argentina blanqueara que no quiere agitar ante la opinión pública local el fantasma de la crisis ya que tiene temor a la parálisis y cree que, barriéndola debajo de la alfombra, la gente seguirá consumiendo o tomará créditos. Esta última postura, que puso en guardia a la presidenta el jueves, no fue igual a la que ella misma, su esposo, los habituales voceros y los medios oficiales tenían hasta el miércoles, cuando a cada rato repetían que los problemas no eran nuestros sino de la crisis que venía del exterior.
Quizás producto de los nervios de saberse con menor aceptación pública, la dificultad del gobierno para seguir una línea discursiva es otro de los graves problemas que han quedado en evidencia durante los últimos días. Pero si la crisis no será la culpable, ¿qué mejor entonces que culpar a los medios que no siguen la línea del gobierno? Cristina le pidió el viernes a la “intelectualidad” (?) que la ayudara a desentrañar el mensaje “monocorde y sometido a reglas” de los medios de comunicación, que “bajo aparente objetividad” atentan contra “las posibilidades de movilidad social, de redistribución del ingreso y de una participación democrática de la sociedad”, como una forma de contraponer esa visión con el discurso oficial, a su juicio más fruto del “pensamiento audaz”.
Sin embargo, la presidenta nada mencionó sobre la primera regla del periodismo, que es la veracidad, aunque un día antes desde un atril en Tres Arroyos ella mismo fustigó a la agencia DyN por haber adelantado que en el aeropuerto local la iban a esperar enojados productores agropecuarios con banderas negras, destinadas a expresar su descontento. Las fotografías de la protesta no dejaron lugar a dudas sobre lo acertado de la información, que provenía de fuentes locales, pese a que los quejosos fueron aislados por la Gendarmería y que sólo hubo lugar en la transmisión oficial para las innumerables muestras de cariño que se le expresó a la presidenta. Es también evidente que el caso del campo ha desestabilizado una vez más al gobierno y que esos disturbios emocionales lo pueden llevar a transitar senderos de difícil retorno, como es la posibilidad de armar una nueva Junta Nacional que se encargue del comercio exterior de granos y oleaginosas, una idea que está allí latente y que sería una de esas medidas que demostraría que la vocación de confrontar no ha quedado de lado.
El organismo, que sería un remedo de aquella experiencia de los años 40/50 de triste recuerdo, ya que perdió mucho dinero y desestimuló a los productores, fijaría los precios y tomaría a su cargo las cosechas, para luego vendérsela a las mismas multinacionales privadas que hoy le compran a los acopiadores.
Más allá de lo político y de lo ideológico, la situación también está enlazada con la falta de fondos de la Administración y con lo que se considera que es una coacción del sector agropecuario, como es retener en los silos-bolsa un tonelaje muy importante de soja sin vender, que podría reportarle al Estado más de mil millones de dólares en retenciones. Algunos piensan que los trascendidos son parte de un juego de presiones para obligar a la liquidación y otros afirman que la presidenta va a confirmar la novedad ante la Asamblea Legislativa. En todo caso, esta última posibilidad estará sujeta a la primera de las restricciones, la del número en las Cámaras, ya que son muy pocas las chances para que tamaño retroceso pase indemne por el Congreso.
La presidenta y su esposo han dado más de un ejemplo de que están decididos a defender su modelo hasta las últimas consecuencias y habrá que ver si reparan que sobre las ancas del mismo jumento van 40 millones de personas más y que buena parte no piensan como ellos.