La inasible trama de la memoria colectiva

Alexander Fehling, protagonista de “Llegaron los turistas”, film de Robert Talheim.
Foto: Agencia Télam
Laura Osti
Sven, un joven alemán, llega a Oswiecim, el pequeño pueblo de Polonia donde se erigió Auschwitz, “escenario de los crímenes más horrendos de la humanidad” según el eslogan de los libros de historia, para realizar tareas de servicio social.
De acuerdo con las leyes de su país, los jóvenes pueden elegir entre hacer el Servicio Militar o el Servicio Civil. Sven eligió la segunda opción, pero sin mayores convicciones que las de zafar del rigor que implica la otra.
Cuando pisa suelo polaco, se sube a un taxi y le pide que lo lleve directamente al ex campo de concentración, el viejo edificio donde los pobladores y algunos supuestos expertos en conservación pretenden erigir un centro donde se mantenga viva la memoria de aquellos horrores, para ilustrar a los visitantes acerca de las cosas que es capaz de hacer el hombre y que sería mejor no repetir.
Allí, Sven tendrá a su cargo el cuidado de un anciano sobreviviente, el hosco señor Krzeminsky, quien se resiste a abandonar el lugar y fue precisamente el creador del Departamento de Conservación del sitio, para el cual realiza la tarea cotidiana de reparar las viejas valijas de la gente que llegaba para ser recluida.
De este modo comienza una extraña relación entre ambos, áspera y dificultosa, que sin embargo, a medida que van pasando los días y que Sven le va tomando el pulso al hombre y a la comunidad, se va haciendo más flexible. Ayudado especialmente por la joven Ania, nacida y criada allí, con quien entabla una amistad que deviene en romance.
El joven tiene que soportar la hostilidad del pueblo polaco que mira con resentimiento y desconfianza a los alemanes, por el sufrimiento que le han infligido, pero también esa gente tiene la necesidad de romper de algún modo con un pasado tan cruel y ve a los extranjeros como una posibilidad de integrarse al mundo y dejar atrás el horror.
En ese ambiente tenso y contradictorio, donde por un lado se trata de mantener la memoria y por otro se intenta superarla, crecen las nuevas generaciones y se van apagando las más viejas, en una transición en la que el Estado interviene tratando de contener y dirigir los destinos de unos y otros sin que se susciten grandes crisis.
La particularidad actual es que el pequeño pueblo polaco se ha convertido en destino de una suerte de turismo social o turismo histórico o turismo antropológico, como se quiera llamar. Se trata de contingentes de estudiantes universitarios que provenientes de otros países europeos arriban al lugar para recorrerlo y escuchar los testimonios de los sobrevivientes, entre quienes se destaca el duro Krzeminsky.
La propuesta del director y guionista Robert Thalheim es ciertamente interesante por lo despojada y rigurosa. Sin artificios y explícitamente alejada de las versiones hollywoodenses acerca de las secuelas del Holocausto, refleja sin concesiones los grandes dilemas que perduran a través del tiempo, aunque no sin transformaciones. Esa puja entre el pasado, el presente y el futuro está permanentemente actuando en cada uno de los personajes y en cada situación como un problema de difícil respuesta para un hecho histórico de tanta trascendencia.
• • • •
MUY BUENA
Llegaron los turistas
“Am Ende kommen Touristen” (Alemania, 2007, en alemán, polaco e inglés). Dirección: Robert Thalheim - Guión: Robert Thalheim con la colaboración de Bernd Lange y Hans-Christian Schmid - Con Alexander Fehling, Ryszard Ronczewski, Barbara Wysocka, Piotr Rogucki, Rainer Sellien, Lena Stolze. Apta para todo público. Duración: 85’.