Edición del Sábado 24 de enero de 2009

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El mensaje de Lajes - Edición Impresa - Opinión Opinión

Al margen de la crónica

El mensaje de Lajes

Son las 10 de la mañana de un día caluroso en Santa Fe. Me detengo en el semáforo. A mi izquierda, dos niños dibujan algo con un palo, en el cantero central de una transitada avenida. Es una pausa en su tarea de mendigar. Me llama la atención el dibujo: el más grande le enseña a la más pequeña cómo trazar las líneas que formarán un cubo. La más pequeña imita los movimientos con otro palito, el cubo le sale casi perfecto. Los miro allí a los dos, tan concentrados en esa, la que debería ser su tarea.

Cada vez que uno circula por la ciudad, en cualquier esquina, en la peatonal, tocando timbres, por todos lados, cada vez más, se topa con ellos. Hombres, mujeres, niños y ancianos mendigando. Algunos limpian parabrisas, otros ejecutan malabares con mayor o menor precisión, venden pequeñeces o simplemente piden algún dinero. Indefectiblemente, en todas esas circunstancias, me pregunto ¿qué se hace? Y luego viene la reflexión: si les doy algo, perpetúo su situación de estar allí, pidiendo, sin buscar alternativas, sin invertir tiempo y energías en aprender a hacer algo mejor... ¿Tienen alternativas? ¿serían capaces de poder aprender a hacer algo mejor? Luego miro sus ojos. Son personas, tan personas como yo, que no tuvieron mis oportunidades. Y nuevamente me pregunto, ¿puedo hacer algo para cambiar su situación? Y la respuesta me aparece bastante clara: sola no, pero entre muchos probablemente sí. Y luego la respuesta se me aclara aún más: es desde el Estado, que nos representa a todos, que se deben empezar a fijar las pautas para que, entre muchos, podamos cambiar la realidad. ¿Alcanza con la cooperativa de limpiavidrios? Evidentemente no. ¿Alcanza con los refugios para chicos en situación de calle? Evidentemente, tampoco. Aunque suma.

Somos muchos los que al transitar las calles de la ciudad miramos, vemos y nos preguntamos qué hacer. Entonces, si sumamos esfuerzos, guiados por ciertas pautas, tal vez podamos cambiar algunas cosas. Hace unos días pasé por Lajes, una ciudad bastante grande, en el interior de Brasil. Llamaron mi atención unos carteles en los semáforos. Decían: “si usted ve a alguien mendigando, no le dé dinero porque lo perjudica. Denúncielo al teléfono (...)”. Si hay reglas y respuestas desde el Estado y ciudadanos comprometidos con su realidad, algo puede cambiar.



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