Edición del Sábado 18 de setiembre de 2004

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Edición impresa del 18/09/2004 | Revista Nosotros Nosotros

Toco y me voy: me voy al cyber
La cybermanía cambia hábitos familiares, comerciales, deportivos, culturales y hasta de concepción de la realidad, que no sé qué es pero acá suena lindo. Para leer esta nota, haga doble click aquí. Y enter.

Hay negocios que se ponen de moda: con la aparición y vulgarización de las videocaseteras, te ponían un videoclub hasta en el baño de tu casa; en una época habían florecido las dietéticas y toooodo el mundo abría una dietética; después si no tenías canchas de paddle no existías (era más fácil conseguir turno con Favaloro, que una cancha más o menos a las cuatro de la mañana), después telecentros, ventas de celulares, limpi-shop... Hasta que aterrizamos por fin en el mundo virtual de los cybers. Cyber-café, cyber-pub, cyber-carnicería, cyber-telo, y todas las combinaciones posibles, porque hasta el último piringundín ahora te instala al menos una máquina y, encima, va a estar ocupada siempre.

Negocios históricos en el barrio, desmantelados de pronto, oscurecidos convenientemente, y con máquinas para que los pibes y otros no tanto jueguen en red (antes la única red de la que se hablaba era la de tenis, voley o fútbol cuando el picado era muy en serio) o chateen (y no caeré en el chiste fácil de cambiar alguna vocal en esa neopalabra).

Si hasta en los pueblos del interior los cybers cambiaron la actividad completa de toda una camada de pibes, que ahora ya no están esperando la salida de la escuela para correr a la cancha o al baldío, sino para agarrar un turnito porque a las 18 arranca el counter strike (me limito a anotar lo que me dice Seba, un amigo) en red y está bárbaro eso de bajar terroristas y comparar tus habilidades con las de otros internautas de otros cybers, de otras localidades, de otros países, de otros...

Antes, si no se armaba el picado, bastaba con un ladrillazo al techo de chapas del Tolo, o una escapada hasta la casa del Tuca (que se apolillaba siempre) para reclutar los jugadores necesarios. Ahora capaz que están los veintidós en el mismo cyber pero cada cual sumergido en su máquina. O a lo mejor te ratoneás con la mujer de tu vida, que está sentada sin que lo sepas (y ella tampoco) del otro lado de la mampara, en otra computadora.

Se arman también competencias intercybers (los churos versus huaynas de educación física, los onas y patacones de las competencias escolares son apenas versiones mariconas de tus viejos) y más de una vez se deja de lado la virtualidad general y el anonimato (claves del sistema) para resolver en la calle lo que no se pudo zanjar por computadora.

No hago juicio de valor del tipo antes o ahora, porque todo tiene su encanto y su desencanto. Pero es obvio que estos bichitos cambiaron su forma de relacionarse, y tu adorable nena ya no va a la casa de su mejor amiga para hablar horas sobre el pibe que le gusta o escuchar cien veces el mismo tema musical: no, más bien chatea horas con el pibe que le gusta aunque éste viva en Afganistán o baja los temas en MP3 directamente de la compu.

Otras cosas notorias son el lenguaje abreviado y por íconos (sólo para iniciados) que utilizan y los horarios del negocio en cuestión. Los pibes están dispuestos a chatear a cualquier hora, y así podés tener las máquinas ocupadas a las tres o cuatro de la mañana. Por lo general, también los choros se anoticiaron del funcionamiento general y llevan sus propias "máquinas", bastante más reales que las del juego. Así que a la noche se arma una suerte de cofradía, mediante la cual los pibes llegan apurados enarbolando su monedita, la dueña o dueño del local saca el candado, y adentro mi alma. Se hace la aclaración formal de que también en medio de la pibada aparece un circunspecto señor mayor que chatea a las cuatro porque a esa hora le contestan del otro lado del mundo, o baja contenidos de Internet porque se especializa en orangutanes con acné juvenil y su grupo está a pleno a esa hora.

Bueno, a otra cosa: si este artículo le molesta, aclaro que lo envío por única vez y que, al tener la posibilidad de removerlo (un bollito y al cesto), no puede ser considerado spam. Y yo también los TQM, les pongo caritas desde este cyber, perdido en un oscuro garaje de Barranquitas y QDC-DQD: que el dios de los cybernautas les dé el doble de lo que me desean. Y QTR por las dudas.

Néstor Fenoglio

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