Roberto Maurer (Enviado especial)
Imitando a los programas de radio, es interesante comenzar con un informe sobre el estado del tiempo en estos días de cine en Mar del Plata. Es estable, no llueve, amanece nuboso y después despeja, apenas fresco a la noche y veces caluroso.
Es marzo, y en cada cuadra se observan mesitas con enfermeras que toman la presión, un síntoma de que la edad promedio de los turistas ya los ha vinculado a la Anses. Ese público mayor es el que predomina en las doce salas donde se desarrolla el festival, donde aún no vimos alguna con butacas vacías.
Ofreció una clase magistral el inglés Charles McDougall, director de las exitosas series "Sex and the city" y "Desperate housewives". Un hombre de la televisión comercial, involucrado justamente en la "banalización" del lenguaje impuesta por las series que pocos días antes había denunciado Zanussi, aparentemente no encaja en un festival de cine exigente como el de Mar del Plata. Pero McDougall ha dirigido algunas películas y ese fue su tema, en una clase sin teorizaciones en las cuales exhibió humildad: "No soy un gran director", aclaró.
Fue empírico, y ofreció un fragmento de "La batalla de Argelia", el clásico del cine político filmado por Pontercovo, cuya metodología adoptó para su film "Sunday", la reconstrucción del "Domingo sangriento" de 1972, en Irlanda del Norte, donde una manifestación indefensa fue masacrada por tropas británicas. El IRA se había declarado prescindente, y los ingleses justificaron la represión asegurando que se había producido un disparo. Aún hoy resulta difícil determinar con exactitud cómo se desarrollaron los hechos.
De la película de Pontecorvo imitó la fuerza documental, que devenía de la presencia de muchas personas que habían participado en los hechos reales, y en una iluminación natural. McDougall ofreció detalles de su metodología para reconstruir acontecimientos reales, sus entrevistas con quienes participaron, incluyendo al IRA y soldados ingleses, y filmó con mucha gente que había actuado aquel domingo. Su minuciosidad, explicó, no sólo respondía al respeto por la verdad, sino también para evitar un juicio del Ejército.
Este McDougall, entonces, no tiene mucho que ver con las andanzas de cuatro chicas regaladas en Nueva York. También hizo una película sobre la muerte en un estadio de 90 hinchas del Liverpool y, siguiendo su vocación por la realidad como fuente, sugirió una película sobre la tragedia de Cromagnon.
LA VIDA EN MARTE
En la sección "El cine y la mujer" se exhibe "Mars", una ópera prima donde la directora rusa Ana Melikian se apoya en un punto de partida muy divulgado en la ficción, el del viajero varado en una pequeña ciudad desconocida y desconcertante. Esta vez se trata de un boxeador en crisis que debe esperar un tren durante un día en un lugar habitado por personajes extravagantes, que lo van involucrando en los enredos de una vida de provincia que parece detenida en el tiempo, y donde aún se yergue una estatua de Lenin, que una vez pasó por el lugar.
Todo el mundo anda con muñecos de peluche, el único medio de pago del lugar, donde la única fuente de trabajo es la fábrica de juguetes. La excentricidad de los pobladores, en realidad, es solamente el producto de existencias sin otro horizonte que la repetición de sus rutinas. "Mars" es Marte, el nombre del cine, y el vocablo juega con su semejanza con Marx: el planeta es la expresión de la lejanía de ese mundo aislado para el cual Moscú es la meca de todas las ensoñaciones.
La imaginación de la realizadora es inagotable, combina Fellini y Gogol, y sus imágenes, como el tratamiento narrativo y las situaciones, destilan originalidad en su ida y venida entre la fantasía, el lirismo y el humor.
El problema de la película nace de sus propias virtudes: abruma con su compulsión por mantener tanta extravagancia, su trama se estanca o cede a instancias demasiado sentimentales, pero siempre se recupera con pasajes muy divertidos.